3/12/24

MENSAJE DEL ADVIENTO DEL P. GREGORIO COLATORTI, CORRECTOR GENERAL O. M.

PEREGRINOS DE ESPERANZA POR EL CAMINO DE LA PAZ


A los Frailes, Monjas y Terciarios de la Orden de los Mínimos

P. Gregorio Colatorti, Corrector General


Salud y paz en Jesucristo bendito.


Muy queridos hermanos y hermanas, 

Nosotros los Mínimos, como peregrinos de esperanza por el camino de la paz, nos ponemos en camino en este tiempo de Adviento preparándonos a celebrar y vivir el Jubileo del 2025. El Señor que viene siempre nos llena de esperanza. Contentos de su presencia también nosotros nos volvemos portadores y mensajeros de esperanza para el mundo.

Con la mirada del corazón puesta en la cuna de Belén, primera puerta santa de nuestra historia humana, elevamos la invocación: ¡Ven, ¡Señor Jesús, esperanza de las naciones!

Tenemos necesidad de ti para ser levadura de una iglesia sinodal, misionera y misericordiosa.

Pongo a vuestra reflexión, meditación y oración para este Adviento y el tiempo del Jubileo tres recientes Documentos del Magisterio (Spes non confundit, Bula de convocación del Jubileo, la Carta Encíclica Dilexit nos y el Documento Final del Sínodo); nos ayudan a volver al centro de nuestra existencia cristiana y religiosa, al Hijo de Dios, encarnado, muerto y resucitado, esperanza de las naciones.

Acojamos, pues, la exhortación del Papa Francisco a no perder nunca la esperanza, don del Espíritu:

Mientras nos acercamos al Jubileo, volvamos a la Sagrada Escritura y sintamos dirigidas a nosotros estas palabras: “Nosotros, los que acudimos a él, nos sentimos poderosamente estimulados a aferrarnos a la esperanza, porque estamos anclados en la esperanza de la gracia, que nos hace capaces de vivir en Cristo superando el pecado, el miedo y la muerte. Esta esperanza que nosotros tenemos es como un ancla del alma, sólida y firme, que penetra más allá del velo, allí mismo donde Jesús entró por nosotros, como precursor (Hb 6, 18-20). Es una invitación fuerte a no perder nunca la esperanza que nos ha sido dada, a abrazarla encontrando refugio en Dios (Spes non confundit, nº 25).

Movidos por la esperanza pascual creemos que el mundo puede cambiar a partir del corazón:

Nuestras comunidades solo desde el corazón lograrán unir sus inteligencias y voluntades diversas y pacificarlas para que el Espíritu nos guíe como red de hermanos, ya que pacificar también es tarea del corazón. El Corazón de Cristo es éxtasis, es salida, es donación, es encuentro. En él nos volvemos capaces de relacionarnos de un modo sano y feliz, y de construir en este mundo el Reino de amor y de justicia. Nuestro corazón, unido al de Cristo, es capaz de este milagro social (Dilexit nos, nº 28).

Como Jesús mostremos también nosotros los gestos que reflejan el corazón:

Cómo nos ama Cristo es algo que él no quiso explicarnos demasiado. Lo mostró en sus gestos. Viéndolo actuar podemos descubrir cómo nos trata a cada uno de nosotros, aunque nos cueste percibirlo. Vayamos entonces a mirar allí donde nuestra fe puede llegar a reconocerle: en el Evangelio (Dilexit nos, n. 33). Dice el Evangelio que Jesús “vino a los suyos” (Jn 1,11). Los suyos somos nosotros, porque él no nos trata como a algo extraño. Nos considera algo propio, algo que él guarda con cuidado, con cariño. Nos trata como suyos. No significa que seamos sus esclavos, y él mismo lo niega: “Ya no os llamo servidores” (Jn 15,15). Lo que él propone es la pertenencia mutua de los amigos. Vino, saltó todas las distancias, se nos volvió cercano como las cosas más simples y cotidianas de la existencia. De hecho, él tiene otro nombre, que es “Emanuel” y significa “Dios con nosotros”, Dios junto a nuestra vida, viviendo entre nosotros. El Hijo de Dios se encarnó y “se anonadó a sí mismo, tomando la condición de esclavo” (Flp 2,7). (Dilexit nos, nº 34). 

