14/5/20

CARTA DEL CORRECTOR GENERAL O. M. EN LA CLAUSURA DEL V CENTENARIO DE LA CANONIZACIÓN DE SAN FRANCISCO DE PAULA




Clausura del Centenario en tiempos de la pandemia Covid 19

CARTA DEL P. GENERAL, P. GREGORIO COLARTI, 
A LA FAMILIA MINIMA,
FRAILES, MONJAS, TERCIARIOS

Queridos hermanos,

1.- COMO LOS DISCÍPULOS SIEMPRE EN LA MISMA BARCA

1.1.- El 27 de marzo de 2019, en la apertura del V Centenario de la Canonización de San Francisco, nuestro Padre y Fundador, nos dimos cita en Paula por las fiestas de mayo de 2020 (1) para completar el ciclo de los Centenarios, que desde 2007 (V de la muerte) al 2016 (VI del nacimiento) hemos celebrado, como un don de Dios para nuestra familia Mínima.

¡Esto no ha sido posible! El trágico acontecimiento del Coronavirus Covid 19 ha paralizado a la humanidad. El mundo se ha parado. Heridos por un enemigo invisible, hemos entrado en una larga cuarentena de la que iremos saliendo gradualmente, según las diversas situaciones.

El Papa Francisco (2), comentando el Evangelio de Mc 4, 35-41, ha descrito esta dramática situación planetaria que ha golpeado el estado de ánimo de todos nosotros: Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso; se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa.

1.2.- Nunca como hasta ahora, la imagen de la barca, símbolo de la Iglesia, propuesta en nuestro Documento Final del LXXXVI Capítulo General (3) se ha evidenciado que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados, pero al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente (4).

Esta pandemia no ha respetado a nadie.

Todos hemos estado ‘encerrados’, confinados, condicionados, limitados en nuestros movimientos. Todo ha cambiado: trabajo, colegio, negocio. De repente han volado proyectos, programas de corto o largo plazo. Las relaciones, la vida familiar, social han sido y aún siguen ‘off-limits’. Tampoco las celebraciones litúrgicas ni la actividad pastoral han sido excepción. Duro golpe para la vida eclesial, ya probada por el contexto cultural secularizado y post-moderno.

1.3.- Hay que constatar que desde el confinamiento en casa hemos asistido por medios audiovisuales y hemos sido protagonistas de muchas iniciativas y actividades de todo género para afrontar esta dolorosa situación planetaria. Ha habido una reaparición de humanidad, solidaridad, responsabilidad, acercamiento efectivo y creativo, voluntariado, caritativo, heroico compartir y participación con la realidad y las personas afectadas por el sufrimiento.

Otro tanto ha sucedido en el campo de la fe: se ha notado la necesidad de Dios, alimentada por muchos y significativos gestos, particularmente llevados a cabo por el Papa, cuya voz y actividad ha conmovido y consolado los corazones, infundiendo esperanza. Recordaremos mucho las imágenes de las celebraciones de la Semana Santa en San Pedro, con la plaza y basílica vacías: más que los gestos y las palabras ha penetrado en nuestro interior el silencio orante, que nos ha llevado ante el Cristo Crucificado, ancla y timón (5), sentido y luz para todo hombre.

Por ahora vivimos en un estado de limbo, en busca de remedios, de vacunas, de nuevos caminos, de medios para superar esta crisis mundial que ha cosechado víctimas como en una guerra.


2.- A LA LUZ DE LA FE

2.1.- Queridos hermanos, cada uno haga su lectura de las muchas, hermosas, interesantes y profundas reflexiones suscitadas, vengan de donde vengan. Hay materia para ayudarnos a revisar nuestra vida, concentrar nuestra existencia en lo esencial, en el unum est necessarium (Lc 10,42).

A los mantra que se escuchan “resistiremos y todo pasará”, se alternan interrogantes y dudas: “¿cómo saldremos de esta crisis; todo será como antes o diverso?”

No se puede negar que esta pandemia planetaria ha hecho abrir los ojos. Un pequeñísimo virus ha socavado el mito de la omnipotencia: el hombre es débil, frágil, vulnerable, mortal, no invencible; por sí solo muere, necesita del otro para afrontar la existencia y poder realizarse.

El Papa Francisco ha recordado que la tempestad actual:

a) ha desenmascarado nuestros “ego”, imagen y culto por los que tanto nos preocupamos;

b) ha descubierto una vez más, esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos: esa pertenencia como hermanos;

c) ha estigmatizado nuestra autosuficiencia: solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas (6).

