14/5/20

CARTA DEL CORRECTOR GENERAL O. M. EN LA CLAUSURA DEL V CENTENARIO DE LA CANONIZACIÓN DE SAN FRANCISCO DE PAULA




Clausura del Centenario en tiempos de la pandemia Covid 19

CARTA DEL P. GENERAL, P. GREGORIO COLARTI, 
A LA FAMILIA MINIMA,
FRAILES, MONJAS, TERCIARIOS

Queridos hermanos,

1.- COMO LOS DISCÍPULOS SIEMPRE EN LA MISMA BARCA

1.1.- El 27 de marzo de 2019, en la apertura del V Centenario de la Canonización de San Francisco, nuestro Padre y Fundador, nos dimos cita en Paula por las fiestas de mayo de 2020 (1) para completar el ciclo de los Centenarios, que desde 2007 (V de la muerte) al 2016 (VI del nacimiento) hemos celebrado, como un don de Dios para nuestra familia Mínima.

¡Esto no ha sido posible! El trágico acontecimiento del Coronavirus Covid 19 ha paralizado a la humanidad. El mundo se ha parado. Heridos por un enemigo invisible, hemos entrado en una larga cuarentena de la que iremos saliendo gradualmente, según las diversas situaciones.

El Papa Francisco (2), comentando el Evangelio de Mc 4, 35-41, ha descrito esta dramática situación planetaria que ha golpeado el estado de ánimo de todos nosotros: Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso; se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa.

1.2.- Nunca como hasta ahora, la imagen de la barca, símbolo de la Iglesia, propuesta en nuestro Documento Final del LXXXVI Capítulo General (3) se ha evidenciado que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados, pero al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente (4).

Esta pandemia no ha respetado a nadie.

Todos hemos estado ‘encerrados’, confinados, condicionados, limitados en nuestros movimientos. Todo ha cambiado: trabajo, colegio, negocio. De repente han volado proyectos, programas de corto o largo plazo. Las relaciones, la vida familiar, social han sido y aún siguen ‘off-limits’. Tampoco las celebraciones litúrgicas ni la actividad pastoral han sido excepción. Duro golpe para la vida eclesial, ya probada por el contexto cultural secularizado y post-moderno.

1.3.- Hay que constatar que desde el confinamiento en casa hemos asistido por medios audiovisuales y hemos sido protagonistas de muchas iniciativas y actividades de todo género para afrontar esta dolorosa situación planetaria. Ha habido una reaparición de humanidad, solidaridad, responsabilidad, acercamiento efectivo y creativo, voluntariado, caritativo, heroico compartir y participación con la realidad y las personas afectadas por el sufrimiento.

Otro tanto ha sucedido en el campo de la fe: se ha notado la necesidad de Dios, alimentada por muchos y significativos gestos, particularmente llevados a cabo por el Papa, cuya voz y actividad ha conmovido y consolado los corazones, infundiendo esperanza. Recordaremos mucho las imágenes de las celebraciones de la Semana Santa en San Pedro, con la plaza y basílica vacías: más que los gestos y las palabras ha penetrado en nuestro interior el silencio orante, que nos ha llevado ante el Cristo Crucificado, ancla y timón (5), sentido y luz para todo hombre.

Por ahora vivimos en un estado de limbo, en busca de remedios, de vacunas, de nuevos caminos, de medios para superar esta crisis mundial que ha cosechado víctimas como en una guerra.


2.- A LA LUZ DE LA FE

2.1.- Queridos hermanos, cada uno haga su lectura de las muchas, hermosas, interesantes y profundas reflexiones suscitadas, vengan de donde vengan. Hay materia para ayudarnos a revisar nuestra vida, concentrar nuestra existencia en lo esencial, en el unum est necessarium (Lc 10,42).

A los mantra que se escuchan “resistiremos y todo pasará”, se alternan interrogantes y dudas: “¿cómo saldremos de esta crisis; todo será como antes o diverso?”

No se puede negar que esta pandemia planetaria ha hecho abrir los ojos. Un pequeñísimo virus ha socavado el mito de la omnipotencia: el hombre es débil, frágil, vulnerable, mortal, no invencible; por sí solo muere, necesita del otro para afrontar la existencia y poder realizarse.

El Papa Francisco ha recordado que la tempestad actual:

a) ha desenmascarado nuestros “ego”, imagen y culto por los que tanto nos preocupamos;

b) ha descubierto una vez más, esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos: esa pertenencia como hermanos;

c) ha estigmatizado nuestra autosuficiencia: solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas (6).

2.2.- Acojamos, pues, con fe este momento dramático del Covid 19, no como un accidente ocurrido por casualidad; es la historia hodierna, que para nosotros, hijos de San Francisco de Paula se entrecruza con la celebración centenaria de su canonización. Es nuestra historia de salvación.

Si queremos honrar la memoria celebrativa, optemos, una vez más, por mantenernos en la barca con mar en calma o en tempestad, seguros de la compañía de Jesús, el Señor (7). Si dudamos de su presencia, confiados únicamente de nuestras fuerzas, peligramos de perdernos. Actuando así debilitamos el mensaje evangélico y dejamos de ser creíbles. Este es el verdadero problema de la Iglesia del cual somos responsables y del que tenemos obligación de responder y testimoniar.

No olvidemos que estar en la barca reclama el fluir continuo, el cambio cotidiano, la conversión y la formación permanente. De ahí la necesidad vital de ‘escuchar’ y ‘vigilar’ (8) para no encontrarnos sin preparación, desprovistos ante el tempestuoso virus del egoísmo que siempre nos acecha.

Solo con la fe en el Señor podemos afrontar esta batalla para no causar insensibilidad, indiferencia, divisiones, guerras (9).

Aceptemos esta situación como una oportunidad del soplo impetuoso del Espíritu que, una vez más, nos empuja a reorientarnos, a caminar con mayor valentía, a navegar con la misma fe que sostuvo a nuestro Santo Padre Francisco en la travesía del Estrecho y al dirigirse desde Calabria a Francia a finales del s. XV (10).

2.3.- No nos dejemos llevar por la nostalgia o la amargura de las reducidas manifestaciones y celebraciones centenarias. Antes bien valoremos más todo el bien, el sacrificio, lo creativo que hemos realizado nosotros u otros, precisamente en este período de aislamiento y de ayuno eucarístico forzado. Todos hemos podido notar y experimentar un cambio real en la vida eclesial; se ha incrementado la oración especialmente en familia y una gran cadena de solidaridad.