Dejémonos acompañar por la Virgen María, Madre de Cristo, de la Iglesia y de la humanidad:

En la Virgen María, Madre de Cristo, de la Iglesia y der la humanidad, vemos resplandecer a plena luz los rasgos de una Iglesia sinodal, misionera y misericordiosa. Ella es, en efecto, la figura de la Iglesia que escucha, ora, medita, dialoga, acompaña, discierne, decide y actúa. De ella aprendemos el arte de la escucha, la atención a la voluntad de Dios, la obediencia a su Palabra, la capacidad de captar las necesidades de los pobres, la valentía de ponerse en camino, el amor que ayuda, el canto de alabanza y la exultación en el Espíritu. Por eso, como afirmaba san Pablo VI, “la acción de la Iglesia en el mundo es como una prolongación de la solicitud de María” (Documento Final nº 29).

Confortados por la solicitud de María, que afronta como itinerario de fe el recorrido que va desde Nazaret a Belén, nos disponemos a vivir el Adviento con un espíritu y una preparación particular, que nos llevará también a nosotros como peregrinos ante la cuna del Niño Jesús para ser escuchados, perdonados, renovados y enviados a nuestra vida-misión a través de la gracia del Jubileo que está para comenzar. Dejémonos llevar, pues, por el viento del Espíritu, como María, desde nuestro “sí” a engendrar al Señor en la vida mediante el testimonio.

Sea ésta la mejor felicitación para cada Fraternidad Mínima y que crezca cada día siempre más en nosotros la alegría de la pertenencia y la gracia de la coparticipación.

Un abrazo a todos vosotros.

Roma, 1 de diciembre de 2024, primer domingo de Adviento


P. Gregorio Colatorti

Corrector General

6/11/24

SALUDO DEL P. CORRECTOR GENERAL OM

EN CONTINUA CONVERSIÓN A JESUCRISTO SEÑOR
PARA SER PEREGRINOS DE ESPERANZA

Carta del P. Corrector General,
P. Gregorio Colatorti,
a los frailes, monjas y terciarios
de la Familia de los Mínimos

Salud y paz en Jesucristo bendito.

Damos gracias al Señor por todos los dones que constantemente nos otorga. 
En el Señor pongo mi confianza. A El pido me acompañe para continuar a servir a esta familia que amo. Estos son los sentimientos que me han movido a aceptar este segundo mandato que los capitulares me han encomendado.
A todos vosotros un agradecimiento particular de la Curia y mío por habernos sostenido y ayudado con la oración a descubrir el gozo de ser hijos del mismo Padre San Francisco, hombre de paz, de reconciliación y de amor.
Seguid orando para que en todos nos crezca el deseo y la voluntad de caminar juntos siendo fieles hoy al Espíritu por el carisma cuaresmal que nos pone en la Iglesia y ante los hombres como testigos y mensajeros de la misericordia del Padre. 

Os envío mi saludo, muy queridos hermanos y hermanas, el día de Todos los Santos por remitirnos esta solemnidad a lo esencial, al objetivo y a la meta común de nuestra vida: por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5,48). Todos nosotros, habiendo recibido la llamada a ser santos e intachables en Cristo (cfr. Ef 1,4), según el estado de vida de cada uno, seamos esperanza para este mundo que "sobrevive entre las guerras, los desequilibrios socioeconómicos, el consumismo y el uso antihumano de la tecnología" (1).

1 La LXXXVII asamblea capitular se ha desarrollado en el contexto de los dos acontecimientos eclesiales: El Sínodo de la Sinodalidad y la preparación al Año Santo cuyos temas han servido de orientación para la reflexión, la confrontación y el diálogo. Siguiendo la tradición viva de la Orden, habida cuenta de la actualidad social y eclesial, con la mirada hacia el futuro, hemos procurado responder a los desafíos emergentes que interpelan a nuestra Familia Mínima en vistas a actualizar el Evangelio de la conversión.
Movidos por el Espíritu, hemos vivido días de espiritualidad, de comunión fraterna, de gracia formativa y de discernimiento sobre nuestra identidad y misión de hombres de comunión en continuo éxodo, enviados a anunciar a través de la conversión un cielo nuevo y una tierra nueva (cfr. Ap 21,1).

2 El título En continua conversión a Jesucristo Señor para ser "pelegrinos" de esperanza sintetiza nuestra espiritualidad y misión. En efecto nos interpela a todos nosotros que hemos abrazado la Vida y Regla de San Francisco, nuestro Padre y Fundador, para tener fija la mirada en el corazón (cfr. RTOM,1) de nuestra fe: Jesús, el Señor, camino, verdad y vida. Pero, ¡no es suficiente!
Hay que testimoniar hoy ante los hombres que confiamos en el Hijo de Dios y de María que con su muerte y resurrección es la razón de nuestra esperanza. Él nos ha librado del mal, nos ha hecho hijos del único Padre y hermanos suyos, formando parte de la nueva familia a imagen de la Familia Trinitaria. Nosotros creemos que Él, el Viviente, está presente y operante y nos acompaña para que como Él y con Él, pasemos por esta época nuestra, que ha dejado de ser cristiana, haciendo el bien, anunciando la alegría, la reconciliación, el perdón, la paz; pues obrando siempre de esta manera seremos más "pelegrinos" de esperanza (2).
La esperanza cristiana, de hecho, no engaña ni defrauda, porque está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor divino: “Quién podrá separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada? … Pero en todo esto obtenemos una amplia victoria, gracias a aquel que nos amó. Porque tengo la esperanza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rm 8,35. 37-39) (3).