2.2.- Acojamos, pues, con fe este momento dramático del Covid 19, no como un accidente ocurrido por casualidad; es la historia hodierna, que para nosotros, hijos de San Francisco de Paula se entrecruza con la celebración centenaria de su canonización. Es nuestra historia de salvación.

Si queremos honrar la memoria celebrativa, optemos, una vez más, por mantenernos en la barca con mar en calma o en tempestad, seguros de la compañía de Jesús, el Señor (7). Si dudamos de su presencia, confiados únicamente de nuestras fuerzas, peligramos de perdernos. Actuando así debilitamos el mensaje evangélico y dejamos de ser creíbles. Este es el verdadero problema de la Iglesia del cual somos responsables y del que tenemos obligación de responder y testimoniar.

No olvidemos que estar en la barca reclama el fluir continuo, el cambio cotidiano, la conversión y la formación permanente. De ahí la necesidad vital de ‘escuchar’ y ‘vigilar’ (8) para no encontrarnos sin preparación, desprovistos ante el tempestuoso virus del egoísmo que siempre nos acecha.

Solo con la fe en el Señor podemos afrontar esta batalla para no causar insensibilidad, indiferencia, divisiones, guerras (9).

Aceptemos esta situación como una oportunidad del soplo impetuoso del Espíritu que, una vez más, nos empuja a reorientarnos, a caminar con mayor valentía, a navegar con la misma fe que sostuvo a nuestro Santo Padre Francisco en la travesía del Estrecho y al dirigirse desde Calabria a Francia a finales del s. XV (10).

2.3.- No nos dejemos llevar por la nostalgia o la amargura de las reducidas manifestaciones y celebraciones centenarias. Antes bien valoremos más todo el bien, el sacrificio, lo creativo que hemos realizado nosotros u otros, precisamente en este período de aislamiento y de ayuno eucarístico forzado. Todos hemos podido notar y experimentar un cambio real en la vida eclesial; se ha incrementado la oración especialmente en familia y una gran cadena de solidaridad.

En virtud de nuestra espiritualidad reconozcamos en ello nuestro kairos, el hoy de la Palabra, de la salvación, del Espíritu que nos urge, una vez más, a convertirnos, o sea, a vivir como Mínimos, siervos humildes, penitentes, caritativos, consagrados a promover un cristianismo más humano, familiar, doméstico.

2.4.- Recordaremos, pues, el Centenario en la medida en que saquemos provecho para nosotros y los demás de todo lo que estamos experimentando, sin abdicar de la responsabilidad educativa (11), pero empeñándonos por convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, convencidos de que con el Señor a bordo, no se naufraga (12).

Daría mucha pena que tanto sufrimiento no encendiera nuestro corazón, dejándonos insensibles, indiferentes, esperando a que todo vuelva ‘como antes’ a un lento acomodarse a lo tradicional, a lo supuesto. Nuestro Centenario ha recibido un golpe final durante la cuarentena sanitaria que verdaderamente se ha revelado como un evidente desierto, un retiro espiritual, una prueba para nuestra vida.

Hemos sido llevados al exilio, y como para el pueblo hebreo, y también para nosotros este tiempo puede ser precursor de profecía: Dios ha sembrado signos de amor y de esperanza en esta historia tumultuosa. Tenemos la responsabilidad de leerlos, interpretarlos y actualizarlos para un futuro de vida nueva, de una humanidad que refleje la imagen del Creador.


3.- COMO NUESTRO PADRE SAN FRANCISCO

3.1.- Tenemos que preguntarnos, pues, en este momento si debamos abrir los ojos y redoblar nuestra meditación sobre las ‘virtudes’ características de nuestro Padre San Francisco. Es un cliché bien repetido, que a lo largo de la historia, y gracias a no pocas Cartas y Mensajes, ya sea de la Curia General como del Magisterio han contribuido y enriquecido más y más. Pero no es ni puede ser el punto de partida ni de llegada.

Nuestro mismo Padre y Fundador nos señala el corazón de su santidad y de la nuestra: Jesucristo. Nos salvamos, somos santos solo unidos a Él y sólo si unidos a Él estamos en comunión los unos con los otros (cfr I Jn 1, 7). En efecto, el motivo por el cual hemos sido reunidos es el de practicar el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, y ser un solo corazón y una sola alma en Dios nuestro Señor (I R I, 1). Es lo que nos llena el corazón y nos hace felices.