En virtud de nuestra espiritualidad reconozcamos en ello nuestro kairos, el hoy de la Palabra, de la salvación, del Espíritu que nos urge, una vez más, a convertirnos, o sea, a vivir como Mínimos, siervos humildes, penitentes, caritativos, consagrados a promover un cristianismo más humano, familiar, doméstico.

2.4.- Recordaremos, pues, el Centenario en la medida en que saquemos provecho para nosotros y los demás de todo lo que estamos experimentando, sin abdicar de la responsabilidad educativa (11), pero empeñándonos por convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, convencidos de que con el Señor a bordo, no se naufraga (12).

Daría mucha pena que tanto sufrimiento no encendiera nuestro corazón, dejándonos insensibles, indiferentes, esperando a que todo vuelva ‘como antes’ a un lento acomodarse a lo tradicional, a lo supuesto. Nuestro Centenario ha recibido un golpe final durante la cuarentena sanitaria que verdaderamente se ha revelado como un evidente desierto, un retiro espiritual, una prueba para nuestra vida.

Hemos sido llevados al exilio, y como para el pueblo hebreo, y también para nosotros este tiempo puede ser precursor de profecía: Dios ha sembrado signos de amor y de esperanza en esta historia tumultuosa. Tenemos la responsabilidad de leerlos, interpretarlos y actualizarlos para un futuro de vida nueva, de una humanidad que refleje la imagen del Creador.


3.- COMO NUESTRO PADRE SAN FRANCISCO

3.1.- Tenemos que preguntarnos, pues, en este momento si debamos abrir los ojos y redoblar nuestra meditación sobre las ‘virtudes’ características de nuestro Padre San Francisco. Es un cliché bien repetido, que a lo largo de la historia, y gracias a no pocas Cartas y Mensajes, ya sea de la Curia General como del Magisterio han contribuido y enriquecido más y más. Pero no es ni puede ser el punto de partida ni de llegada.

Nuestro mismo Padre y Fundador nos señala el corazón de su santidad y de la nuestra: Jesucristo. Nos salvamos, somos santos solo unidos a Él y sólo si unidos a Él estamos en comunión los unos con los otros (cfr I Jn 1, 7). En efecto, el motivo por el cual hemos sido reunidos es el de practicar el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, y ser un solo corazón y una sola alma en Dios nuestro Señor (I R I, 1). Es lo que nos llena el corazón y nos hace felices.

3.2.- No parezca superfluo, pues, preguntarnos qué papel asume Jesucristo en mi vida en estos días. De hecho la santidad se juega en lo íntimo del propio corazón y depende de la respuesta efectiva que cada uno da a este fundamental interrogante. Podemos estar seguros de que nuestro Señor nos está urgiendo en esta atormentada historia a que revisemos nuestra relación con Él y con los demás, y que encaminemos todas nuestras fuerzas al primado de la Vida del Espíritu.

3.3.- Muchas veces hemos oído y leído que estamos en un cambio de época, provocado y acelerado por las continuas innovaciones tecnológicas (14), y hasta puede ser que nos hayamos acostumbrado sin darnos cuenta a aceptar todo acontecimiento y situación.

De improviso, en estos días hemos experimentado un cambio diferente que ha tocado nuestra piel de manera irreversible. ¿Cómo no ver en ello una llamada a la “metanoia”? 

No hay auténtica conversión si no nos abrimos totalmente de mente, corazón y cuerpo (15) a la Palabra de Dios.

Nuestro Padre San Francisco es maestro, profeta y testimonio de conversión-penitencia: anteponiendo la relación con Dios, guiado por la Sagrada Escritura, leía cuanto acontecía en el día a día y, una vez interpretada la voluntad de Dios, se entregaba totalmente a la acción del Espíritu con gestos de acogida, reconciliación y caridad. 

Este último Centenario quedará en la ‘memoria’ como una celebración del binomio dolor y gozo, muerte y vida, angustia y esperanza, pasión y resurrección. ¿Quién no recuerda las pruebas sufridas y afrontadas por nuestro Fundador? Basta que pensemos en la reconciliación con el P. Antonio Scozzetta después de los reproches y desaprobaciones infundadas, en la serenidad mantenida durante la enfermedad, en la intercesión por la curación de los ciudadanos de Bormes, agradecido por la acogida ofrecida, en la paciencia y en la fe en Dios ante los acontecimientos y dificultades de sus religiosos en Francia.

Con su enseñanza y compañía podemos aprender a atravesar el crisol del sufrimiento, con el corazón fijo en Dios (Cfr R TOM I, 1) sin dejar espacio a la turbación o al miedo, confiados en la promesa del Señor Resucitado que nos asegura su presencia en medio de nosotros todos los días hasta el final de los tiempos (Cfr Mt 28,20), con gestos de conversión personal que viven en el día a día el mandamiento ‘amaos unos a otros’ (Cfr Jn 13, 24) y el servicio del amor recíproco (Cfr Jn 13, 2-35).

Francisco de Paula, hombre de Dios, nos asegura que esta es la fe que debemos alimentar y testimoniar siguiendo al Maestro (Cfr Lc 9, 23): al amanecer de la Resurrección se llega pasando por el viernes de la Cruz, el requerimiento filial de no abandonarnos en la tentación (Cfr Mt 6, 13), se concreta en los signos de la Pasión presentes en el cuerpo glorioso del Señor Resucitado (Cfr Jn 20, 20.27) enviado por el Padre (Cfr Jn 10, 10) para que ya ninguno de nosotros se sienta solo en la vida.

3.4.- Durante este largo desierto que nos ha forzado a permanecer en casa para preservar el don precioso de la vida, hemos tenido la posibilidad de superar la habitual y superficial convivencia y entrar en una cercanía más afectuosa y esmerada, con un mayor intercambio y participación en la vida y problemas del otro. Hemos sido ‘forzados’, en cierto modo, a mejorar las relaciones interpersonales: con más oración individual y comunitaria, trabajando de otra manera dentro de nuestras comunidades y de nuestras familias. Ciertamente nos hemos visto empujados a tocar y sanar con más frecuencia las debilidades y fragilidades propias y ajenas. Lo cual no habrá sido fácil, y menos dada la prolongada reclusión, pero afrontado conscientemente con mirada evangélica puede ser un camino abierto a un laboratorio de humanidad y fraternidad.

Por todo ello demos gracias al Señor que nos sale al encuentro en el otro a quien muchas veces “no considero ni acojo” como hombre y hermano.