De esta esperanza tiene necesidad nuestra época, que a veces se arrastra entre la monotonía del individualismo y del ‘ir tirando’ (4). De esta esperanza tienen necesidad los jóvenes, ancianos, enfermos, la creación, pueblos y naciones. De esta esperanza tenemos necesidad todos nosotros que, ante la fuerza del mal, de la violencia dentro y fuera de nosotros, nos cuesta reconocer el bien del que gozamos cada día.
Hemos salido del Capítulo reforzados en la vocación y en la misión para anunciar con la vida a nuestros contemporáneos que Dios ama este mundo angustiado, al que ha enviado a su Hijo que nos llama a sembrar su Palabra entre los hombres y mujeres de todo lugar en este tiempo tan turbulento, pero también tan rico de signos que tenemos que saber reconocer, ya que llevan dentro el deseo de bien y el anhelo del corazón del hombre ansioso hasta no reposar en Dios (5).

3 La Iglesia de nuestro tiempo, todavía en camino para actuar la revolución del Vaticano II, se propone hacerlo descubriendo el carácter sinodal de su realidad viva para actuar uno de los valores básico del mismo Vaticano II: el diálogo ad intra y ad extra de la Iglesia (6). En sendos discursos de apertura de los pontífices que han conducido el Concilio es fácil apreciar los puntos fuertes del diálogo entre Iglesia y mundo, y dentro de la misma Iglesia, puntos que más tarde serán desarrollados en los documentos conciliares. Cabe subrayar uno entre todos.
En el discurso de la apertura de la Segunda Sesión, Pablo VI señala una distinción fundamental para poder animar el diálogo: 
Mientras la Iglesia, buscando cómo animar su vitalidad interior con el Espíritu del Señor, se diferencia y se separa de la sociedad profana en la que vive sumergida, al mismo tiempo se define como fermento vivificador e instrumento de salvación de este mismo mundo descubriendo y reafirmando su vocación misionera, que es como decir su destino esencial a hacer de la humanidad, en cualesquiera condiciones en que ésta se encuentre, el objeto de su apasionada misión evangelizadora (7).
Además de mantener su identidad y reforzarla con mayor adhesión a Cristo, la Iglesia experimenta más y más la diferencia con la vida de la sociedad, pero al igual que los apóstoles en el monte, no están llamados a permanecer en el monte sino a bajar a la llanura para anunciar. Como afirma el Pontífice sólo se puede descubrir y robustecer la misión permaneciendo, estando con, es decir, descubriendo la propia humanidad después de haber encontrado a Cristo, el modelo perfecto.
La verdadera misión de la Iglesia se encuentra en la humanidad que titubea en tomar sus decisiones cotidianas y sufre por las dificultades diarias. Allí descubre, y tiene que descubrir, el valor regenerador de la misericordia que empuja a comprender a la misma humanidad.
En la época en la que los contactos y los intercambios se han ampliado, y son más inmediatos y veloces, nos hemos encontrado incapaces de dialogar verdaderamente, a menudo porque hemos diluido nuestra identidad carismática y cristiana, olvidando las fuentes de nuestro carisma y de nuestra fe.
Por eso el Capítulo General se ha propuesto impulsar y crear nueva capacidad de diálogo con toda la Iglesia y el mundo: dialogar y actuar con la cultura, con las exigencias, los problemas y en particular con las necesidades profundas y espirituales del hombre y de la sociedad contemporáneos (cfr. Proposición 1). Ello acaecerá en la medida en que procuremos transmitir la experiencia que hemos heredado de nuestro fundador a través del carisma específico de la conversión-reconciliación, y que es reclamo constante a la vida y a la experiencia de cada uno de nosotros.

