31/7/22

XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO C)


 
XVIII Domingo del tiempo ordinario (Ciclo C)
“Guardaos de toda clase de codicia”

La palabra de Dios de este domingo nos habla sobre los bienes materiales y espirituales. Nos advierten acerca del peligro de la avaricia, la cual es un pecado y un vicio relacionado con el apego a los bienes materiales y con el deseo de tener mucho.

La Primera Lectura del Libro del Eclesiastés (Qo 1, 2; 2, 21-23) nos habla de la poca importancia que tienen los bienes materiales y ante tantos afanes y tantas angustias de este mundo. ¿Qué actitud nos conviene tomar?
La primera lectura nos dice que debemos tomarnos la vida sin envidias, afanes, comparaciones con las riquezas de los otros. Pero a esa actitud de Qohélet le falta una dimensión, la que Jesús nos ofrece en la parábola del evangelio.

En la Segunda Lectura, San Pablo (Col 3, 1-5. 9-11) nos invita muy claramente a ocuparnos “de los bienes de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios”.
Es decir, de lo que tiene relación con nuestra vida espiritual, de los bienes que tenemos que buscar para llegar a nuestra meta, que es el Cielo. Menciona también San Pablo la “avaricia”, “como una forma de idolatría”.
Pues el deseo excesivo de bienes materiales, la satisfacción de caprichos inventados o innecesarios terminan por convertir al dinero en un dios falso, en una cosa a la que se le rinde culto, porque se le pone por encima de todas las demás cosas, por encima de los bienes espirituales, por encima de Dios.
Como cristianos, nuestra vida está escondida en Cristo, es decir es El quien nos inspira, quien nos va liberando de todo aquello que en la tierra nos ate, o nos lleva a enfrentarnos los unos a los otros.

El Evangelio (Lc 12, 13-21) también nos habla de la avaricia: “Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea”. De hecho, el evangelio es como la respuesta a los planteamientos de Qohélet en la primera lectura.
Pero... ¡qué difícil es no estar apegado a los bienes de la tierra: dinero, propiedades, comodidades, lujos, gustos, placeres, seres queridos, etc.! Y si nos fijamos bien, en la Palabra de Dios el Señor nos pide apegarnos solamente a los bienes de allá arriba y desprendernos totalmente de lo que solemos llamar “las cosas de este mundo”.
Los que siguen a Jesús, pues, tienen que sacar, según Lucas, las conclusiones de este seguimiento. Si no se desprenden de las riquezas, si se preocupan de amasarlas constantemente, además de cometer injusticia con los que no tienen, se encontrarán, al final, con las manos vacías ante Dios, porque todo su corazón estará puesto en tener un tesoro en la tierra.

La acumulación de riquezas, pues, es una injusticia y la injusticia es contraria al Reino de Dios. “¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida?”
Por lo tanto, como familia de san Francisco de Paola, este evangelio es una llamada clara a la primacía de Dios sobre todas las cosas y a la caridad como signo de amor y del pan compartido con los pobres y necesitados. Los discípulos reconocieron el maestro al partir el pan, y tú haz lo mismo.

P. Désiré O. M.
Convento de Sevilla

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