No nos dejemos robar esta ocasión de crecimiento verdadero en el camino de la santidad, aceptando llevar los unos las cargas de los otros, según la exhortación de nuestra Regla (Cfr Ga, 6,2).


4.- EN CAMINO

Queridos hermanos,

4.1.- Llagada la cita del Lunes 4 de mayo 2020, solemnidad de nuestro Santo Fundador para toda la Orden, no pudiéndose realizar el deseo de llevar a cabo la Clausura del Centenario en Paula, dado el estado de alarma al que nos ha llevado el coronavirus Covid 19, procuremos encontrarnos ante el altar para celebrar comunitariamente el amor de Jesús, el Santo de Dios (Cfr Jn 6, 69), muerto y resucitado por nosotros. Este es el contagio (16) que tenemos que transmitir de corazón a corazón. Es el contagio necesario y vital del Amor sobre la raíz del mal (17).

Y si hemos experimentado lo trágico del Coronavirus, podemos experimentar los beneficios de la Corona Sanctorum, la multitud de frailes, monjas, terciarios y fieles que a lo largo de los siglos han actualizado y visibilizado la santidad de Francisco de Paula.

Ellos son precisamente los que nos han consignado el testimonio, es decir, la Luz de los Penitentes, para que mientras recorremos este siglo iluminemos, rescaldemos, coloreemos (18) de amor, gozo, paz, reconciliación, perdón mutuo los caminos de nuestra humanidad.

4.2.- Movidos por la ardiente pasión de nuestro Fundador por Dios, que le llevaba a remediar las necesidades y pobrezas de las personas que encontraba y las dramáticas situaciones de la historia, empeñémonos en dejar huellas de santidad en nuestro siglo XXI.

Por ello:

a) Miremos de promover el valor y el respeto del hombre como criatura, como persona amada por Dios. La Iglesia y nuestro mundo necesitan esta profecía. La vida y el mensaje de San Francisco nos ayudan a encontrar lo que la humanidad ha perdido y que tanto necesita: poner al otro al centro de nuestra atención para no experimentar las consecuencias del virus del egoísmo que destruye al hombre y a la naturaleza.

b) Respondamos a la sed de infinito, a la necesidad de Dios tan proclamada en este tiempo. Solo una vida de oración personal y comunitaria a la escucha de Dios y su Palabra celebrada y vivida puede cautivar la atención y suscitar preguntas en el corazón del hombre. ¿Cómo no recordar la profunda conversión del Rey Luis XI, conquistado por el rostro orante del eremita calabrés?

c) Y si nos ha impresionado el silencio ensordecedor de nuestras calles y particularmente el silencio orante de Plaza San Pedro, quiere decir que hay necesidad de responder al deseo de descubrir el propio yo; quiere decir que es necesario responder al deseo de interioridad y de felicidad verdadera. La actual comunicación rumorosa, solitaria, veloz, impide entrar dentro, en profundidad. Que San Francisco nos enseñe con su ejemplo a ser hombres libres según la verdad del Evangelio (Cfr Jn 8, 32) y nos ayude a encontrar e inventar para nosotros y para los demás espacios y tiempos nuevos para sintonizar con Dios y con nosotros mismos.

d) Aumentan los marginados de toda clase; se multiplican las periferias existenciales a la vez que son confinadas de la actual sociedad y cultura; se escoge y aumenta la distancia entre ricos y pobres, entre los muchos sud y nortes del mundo, se levantan muros en defensa de las economías locales, y, en este momento particular de pandemia contra el otro como potencial untador. El verbo más proclamado es acoger, pero en realidad es el más desoído y no atendido. Conocemos la actividad acogedora de nuestro Santo Fundador: no hay límites para él ni interrupciones ni excepciones. Está disponible para cualquiera que se acerca a él, confortando e inspirando ánimo. Ésta es la dirección que hay que seguir con determinación en nuestras vidas.

e) La acogida es la puerta que abre a la solidaridad y a la cercanía, que mueve el corazón al voluntariado y al compartir. Hemos sido espectadores y actores de mucha generosidad humana en este tiempo. El Espíritu que movió a Francisco en su tiempo nos anime a ser generosos y fecundos en nuestro apostolado para con los últimos y los pobres.

f) Pero no es suficiente. Ante los trágicos sucesos de estos días se han multiplicado los samaritanos, de diferentes religión y raza: todos ellos se han esmerado en curar y confortar a cuantos sufrían en el espíritu o en el cuerpo. Hay futuro para la humanidad si sabemos ayudarnos y llevar los unos las cargas de los otros (Cfr Ga 6, 2). Nuestra espiritualidad penitencial nos lleva “a interesarnos sin reservas por los que sufren, a acompañar al que padece, al que está a la búsqueda, al hombre que vive en alguna de las diversas pobrezas” (19). Ésta es la charitas de San Francisco que cada uno de nosotros tiene que saber encarnar y testimoniar cada día.

g) Son muchas las situaciones de falta de paz, de sufrimiento, división, injusticia que la globalización ha puesto de manifiesto. Que en virtud de un Dios que nos espera con los brazos abiertos, intensifiquemos la actividad que mueva a la reconciliación y al perdón recíproco comenzando por nuestras realidades, de justicia social, de despertar las conciencias.

h) No bastan las palabras para mover y conquistar el corazón del hombre contemporáneo; se necesita el rostro alegre de cada uno de nosotros, de nuestras comunidades, de nuestras fraternidades que manifieste y transparente el gozo de ser amados de Dios: es como se vivía en los orígenes de nuestra historia como hijos de Francisco de Paula. Todos los que se relacionaban con él o con su comunidad volvían alegres y contentos, como contagiados. Se podía experimentar y vislumbrar la belleza de quien se consigna totalmente al Amor para vivir de Amor (20).

Conclusión:

Como hicimos en la apertura del Centenario, renovemos en la Eucaristía de acción de gracias el deseo de vivir en el tiempo y en la historia aspirando a las cosas celestes (Cfr Col 3, 1), empeñados cada día en mirar a Cristo, y a Cristo Crucificado ((Cfr I Co 2, 2) y Resucitado (21), con los ojos y el corazón de nuestro Padre Francisco.

