De San Francisco sólo tenemos un grabado del retrato original que hizo Jean
Bourdichon, el pintor de la corte francesa, cuando hubo muerto el Santo,
teniendo ante sí el molde de su rostro tomado de su cadáver. Esta
representación influyó poderosamente en toda la producción artística sobre San
Francisco a lo largo de todo el siglo XVI. Generalmente se le representa con
rostro de edad avanzada, como un hombre de estatura alta y de constitución
física recia, de nariz aguileña, con la cara cubierta de barba, ascético, y un
poco severo, y muchas veces absorto en profunda contemplación, y a veces con la
cara de éxtasis. Acaso sea ésta la imagen que San Francisco dejó en edad
provecta y que por eso quedó impresa en su iconografía. Los escritores del
tiempo lo describen así: Hombre de estatura superior a la media… con cara un
poco oblonga… bien proporcionado, delgado y, curtido o arrugado como hombre de
campo, proyectando más bien la edad más avanzada del santo. La nariz era gruesa
y alargada, la frente amplia, los ojos grandes y luminosos, coronados por cejas
espesas. Que más o menos corresponde a la descripción que de él hace el
autor Anónimo contemporáneo: Llevaba la barba y los cabellos, como ya he
dicho, algo largos, no en exceso. Era de complexión gruesa y de constitución
recia. Y aunque siempre vivió con gran abstinencia, gozaba no obstante de buena
salud, de aspecto rubicundo, como si todos los días comiera exquisitos
manjares. Externamente aparentaba estar gordo, si bien en realidad era huesos y
piel. Por eso concluye haciendo una preciosa alusión, con quien pudiera
asemejarse Francisco: Se parecía -dice- a San Antonio Abad, como
habitualmente se le representa.
Que San Francisco fuera de estatura más bien alta lo podemos deducir por la
indumentaria (manto, capucho, zuecos) que él usó y que se conservan en el
santuario de Paula. De joven sus cabellos -si tenemos en cuenta las
declaraciones del testigo 4 del Proceso Cosentino-, “resplandecían como hilos
de oro”. Y que fuera de constitución recia, también resulta de las
descripciones hechas sobre su figura por algunos testigos del Proceso
Cosentino: Se le veía caminar descalzo por el campo, yendo entre espinos y
piedras; trabajaba durante todo el día, rompiendo piedras con un mazo y cavando
la tierra. Todos lo describen como un hombre acostumbrado a todo tipo de
fatigas, coincidiendo así con lo que también escribía el autor Anónimo, cuando
dice: De día trabajaba más que seis personas. Su porte físico se veía
correspondido con un rostro alegre y plácido, dice un testigo, que a su
vez sintonizaba con el rostro apacible, del que habla el Anónimo.
Tenemos pues la imagen de un hombre que es, ciertamente, un asceta, pero que se
presenta sereno, jovial y afable en su aspecto externo.
A su retrato físico añadimos una breve reflexión sobre el ambiente en que vivió
Francisco. Es importante porque nos ayudará a entender tanto su comportamiento
como a conocer su personalidad.
El ambiente en que vive es eminentemente agrícola, pero de una agricultura de
subsistencia, pues la situación geográfica no permitía una agricultura
intensiva. Y aunque era de familia campesina, la suya tal vez gozaba de un
cierto bienestar, ya que eran propietarios de algunos terrenos; no obstante, eran
ellos los que tenían que cultivar sus tierras. Este ambiente lógicamente hizo
de él un campesino, como luego lo calificará el enviado del Papa Paulo
II en el encuentro que tuvo con él en Paula. Por tanto campesino no sólo por su
aspecto externo, sino incluso por su temperamento, en el sentido que tanto su
psicología como sus ademanes y formas de expresarse se vieron influenciadas por
el modo y formas del ambiente al que pertenecía. A Francisco no le molestó este
calificativo, más aún, se alegra de ello, ya que le ayuda a ser como es. Y en
realidad, en su forma de ser, Francisco aparecía como un campesino:
caminaba descalzo, llevaba un hábito remendado, tenía barba larga y cabellos
algo descuidados. Es muy importante tener en cuenta el ambiente y su procedencia
social para poder entender cómo acoge él la vocación de ser profeta de la
penitencia dentro de la Iglesia.
Queda claro que el ambiente familiar de Francisco es el de la gente humilde de
Paula, y, en general, de Calabria; y será esta la gente que mayoritariamente
encontraremos a su alrededor, y será de esta gente de la que él prefiera
rodearse, ya que con ella comparte los duros trabajos manuales, de labrador y
leñador.
P. Giuseppe Morosini O. M.
No hay comentarios:
Publicar un comentario