3.2.- No parezca superfluo, pues, preguntarnos qué papel asume Jesucristo en mi vida en estos días. De hecho la santidad se juega en lo íntimo del propio corazón y depende de la respuesta efectiva que cada uno da a este fundamental interrogante. Podemos estar seguros de que nuestro Señor nos está urgiendo en esta atormentada historia a que revisemos nuestra relación con Él y con los demás, y que encaminemos todas nuestras fuerzas al primado de la Vida del Espíritu.

3.3.- Muchas veces hemos oído y leído que estamos en un cambio de época, provocado y acelerado por las continuas innovaciones tecnológicas (14), y hasta puede ser que nos hayamos acostumbrado sin darnos cuenta a aceptar todo acontecimiento y situación.

De improviso, en estos días hemos experimentado un cambio diferente que ha tocado nuestra piel de manera irreversible. ¿Cómo no ver en ello una llamada a la “metanoia”? 

No hay auténtica conversión si no nos abrimos totalmente de mente, corazón y cuerpo (15) a la Palabra de Dios.

Nuestro Padre San Francisco es maestro, profeta y testimonio de conversión-penitencia: anteponiendo la relación con Dios, guiado por la Sagrada Escritura, leía cuanto acontecía en el día a día y, una vez interpretada la voluntad de Dios, se entregaba totalmente a la acción del Espíritu con gestos de acogida, reconciliación y caridad. 

Este último Centenario quedará en la ‘memoria’ como una celebración del binomio dolor y gozo, muerte y vida, angustia y esperanza, pasión y resurrección. ¿Quién no recuerda las pruebas sufridas y afrontadas por nuestro Fundador? Basta que pensemos en la reconciliación con el P. Antonio Scozzetta después de los reproches y desaprobaciones infundadas, en la serenidad mantenida durante la enfermedad, en la intercesión por la curación de los ciudadanos de Bormes, agradecido por la acogida ofrecida, en la paciencia y en la fe en Dios ante los acontecimientos y dificultades de sus religiosos en Francia.

Con su enseñanza y compañía podemos aprender a atravesar el crisol del sufrimiento, con el corazón fijo en Dios (Cfr R TOM I, 1) sin dejar espacio a la turbación o al miedo, confiados en la promesa del Señor Resucitado que nos asegura su presencia en medio de nosotros todos los días hasta el final de los tiempos (Cfr Mt 28,20), con gestos de conversión personal que viven en el día a día el mandamiento ‘amaos unos a otros’ (Cfr Jn 13, 24) y el servicio del amor recíproco (Cfr Jn 13, 2-35).

Francisco de Paula, hombre de Dios, nos asegura que esta es la fe que debemos alimentar y testimoniar siguiendo al Maestro (Cfr Lc 9, 23): al amanecer de la Resurrección se llega pasando por el viernes de la Cruz, el requerimiento filial de no abandonarnos en la tentación (Cfr Mt 6, 13), se concreta en los signos de la Pasión presentes en el cuerpo glorioso del Señor Resucitado (Cfr Jn 20, 20.27) enviado por el Padre (Cfr Jn 10, 10) para que ya ninguno de nosotros se sienta solo en la vida.

3.4.- Durante este largo desierto que nos ha forzado a permanecer en casa para preservar el don precioso de la vida, hemos tenido la posibilidad de superar la habitual y superficial convivencia y entrar en una cercanía más afectuosa y esmerada, con un mayor intercambio y participación en la vida y problemas del otro. Hemos sido ‘forzados’, en cierto modo, a mejorar las relaciones interpersonales: con más oración individual y comunitaria, trabajando de otra manera dentro de nuestras comunidades y de nuestras familias. Ciertamente nos hemos visto empujados a tocar y sanar con más frecuencia las debilidades y fragilidades propias y ajenas. Lo cual no habrá sido fácil, y menos dada la prolongada reclusión, pero afrontado conscientemente con mirada evangélica puede ser un camino abierto a un laboratorio de humanidad y fraternidad.

Por todo ello demos gracias al Señor que nos sale al encuentro en el otro a quien muchas veces “no considero ni acojo” como hombre y hermano.

No nos dejemos robar esta ocasión de crecimiento verdadero en el camino de la santidad, aceptando llevar los unos las cargas de los otros, según la exhortación de nuestra Regla (Cfr Ga, 6,2).