Reafirmamos todos nuestros propósitos con la oración que el Papa León X dirigió al Señor aquel primero de mayo de 1519, día en el que presentó a la Iglesia a Francisco de Paula, como nuevo Santo y modelo para todo cristiano (22):

Servitutis nostrae tibi, Domine, iura solventes, quaesumus ut, Beati Francisci de Paula confessoris tui patrocinio suffragante, in nobis tua dona multiplices et ab ómnibus tuearis adversis. Per Christum Dominum nostrum. (Al satisfacerte, oh Señor, el tributo de nuestra sumisión, te rogamos que mediante el patrocinio de San Francisco de Paula, tu Confesor, te dignes multiplicar en nosotros tus celestiales dones y librarnos de toda adversidad. Por Jesucristo nuestro Señor).

Roma, Convento de San Francisco de Paula ai Monti, 1 de mayo de 2020



P. Gregorio Colatorti
Corrector General



NOTAS:

1) Cfr. Carta A vosotros hermanos, Frailes, Monjas, Terciarios, 6 de marzo 2019, Miércoles de Ceniza.

2) Papa Francisco. Meditación del Santo Padre, Viernes, 27 de marzo de 2020.

3) ORDEN DE LOS MÍNIMOS, LXXXVI Capítulo General “Testigos de Cristo en la condición de conversión y çexodo”.

4) Meditación, ibid.

5) Ibid.

6) Ibid.

7) DocF, 1, p. 4.

8) Ibid. Pp 5-6.

9) Papa Francisco, Meditación.

10) Cfr. DocF. 0. 2, p. 10 ss.

11) Cfr. DocF. 2. 2, pp 15-16

12) Papa Francisco, Meditación.

13) Cfr. DocF. Pp 11-13.

14) Cfr. DocF. Pp 2-3.

15) Cfr. Carta, A toda la Familia Mínima: Frailes, Monjas, Terciarios del 26 de febrero 2020.

16) Papa Francisco, Mensaje Urbi et Orbi, Pascua, Domingo 12 de abril 2020.

17) Cfr. Ibid.

18) Cfr. Carta, A vosotros, frailes, monjas y terciarios de la Familia de los Mínimos, Roma, 1 de noviembre de 2018.

19) Cfr. Centro Vocacional General de la Orden de los Mínimos, Plan de Pastoral Vocacional, Roma, 1992, n. 5.4.

20) Cfr. Carta, A vosotros, frailes, monjas y terciarios de la Familia Mínima, 1 nov. 2018.

21) Cfr. Carta, A toda la Familia Mínima: Frailes, Monjas, Terciarios del 26 de febrero 2020.

22) LEÓN X, Excelsus Dominus, Bula de canonización, en BUOM, XV (1969), p. 53.

5/5/20

MAYO, MES DE MARÍA. SAN FRANCISCO DE PAULA Y LA VIRGEN MARÍA



LA DEVOCIÓN A NUESTRA SEÑORA 

La devota imitación de Cristo y la atracción que Francisco tenía por su encarnación vinculada a la kénosis de la humillación y del anonadamiento no podía sino inspirarle también amor hacia María, como por otra parte también se nota en la espiritualidad de los Padres del desierto en la que radica la espiritualidad de nuestro Fundador. 
Cristo Verbo encarnado y anonadado por nuestra salvación ha decidido asumir él mismo la humanidad haciéndose carne y asumiendo nuestra historia y nuestro ámbito humano en plenitud. Se sigue de ello que haya escogido un seno materno al elegir la dimensión humana carnal y así poder compartir plenamente nuestra dimensión naciendo de una mujer y bajo la Ley (Gal 4,4-5), de modo que cada fiel que repare en el don de salvación obrado por el Redentor Verbo encarnado necesariamente ha de asociar sus sentimientos de amor no sólo a Cristo sino también a aquella que ha asentido a la encarnación. 
Por ello, como cualquier otro hombre de Dios, también Francisco albergaba un vivísimo interés por María, no separado sino precedido del amor por Cristo. Escribe Bellantonio: “Toda la dignidad, la grandeza, la gloria de María ha venido por Jesús; por tanto, San Francisco de Paula se dirige a ella, en su piedad, como unida inseparablemente a su Hijo Jesucristo.” 
Esto no es difícil de entender para quien consigue colocar en la dimensión correcta y debida la devoción a la Virgen Madre de Dios. Sin menospreciar la religiosidad popular a la que también Francisco se adhería, queda claro que su veneración a Nuestra Señora se conjugaba con la afirmación del primado de Jesús, como se pone de manifiesto no sólo en el famoso binomio Jesús-María que era repetido en las exclamaciones de Francisco, sino también en las actitudes significativas de devoción a la Virgen. 
Éstas las hallamos sobre todo durante la infancia, por ejemplo cuando el pequeño Francisco rehúsa la invitación de la Madre a cubrirse la cabeza mientras está recitando el rosario en la iglesia: “Madre mía, si en este momento yo hablase con la reina de Nápoles, ¿me dirías que tuviese la cabeza cubierta? Pues bien, ¿no es mucho más importante la reina del cielo con la que hablamos?”. O bien, durante la permanencia de Francisco en el convento de San Marcos Argentano, cuando vacaba a la oración ayudado de una imagen de Nuestra Señora y de otra de San Francisco de Asís, o durante la peregrinación a Asís cuando se detiene en la iglesia de Santa María de los Ángeles. 
Otros episodios simples y ordinarios de la religiosidad de nuestro Paulano atestiguan hasta qué punto era expresiva su devoción a la Virgen: recitar devotamente el avemaría e invitar a sus religiosos y al pueblo a hacer otro tanto, dedicar no pocos conventos e iglesias de la Orden a Nuestra Señora, recitar el Oficio de la Virgen y el rosario todos los días, como también invocar a María en muchas ocasiones son signos de que la devoción mariana por parte de Francisco no era en absoluto descuidada.
Pero es sobre todo en el famoso rechazo del regalo de una imagen mariana de oro que le ofrecía Luis XI donde Francisco expresa la responsabilidad y la conciencia de una devoción a María fundada y radical: en aquella circunstancia el rechazo del oro y la reivindicación de la devoción auténtica a la Virgen Santa en el cielo, expresiva con la ayuda de una simple estampa, revela que el amor hacia María debe estar desprovisto de todo condicionamiento externo: acoger el don de una imagen dorada equivalía a arriesgarse a que la propia devoción fuera infectada por los bienes materiales, por la vanidad y el vicio mundano, mientras que la auténtica devoción a María no conoce mediaciones humanas alusivas de lujo o de riqueza. 
La exterioridad de nuestras devociones, teniendo su apreciable valor, puede suscitar el riesgo que de nuestra parte se omita la consideración de María como Madre de Dios y Madre nuestra y cooperadora en la historia de salvación, sobre la cual se ha hecho protagonista el amor de Dios respecto a la humanidad, amor salvífico y de rescate que ha exaltado la simplicidad de una pobre muchacha; por ello, ninguna devoción mariana puede excluir el acercamiento inmediato a Cristo Verbo encarnado y salvador. 
Una característica particular referida por diversos escritores de la Orden de los Mínimos es el dato de hecho de que la Orden, expresión en la Iglesia de la penitencia continua como conversión radical y convencida a Dios, haya sido privilegiada por la misma Virgen cuando apareció en figura humana el 20 de enero de 1842 en la Basílica mínima de Sant’Andrea delle Fratte en Roma, cerca de Piazza di Spagna; en ese día el hebreo (aunque de hecho ateo) Alfonso Ratisbonne, noble señor que se encontraba de paso por Roma por negocios, atraído por las obras artísticas del monumento (algunas obras maestras de Bernini y de Vantivelli), contemplaba los bajorrelieves, las estatuas y los cuadros de la iglesia caminando a lo largo de la nave central, cuando de pronto notó que a pesar de ser casi mediodía el templo se oscureció como de noche y casi al mismo tiempo de uno de los altares laterales de la iglesia surgía como un haz de luz intensa y luminosa que rodeaba la imagen de una bella mujer que le indicaba con el índice el lugar en el que debía arrodillarse. 
Alfonso, que era un adversario encarnizado del papado y de las instituciones eclesiásticas y que había denigrado toda doctrina y enseñanza del magisterio y de la fe católica, después de haberse arrodillado se alzó ferviente católico convencido. Entró después en un convento de jesuitas y dio vida a una Orden religiosa femenina (las hijas de Sión). 
La conversión del hebreo Alfonso Ratisbonne anima a la Orden a vivir y a actuar el carisma de la penitencia que viene así apremiado en su puesta en práctica de la abstinencia por la intercesión de María que con motivo de este prodigioso evento es denominada por los frailes mínimos con el título de Virgen de la Conversión, facultativo al de Virgen del Milagro, con el cual es venerada públicamente por el pueblo en la Basílica de Sant’Andrea delle Fratte.