4 Hay que descubrir el motor de un nuevo diálogo basado en la escucha, y una nueva actuación de nuestro carisma específico, vivido como vocación personal, para que cada uno de nosotros ofrezca un testimonio misionero. 
En este proceso de actualizar el carisma hemos pensado orientar nuestro recorrido jubilar Mínimo acudiendo a las figuras que por su santidad se han distinguido en la historia de nuestra familia religiosa durante siglos. No es una operación carismática de arqueología. No es ir a la búsqueda de la historia del pasado para imitarla literalmente. Es un volver a descubrir los testimonios de quienes nos han precedido, reconocer su santidad, sobre todo el valor de la virtud de la fe y la ejemplaridad de actualizar el carisma según las particulares necesidades del momento. Admirar los ejemplos significa para nosotros fortalecer hoy la esperanza.
Motivo principal y más importante es descubrir en nuestra historia la certeza de que el carisma Mínimo ha producido tantos dones de gracia en la historia. Después para que movidos por el testimonio de nuestros hermanos ilustres per santidad nos sintamos llamados y sostenidos en nuestro camino, tanto por su intercesión como para fortalecernos y sostenernos por su testimonio. En ellos queremos revisar la adhesión a Cristo y su configuración con Él, que es modelo de todo cristiano y a la vez el único capaz de modelarnos a imagen del Padre.
Por eso la Curia y yo hemos pensado proponer un modo particular de vivir y compartir el Jubileo y el carisma a través de las figuras de santidad de nuestra Orden. En la carta de Adviento, como continuación de la presente, se darán las indicaciones (7).

Como conclusión quiero saludar fraternalmente a cada uno con la viva esperanza de que el próximo sexenio sea un tiempo y un lugar de renovado encuentro y diálogo con cada uno de vosotros. La Curia y yo pedimos a cada uno el apoyo con la oración y un nuevo empeño en compartir y animar la Orden con el fin de que pueda ser signo eficaz del carisma que nos ha sido encomendado.

Con mi abrazo en San Francisco, Padre y Fundador.

Roma, 1º de noviembre de 2024
Solemnidad de Todos los Santos

P. Gregorio Colatorti
Corrector General

NOTAS
1 Francisco, Carta Encíclica Dilexit Nos sobre el amor humano y divino del corazón de Jesucristo, Roma, octubre 2024, 31).
2 Cfr. FRANCISCO, Discurso A la Curia Romana para la Navidad, 21 diciembre 2019.
3 FRANCISCO Spes non confundit, Bula de convocación del Jubileo Ordinario del Año 2025, Roma, 9 mayo 2024, 3.
4 FRANCISCO, Homilía 9 mayo 2024.
5 Cfr. AGUSTÍN, Las confesiones, 1,1.5.
6 Cfr. Juan XXIII, Gaudet mater ecclesia, Discurso de apertura del Concilio Vaticano II, 11 oct. 1962; Pablo VI, Alocución de la apertura de la Segunda Sesión del Conclio, 20 sept. 1963.
7 Alocución, 43.


18/10/24

ITINERARIO FORMATIVO ORDEN MÍNIMA SEGLAR (ALAQUÀS)


Nuestros hermanos y hermanas de la fraternidad de la Orden Mínima Seglar de la localidad de Alaquàs de Valencia (España) nos van a ir compartiendo los materiales con los que irán ahondando en su itinerario formativo de este curso o "año social mínimo": 

Son materiales para la formación no solo como fraternidad local, sino también en sintonía con otras tantas que conforman, junto a los frailes y las monjas, la Orden de los Mínimos. 

Puedes acceder a ellos en el siguiente enlace Itinerario Formativo OMS, o desde la barra lateral del blog.

Les agradecemos desde este blog el ofrecimiento que nos hacen con el deseo compartido de que lleguen y sean de provecho a muchos/as.


29/9/24

INICIO DEL AÑO SOCIAL MÍNIMO 2024-2025

 


Como es tradicional en la Orden de los Mínimos, el día de su celestial abogado, san Miguel arcángel, da comienzo el Año Social Mínimo, es decir, el "nuevo curso".

Nuestros hermanos y hermanas de la fraternidad de la Orden Mínima Seglar de la localidad valenciana de Alaquàs lo han celebrado a los pies de la Virgen del Olivar, patrona de la localidad.

Unámonos en la oración de acción de gracias por el nuevo curso que arranca y en intercesión por todos sus miembros; que sea un año provechoso en el amor a Dios y a los demás según el carisma de san Francisco de Paula. 

Siéntete invitado/a a conocernos. Quizás sea la vocación mínima seglar la que responda a tu inquietud como creyente católico comprometido. 

Conoce nuestra Regla de la Orden Mínima Seglar

Si lo deseas, puedes contactarnos a través del mail: ordenminimaseglaralaquas@gmail.com

¡Feliz día de San Miguel! ¡Feliz curso!