4.- EN CAMINO

Queridos hermanos,

4.1.- Llagada la cita del Lunes 4 de mayo 2020, solemnidad de nuestro Santo Fundador para toda la Orden, no pudiéndose realizar el deseo de llevar a cabo la Clausura del Centenario en Paula, dado el estado de alarma al que nos ha llevado el coronavirus Covid 19, procuremos encontrarnos ante el altar para celebrar comunitariamente el amor de Jesús, el Santo de Dios (Cfr Jn 6, 69), muerto y resucitado por nosotros. Este es el contagio (16) que tenemos que transmitir de corazón a corazón. Es el contagio necesario y vital del Amor sobre la raíz del mal (17).

Y si hemos experimentado lo trágico del Coronavirus, podemos experimentar los beneficios de la Corona Sanctorum, la multitud de frailes, monjas, terciarios y fieles que a lo largo de los siglos han actualizado y visibilizado la santidad de Francisco de Paula.

Ellos son precisamente los que nos han consignado el testimonio, es decir, la Luz de los Penitentes, para que mientras recorremos este siglo iluminemos, rescaldemos, coloreemos (18) de amor, gozo, paz, reconciliación, perdón mutuo los caminos de nuestra humanidad.

4.2.- Movidos por la ardiente pasión de nuestro Fundador por Dios, que le llevaba a remediar las necesidades y pobrezas de las personas que encontraba y las dramáticas situaciones de la historia, empeñémonos en dejar huellas de santidad en nuestro siglo XXI.

Por ello:

a) Miremos de promover el valor y el respeto del hombre como criatura, como persona amada por Dios. La Iglesia y nuestro mundo necesitan esta profecía. La vida y el mensaje de San Francisco nos ayudan a encontrar lo que la humanidad ha perdido y que tanto necesita: poner al otro al centro de nuestra atención para no experimentar las consecuencias del virus del egoísmo que destruye al hombre y a la naturaleza.

b) Respondamos a la sed de infinito, a la necesidad de Dios tan proclamada en este tiempo. Solo una vida de oración personal y comunitaria a la escucha de Dios y su Palabra celebrada y vivida puede cautivar la atención y suscitar preguntas en el corazón del hombre. ¿Cómo no recordar la profunda conversión del Rey Luis XI, conquistado por el rostro orante del eremita calabrés?

c) Y si nos ha impresionado el silencio ensordecedor de nuestras calles y particularmente el silencio orante de Plaza San Pedro, quiere decir que hay necesidad de responder al deseo de descubrir el propio yo; quiere decir que es necesario responder al deseo de interioridad y de felicidad verdadera. La actual comunicación rumorosa, solitaria, veloz, impide entrar dentro, en profundidad. Que San Francisco nos enseñe con su ejemplo a ser hombres libres según la verdad del Evangelio (Cfr Jn 8, 32) y nos ayude a encontrar e inventar para nosotros y para los demás espacios y tiempos nuevos para sintonizar con Dios y con nosotros mismos.

d) Aumentan los marginados de toda clase; se multiplican las periferias existenciales a la vez que son confinadas de la actual sociedad y cultura; se escoge y aumenta la distancia entre ricos y pobres, entre los muchos sud y nortes del mundo, se levantan muros en defensa de las economías locales, y, en este momento particular de pandemia contra el otro como potencial untador. El verbo más proclamado es acoger, pero en realidad es el más desoído y no atendido. Conocemos la actividad acogedora de nuestro Santo Fundador: no hay límites para él ni interrupciones ni excepciones. Está disponible para cualquiera que se acerca a él, confortando e inspirando ánimo. Ésta es la dirección que hay que seguir con determinación en nuestras vidas.

e) La acogida es la puerta que abre a la solidaridad y a la cercanía, que mueve el corazón al voluntariado y al compartir. Hemos sido espectadores y actores de mucha generosidad humana en este tiempo. El Espíritu que movió a Francisco en su tiempo nos anime a ser generosos y fecundos en nuestro apostolado para con los últimos y los pobres.