De la obra La vida y la espiritualidad del fundador de la Orden de los Mínimos del P. Gianfranco Scarpitta O. M.


3/5/20

DÍA 9º.- NOVENARIO A SAN FRANCISCO DE PAULA - ALAQUÀS (VALENCIA)

NOVENO DÍA
Contemplando la virtud de la ORACIÓN


(+) En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
“Glorioso Padre y Patriarca, San Francisco de Paula, pues os levantasteis con el glorioso renombre de taumaturgo en la Iglesia y sois el plenipotenciario de Dios, interceded con el Señor, si ha de ser para mayor honra y gloria suya y mi salvación, que consiga lo que pido y deseo en esta novena; Alcanzadme esta gracia si me conviene, y si no, enderezad mi petición y pedidle me dé aquello que más me convenga, para que yo consiga la vida eterna y le ame para siempre”.

(Ante la imposibilidad de elevar la alabanza del trisagio, cada persona contemple los misterios del Santo Rosario o la oración de Vísperas, según le sea más práctico o tenga costumbre.)

LECTURA BÍBILCA (Salmo 22)

El Señor es mi pastor, nada me falta: 
en verdes praderas me hace recostar; 
me conduce hacia fuentes tranquilas 
y repara mis fuerzas. 

Me guía por el sendero justo, 
por el honor de su nombre. 
Aunque camine por cañadas oscuras, 
nada temo, porque tú vas conmigo: 
tu vara y tu cayado me sosiegan. 

Preparas una mesa ante mí, 
enfrente de mis enemigos; 
me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. 
Tu bondad y tu misericordia me acompañan 
todos los días de mi vida, 
y habitaré en la casa del Señor 
por años sin término. 

REFLEXIÓN (Mn. Pedro San Clemente)

LA ORACIÓN. Sal 22,1-3ª.3b-4.5.6.
Queridos cristianos, queridos devotos de san Francisco de Paula, a lo largo de esta novena tan particular que hoy concluye y que hemos podido celebrar gracias a las nuevas tecnologías, la Palabra de Dios que hemos proclamado como las meditaciones propuestas a lo largo de ella, nos han ido ayudando a repensar en qué debe consistir la verdadera devoción a san Francisco de Paula, a repensar nuestro camino de fe, nuestra vida de seguimiento al Buen Pastor. Cada uno de los días de esta novena hemos ido pidiéndole a Dios por intercesión del santo de Paula, que nos vaya revistiendo de sus mismas virtudes. Todas ellas nos han de llevar a Jesús, para poder tener sus mismos sentimientos y sus mismas actitudes. 
Pedimos en este último día de novena, domingo del Buen Pastor, la virtud, el don de la ORACIÓN. 
Vivimos en una sociedad secularizada donde Dios no es evidente ni relevante. Tampoco se percibe como la causa ni la consecuencia de nada de lo que ocurre, aunque nuestra historia venga de un mundo en donde la referencia a Dios era clara. Hoy, sin embargo, vemos cómo las realidades humanas y sociales se organizan independientemente de Dios y se valora en gran medida la técnica, la eficacia y el consumismo. 
En este mundo que nos ha tocado vivir, desde él debemos y podemos decir que creemos en Jesús resucitado. Debemos orar en un mundo donde la fe no es plausible... 
Y lo malo es que esta ausencia de Dios a veces se nos contagia… 
Vivimos en nuestra tierra como en tierra extraña, donde experimentamos muchas veces que la gente que nos rodea nos pregunta, a veces maliciosamente, otras con sinceridad de corazón, ¿Dónde está tu Dios? En lugares de hambre, de guerra, de destrucción, ante la enfermedad y la muerte, en este tiempo de pandemia…
La ORACIÓN, orar, no es, por lo tanto, colocarse fuera de este mundo real, encerrándonos en las cuatro paredes de nuestra casa. Orar no es colocarse fuera de nuestro mundo real, sino en medio de él. Nuestro mundo, la realidad que cada uno de nosotros vivimos, desde los ojos de la fe, como lo vivió el mismo san Francisco de Paula, nos acerca al mismo Dios que “trabaja en sus criaturas”, en el hoy de nuestra vida. Nunca debemos olvidar que el presente que nos ha tocado vivir, también este marcado por la pandemia del coronavirus, es un tiempo oportuno para vivir unidos a aquel que nos habla y nos ama y que quiere entrar en relación con nosotros tanto en las personas con las que me encuentro, como en los acontecimientos de mi vida personal y de la historia de nuestro mundo. 
Que la intercesión de san Francisco nos ayude siempre a perseverar, a mantenernos siempre firmes en la fe, en la esperanza, sabiendo, que Cristo, el Buen Pastor, aunque caminemos por cañadas oscuras (y esta que atravesamos puede hacérsenos muy larga), siempre va con nosotros, siempre está en medio de su Iglesia, de su pueblo, del mundo, aunque no lo veamos: su vara y su cayado nos sosiegan. 
Que la intercesión del santo nos ayude a vivir y perseverar en la caridad, recordando su máxima: “Para el que ama a Dios, todo es posible”.
Porque como ya les he dicho en tantas ocasiones, la vida de san Francisco, su patronazgo en nuestro pueblo de Alaquàs, no es sólo para que lo admiremos, sino para que sus devotos estemos siempre dispuestos a imitarlo, especialmente en la caridad siempre generosa para con quien nos pueda necesitar. Y en esto, en la caridad siempre generosa, este tiempo nos va a poner a prueba.