f) Pero no es suficiente. Ante los trágicos sucesos de estos días se han multiplicado los samaritanos, de diferentes religión y raza: todos ellos se han esmerado en curar y confortar a cuantos sufrían en el espíritu o en el cuerpo. Hay futuro para la humanidad si sabemos ayudarnos y llevar los unos las cargas de los otros (Cfr Ga 6, 2). Nuestra espiritualidad penitencial nos lleva “a interesarnos sin reservas por los que sufren, a acompañar al que padece, al que está a la búsqueda, al hombre que vive en alguna de las diversas pobrezas” (19). Ésta es la charitas de San Francisco que cada uno de nosotros tiene que saber encarnar y testimoniar cada día.

g) Son muchas las situaciones de falta de paz, de sufrimiento, división, injusticia que la globalización ha puesto de manifiesto. Que en virtud de un Dios que nos espera con los brazos abiertos, intensifiquemos la actividad que mueva a la reconciliación y al perdón recíproco comenzando por nuestras realidades, de justicia social, de despertar las conciencias.

h) No bastan las palabras para mover y conquistar el corazón del hombre contemporáneo; se necesita el rostro alegre de cada uno de nosotros, de nuestras comunidades, de nuestras fraternidades que manifieste y transparente el gozo de ser amados de Dios: es como se vivía en los orígenes de nuestra historia como hijos de Francisco de Paula. Todos los que se relacionaban con él o con su comunidad volvían alegres y contentos, como contagiados. Se podía experimentar y vislumbrar la belleza de quien se consigna totalmente al Amor para vivir de Amor (20).

Conclusión:

Como hicimos en la apertura del Centenario, renovemos en la Eucaristía de acción de gracias el deseo de vivir en el tiempo y en la historia aspirando a las cosas celestes (Cfr Col 3, 1), empeñados cada día en mirar a Cristo, y a Cristo Crucificado ((Cfr I Co 2, 2) y Resucitado (21), con los ojos y el corazón de nuestro Padre Francisco.

Reafirmamos todos nuestros propósitos con la oración que el Papa León X dirigió al Señor aquel primero de mayo de 1519, día en el que presentó a la Iglesia a Francisco de Paula, como nuevo Santo y modelo para todo cristiano (22):

Servitutis nostrae tibi, Domine, iura solventes, quaesumus ut, Beati Francisci de Paula confessoris tui patrocinio suffragante, in nobis tua dona multiplices et ab ómnibus tuearis adversis. Per Christum Dominum nostrum. (Al satisfacerte, oh Señor, el tributo de nuestra sumisión, te rogamos que mediante el patrocinio de San Francisco de Paula, tu Confesor, te dignes multiplicar en nosotros tus celestiales dones y librarnos de toda adversidad. Por Jesucristo nuestro Señor).

Roma, Convento de San Francisco de Paula ai Monti, 1 de mayo de 2020



P. Gregorio Colatorti
Corrector General



NOTAS:

1) Cfr. Carta A vosotros hermanos, Frailes, Monjas, Terciarios, 6 de marzo 2019, Miércoles de Ceniza.

2) Papa Francisco. Meditación del Santo Padre, Viernes, 27 de marzo de 2020.

3) ORDEN DE LOS MÍNIMOS, LXXXVI Capítulo General “Testigos de Cristo en la condición de conversión y çexodo”.

4) Meditación, ibid.

5) Ibid.

6) Ibid.

7) DocF, 1, p. 4.

8) Ibid. Pp 5-6.

9) Papa Francisco, Meditación.

10) Cfr. DocF. 0. 2, p. 10 ss.

11) Cfr. DocF. 2. 2, pp 15-16

12) Papa Francisco, Meditación.

13) Cfr. DocF. Pp 11-13.

14) Cfr. DocF. Pp 2-3.

15) Cfr. Carta, A toda la Familia Mínima: Frailes, Monjas, Terciarios del 26 de febrero 2020.

16) Papa Francisco, Mensaje Urbi et Orbi, Pascua, Domingo 12 de abril 2020.

17) Cfr. Ibid.

18) Cfr. Carta, A vosotros, frailes, monjas y terciarios de la Familia de los Mínimos, Roma, 1 de noviembre de 2018.

19) Cfr. Centro Vocacional General de la Orden de los Mínimos, Plan de Pastoral Vocacional, Roma, 1992, n. 5.4.

20) Cfr. Carta, A vosotros, frailes, monjas y terciarios de la Familia Mínima, 1 nov. 2018.

21) Cfr. Carta, A toda la Familia Mínima: Frailes, Monjas, Terciarios del 26 de febrero 2020.

22) LEÓN X, Excelsus Dominus, Bula de canonización, en BUOM, XV (1969), p. 53.

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