ORACIÓN PARA PEDIR LA VIRTUD DE LA ORACIÓN
¡Oh, glorioso San Francisco de Paula!, a quien por tu continua oración favoreció Dios con innumerables experiencias místicas que te acercaron a Cristo; te pedimos que intercedas ante nuestro Señor para que nuestro entendimiento pueda alcanzar esta redentora comunicación, podamos contemplar los misterios de la vida, muerte y resurrección del Señor Jesús y, agradecidos de tanto favor, nos alejemos del amor a lo terreno para valorar lo eterno para amar a Dios y a los hermanos de palabra y de obra. Por eso te rogamos, glorioso protector nuestro, nos ayudes a imitarte y nos concedas la virtud de la oración y, si nos conviene, lo que pedimos en esta novena y la gloria eterna. Amén

(En memoria de los 6 años que estuvo san Francisco de Paula en el desierto de Paula rezaremos 3 padrenuestros con Avemaría y gloria o recitamos las Letanías de San Francisco)

LETANÍAS DE SAN FRANCISCO DE PAULA
Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad
Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos
Dios, Padre celestial, ten misericordia de nosotros
Dios, Hijo, Redentor del mundo
Dios, Espíritu Santo
Trinidad Santa, un solo Dios
Santa María, ruega por nosotros
Santa Madre de Dios
Santa Virgen de las Vírgenes
San Francisco de Paula
Pastor clementísimo
Guardián solícito
Intercesor eficaz
Protector asiduo
Abogado nuestro
Patrón amable
Modelo de penitencia
Norma de humildad
Fundador de los Mínimos
Portaestandarte de la caridad
Seguidor de la pobreza
Regla de la castidad
Padre de los pobres
Amparo de los débiles
Varón lleno del Espíritu Santo
Impetrador de favores
Ayuda en las angustias
Tú, que venciste al demonio y al pecado
Tú, que curaste a los enfermos
Tú, que resucitaste a los muertos
Taumaturgo en todo género de milagros
Santo Padre de los Mínimos, conserva tu familia, te rogamos óyenos.
Santo Padre Francisco de Paula, guarda nuestra ciudad y al mundo entero
Santo Padre, intercede por nosotros 
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, perdónanos Señor
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, escúchanos Señor
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten misericordia de nosotros.

CANTO
Oh san Francisco glorioso 
de Paula realce y honor.
Míranos Tú, bondadoso, 
y danos Fe y santo amor.

Consuelo tiene para toda cuita;
el ciego ve, el mudo puede hablar,
con grande pasmo el muerto resucita,
el sordo oye y vése al cojo andar.

¡Oh San Francisco glorioso!, …

Después del canto, haremos un momento de silencio, pediremos por todos los fieles difuntos, por el fin de la pandemia, así como la gracia especial que, por intercesión de san Francisco de Paula, deseemos alcanzar. 

ORACIÓN GENERAL
Santísimo Padre mío, San Francisco de Paula, yo os suplico por la pasión y muerte de Jesús, de quien fuisteis tan devoto, y por su Santísima Madre, de quien en el desierto recibisteis preciosísimo néctar, me alcancéis el mayor favor que es un amor a todas las virtudes y la perseverancia en ellas; El que no sea yo tan infeliz, que llegue a entrar en el camino de la perfección y no acabe la carrera: antes merezca por vuestra intercesión, un verdadero arrepentimiento de todos mis pecados, que el demonio huya de mi para que no me engañe, ni atienda yo a sus halagos acibarados y llegue al último grado de las virtudes, que es el amor de Dios, y gozar en compañía de la Virgen Madre y de todos los coros de los ángeles, de la vuestra y de todos los demás santos del cielo, los eternos regalos de la gloria. Amén

GOZOS
Sois lucero de humildad, 
Francisco en Paula nacido. 
Mínimo de Dios querido, 
nuevo sol de caridad. 

Día que Cristo murió,
quiso Francisco murieseis, 
porque a su gloria partieseis 
cuando la luz nos faltó; 
más con nueva claridad 
después habéis parecido.
Mínimo de Dios... 

Sois en la tormenta puerto,
dais lengua al que nació mudo, 
sois contra el demonio escudo,
y resurrección del muerto; 
en cualquiera enfermedad, 
sois médico esclarecido.
Mínimo de Dios... 

Pues cual nuevo precursor
la Caridad nos mostráis
y el celo con que la amáis 
os abrasa en vivo ardor;
en cualquier adversidad
socorred al afligido.
Mínimo de Dios... 

Vuestros trece viernes son, 
devoción bien señalada, 
con milagros aprobada
que casi infinitos son 
de ella con grande humildad 
los monarcas se han valido.
Mínimo de Dios... 

En toda necesidad,
nuestro ruego es de ti, oído,
Mínimo de Dios querido, 
nuevo sol de caridad. 

V/. Ruega por nosotros San Francisco de Paula
R/. Para que seamos dignos de alcanzar, las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

ORACIÓN
Señor, Dios nuestro, grandeza de los humildes, que has elegido a san Francisco de Paula, Mínimo entre los hermanos, para elevarlo a la gloria de tus santos, concédenos, por su intercesión y a imitación suya, alcanzar de tu misericordia el premio prometido a los humildes. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén

Antes de concluir nuestro novenario cantando el Himno a nuestro Patrón, san Francisco de Paula, recemos juntos la oración del V centenario de la canonización del Santo y que llega a su conclusión mañana, 4 de mayo.

ORACIÓN EN EL AÑO JUBILAR DEL V CENTENARIO DE LA CANONIZACIÓN 
Alabanza y gloria a ti Señor, Padre bueno, que por medio de tu Palabra hecha carne has querido que formáramos parte de tu pueblo santo.
Te agradecemos que todavía hoy te hagas presente a través de FRANCISCO DE PAULA, don del Espíritu a la Iglesia, para iluminarnos a los penitentes que caminamos hacia la Pascua.
En él, Mínimo entre los Mínimos, nos inspiramos para ser hombres y mujeres de fe y caridad, entregados totalmente a la gracia del evangelio.
De él, humilde penitente, aprendemos cómo privilegiar el encuentro contigo, Padre, para compartir la misericordia y el perdón, necesario para construir tu Reino.
Nos comprometemos con la misma pasión a acoger a toda persona en su singularidad y dignidad para construir una sociedad más humana y justa.
Con él queremos seguir al Señor Jesús, Camino, verdad y vida, prefiriendo las calles de los pobres, de los necesitados, de los últimos.
Por su intercesión, permítenos aspirar todos los días a las cosas de tu Reino para que el mundo vea el bello rostro de la humanidad llamada a ser santa como tú eres santo. Amén.

HIMNO DE SAN FRANCISCO DE PAULA
Al Mínimo de Dios querido,
nuestro Padre protector,
himnos de gloria y honor,
cantémosle, cantémosle sin cesar:
Patriarca San Francisco
de Paula nuestro consuelo,
gloria te den tierra y cielo,
por tu grande Caridad.

En día de tribulaciones,
a Ti acude, a Ti acude, Santo mío
este es tu pueblo querido
postrándose ante tu altar
y al pedirte en la oración
un favor hemos sentido;
vuestro manto nuestro nido
y sostén la Caridad. 

Mañana, 4 de mayo, es la Fiesta Solemne de San Francisco en Paula, ciudad natal de San Francisco. Podéis seguir la solemne celebración eucarística desde la Basílica del Santuario, a las 11:00 h. y presidida por el arzobispo de Cosenza vía Facebook: “Santuario Regionale San Francesco di Paola”, por el canal You Tube del santuario o en www.santuariopaola.it

¡VIVA SAN FRANCISCO DE PAULA!

2/5/20

DÍA 8º.- NOVENARIO A SAN FRANCISCO DE PAULA - ALAQUÀS (VALENCIA)

DÍA OCTAVO
Contemplando la virtud de la MANSEDUMBRE


(+) En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
“Glorioso Padre y Patriarca, San Francisco de Paula, pues os levantasteis con el glorioso renombre de taumaturgo en la Iglesia y sois el plenipotenciario de Dios, interceded con el Señor, si ha de ser para mayor honra y gloria suya y mi salvación, que consiga lo que pido y deseo en esta novena; Alcanzadme esta gracia si me conviene, y si no, enderezad mi petición y pedidle me dé aquello que más me convenga, para que yo consiga la vida eterna y le ame para siempre”.

(Ante la imposibilidad de elevar la alabanza del trisagio, cada persona contemple los misterios del Santo Rosario o la oración de Vísperas, según le sea más práctico o tenga costumbre.)

LECTURA BÍBLICA (1 Pe 2, 20b-25)
"¿Pues qué gloria hay en soportar los golpes cuando habéis faltado? Pero si obrando el bien soportáis el sufrimiento, esto es cosa bella ante Dios. Pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus huellas. El que no cometió pecado, y en cuya boca no se halló engaño; el que, al ser insultado, no respondía con insultos; al padecer, no amenazaba, sino que se ponía en manos de Aquel que juzga con justicia; el mismo que, sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia; con cuyas heridas habéis sido curados. Erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras almas."

REFLEXIÓN (Mn. Pedro San Clemente)

LA MANSEDUMBRE (1 Pe 2, 20b-25)
A punto de concluir ya nuestro novenario en honor a san Francisco de Paula, este octavo día nos propone contemplar la virtud de la mansedumbre en nuestro Santo. Es curioso que tal virtud que supo encarnar San Francisco de Paula, hoy en nuestro contexto social y en el uso del vocablo mansedumbre (no digamos ya del adjetivo “manso”) suele dársele un sentido negativo, peyorativo. Hoy, en general, se exalta al triunfador, al fuerte, al poderoso… aunque sea a costa de otros o pasando por encima de otros, se le exalta e incluso admira. Además no es algo que nos salga espontáneamente, en el fondo porque las identificamos con flojo, sin carácter, parsimonioso, mustio…
Al profundizar en la mansedumbre, enseguida nos damos cuenta de que es una actitud opuesta totalmente a la arrogancia, la vanagloria, al orgullo y el desprecio contra los pobres y los débiles. La mansedumbre no impulsa a la persona a atacar a los que la atacan, renuncia conscientemente a la utilización de la violencia y de la dureza, sabe ceder en las pequeñas cosas, porque estás segura de que hay algo más grande que el amor propio.
Esto no es algo que nos brota espontáneamente. El apóstol san Pablo en la carta a los Gálatas enumera los doce frutos del Espíritu: caridad, alegría, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad. La mansedumbre, por tanto, no nos brota espontáneamente porque, como es un fruto, debemos cultivarla y cuidarla para que se produzca. Es el fruto del Espíritu por el que la persona, ante las injusticias y ofensas, no se irrita ni alberga sentimientos de cólera o impaciencia, aunque sienta la mala educación de los demás, los desprecios, las humillaciones. Al contrario, lo que hace es dejar su causa en las manos de Dios y esperar que el Espíritu Santo se encargue de su situación. Recuerden el momento de la vida del Santo de Paula que recordábamos ayer al reflexionar sobre la paciencia: ante la reprensión mordaz que el padre Antonio Scozzeta hacia durante su predicación, incluso el día que lo visita, el santo no responde irritado, con cólera, no pierde el equilibrio, no se impone ni domina, sino que con toda dulzura es capaz de mantener en sus manos carbones encendidos irradiando así el calor de los justos y dulces, siendo así atrayente, hasta conseguir del P. Antonio la conversión de su corazón: “Por caridad, caliéntese”. Dice el testigo Bernardino de Florio, que el P. Antonio lo veneró como santo y quiso abrazarle los pies. Y es que los que viven la mansedumbre irradian dulzura, un calor atrayente y, a veces, obtienen de los demás cosas que estos no harían jamás por otro.
Sin embargo, a veces la mansedumbre se malinterpreta como debilidad o pasividad, como si la persona se resignase a no actuar porque “¿qué vamos a hacer?” La mansedumbre cristiana no es solamente suavidad, es también fortaleza: suavidad y fortaleza, armonía de contrarios, que son reflejo del comportamiento de Cristo. A la suavidad de Jesús, a su dulzura, le acompaña su fortaleza para afirmar su verdad, la verdad de su Evangelio.
Como Cristo, San Francisco de Paula, vivió la mansedumbre tejida con fortaleza, para resistir el mal y hacerle frente con resuelta firmeza. Que como San Francisco, revestidos su devotos de humildad y espiritualidad penitencial, características propias de la vida mínima, seamos como él, hombres y mujeres de gran dulzura, que saben acoger al hermano dando palabras de ánimo en el momento oportuno y que en la corrección y en la vida sepamos unir, como nuestro santo patrón, la firmeza de la justicia y la dulzura de la misericordia, armonía de contrarios que definen la virtud de la mansedumbre.

ORACIÓN PARA PEDIR LA VIRTUD DE LA MANSEDUMBRE
¡Oh, glorioso San Francisco de Paula!, por aquella serenidad inalterable de tu espíritu, por aquella afabilidad de trato y benignidad de rostro que hicieron que te distinguieras en la virtud de la mansedumbre, a ti nos dirigimos con la plena confianza de obtener del Altísimo la Gracia que humildemente imploramos desde hace tanto tiempo. Haz, ¡oh Santo de la mansedumbre!, que viviendo también nosotros en la práctica constante de esta hermosa virtud moral, manteniéndonos serenos y resignados en medio de los altibajos de la vida, nos hagamos merecedores de reinar eternamente contigo en la paz imperturbable del Cielo. Amén

(En memoria de los 6 años que estuvo san Francisco de Paula en el desierto de Paula rezaremos 3 padrenuestros con Avemaría y gloria o recitamos las Letanías de San Francisco)

LETANÍAS DE SAN FRANCISCO DE PAULA
Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad
Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos
Dios, Padre celestial, ten misericordia de nosotros
Dios, Hijo, Redentor del mundo
Dios, Espíritu Santo
Trinidad Santa, un solo Dios
Santa María, ruega por nosotros
Santa Madre de Dios
Santa Virgen de las Vírgenes
San Francisco de Paula
Pastor clementísimo
Guardián solícito
Intercesor eficaz
Protector asiduo
Abogado nuestro
Patrón amable
Modelo de penitencia
Norma de humildad
Fundador de los Mínimos
Portaestandarte de la caridad
Seguidor de la pobreza
Regla de la castidad
Padre de los pobres
Amparo de los débiles
Varón lleno del Espíritu Santo
Impetrador de favores
Ayuda en las angustias
Tú, que venciste al demonio y al pecado
Tú, que curaste a los enfermos
Tú, que resucitaste a los muertos
Taumaturgo en todo género de milagros
Santo Padre de los Mínimos, conserva tu familia, te rogamos óyenos.
Santo Padre Francisco de Paula, guarda nuestra ciudad y al mundo entero
Santo Padre, intercede por nosotros 
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, perdónanos Señor
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, escúchanos Señor
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten misericordia de nosotros.

CANTO
Oh san Francisco glorioso 
de Paula realce y honor.
Míranos Tú, bondadoso, 
y danos Fe y santo amor.

Protege a la Iglesia Madre nuestra,
sé firme de la patria protector,
y a todos libre, tu potente diestra
de toda seducción y todo error.

¡Oh San Francisco glorioso!, …

Después del canto, haremos un momento de silencio, pediremos por todos los fieles difuntos, por el fin de la pandemia, así como la gracia especial que, por intercesión de san Francisco de Paula, deseemos alcanzar. 

ORACIÓN GENERAL
Santísimo Padre mío, San Francisco de Paula, yo os suplico por la pasión y muerte de Jesús, de quien fuisteis tan devoto, y por su Santísima Madre, de quien en el desierto recibisteis preciosísimo néctar, me alcancéis el mayor favor que es un amor a todas las virtudes y la perseverancia en ellas; El que no sea yo tan infeliz, que llegue a entrar en el camino de la perfección y no acabe la carrera: antes merezca por vuestra intercesión, un verdadero arrepentimiento de todos mis pecados, que el demonio huya de mi para que no me engañe, ni atienda yo a sus halagos acibarados y llegue al último grado de las virtudes, que es el amor de Dios, y gozar en compañía de la Virgen Madre y de todos los coros de los ángeles, de la vuestra y de todos los demás santos del cielo, los eternos regalos de la gloria. Amén

GOZOS
Sois lucero de humildad, 
Francisco en Paula nacido. 
Mínimo de Dios querido, 
nuevo sol de caridad. 

Con tal celo a Dios amasteis 
que todo temor huyendo,
en medio de un horno ardiendo
sin lesión alguna entrasteis, 
donde por vuestra bondad 
fénix de Dios habéis sido.
Mínimo de Dios ... 

Una suprema virtud 
del cielo os fue concedida 
para dar a los muertos vida
y a los enfermos salud,
al cautivo libertad 
contento al ciego y tullido.
Mínimo de Dios ...

En toda necesidad,
nuestro ruego es de ti, oído,
Mínimo de Dios querido, 
nuevo sol de caridad. 

V/. Ruega por nosotros San Francisco de Paula
R/. Para que seamos dignos de alcanzar, las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

ORACIÓN
Señor, Dios nuestro, grandeza de los humildes, que has elegido a san Francisco de Paula, Mínimo entre los hermanos, para elevarlo a la gloria de tus santos, concédenos, por su intercesión y a imitación suya, alcanzar de tu misericordia el premio prometido a los humildes. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén

HIMNO DE SAN FRANCISCO DE PAULA
Al Mínimo de Dios querido,
nuestro Padre protector,
himnos de gloria y honor,
cantémosle, cantémosle sin cesar:
Patriarca San Francisco
de Paula nuestro consuelo,
gloria te den tierra y cielo,
por tu grande Caridad.

En día de tribulaciones,
a Ti acude, a Ti acude, Santo mío
este es tu pueblo querido
postrándose ante tu altar
y al pedirte en la oración
un favor hemos sentido;
vuestro manto nuestro nido
y sostén la Caridad.