PRIMER DÍA
Contemplando la virtud de la HUMILDAD
(+) En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Glorioso Padre y Patriarca, San Francisco de Paula, pues os levantasteis con el glorioso renombre de taumaturgo en la Iglesia y sois el plenipotenciario de Dios, interceded con el Señor, si ha de ser para mayor honra y gloria suya y mi salvación, que consiga lo que pido y deseo en esta novena; Alcanzadme esta gracia si me conviene, y si no, enderezad mi petición y pedidle me dé aquello que más me convenga, para que yo consiga la vida eterna y le ame para siempre. Amén.
(Ante la imposibilidad de elevar la alabanza del trisagio, cada persona contemple los misterios del Santo Rosario o la oración de Vísperas, según le sea más práctico o tenga costumbre.)
LECTURA DEL EVANGELIO (Lc 24,13-35)
"Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que dista sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó a ellos y caminó a su lado; pero sus ojos estaban como incapacitados para reconocerle. Él les dijo: «¿De qué discutís por el camino?» Ellos se pararon con aire entristecido. Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que han pasado allí éstos días?» Él les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron. Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles que decían que él vivía. Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.»
Él les dijo: “¡Qué poco entendéis y cuánto os cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No tenía que ser así y que el Cristo padeciera para entrar en su gloria?” Y comenzando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras. Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le rogaron insistentemente: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Entró, pues, y se quedó con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su vista. Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido al partir el pan."
REFLEXIÓN (Mn. Pedro San Clemente)
LA HUMILDAD (Lc 24,13-35)
Ayer viernes concluíamos este trecenario en honor a san Francisco de Paula, marcado por la pandemia del coronavirus, que nos ha ido preparando, nos ha ido ayudando a repensar nuestro camino de fe, nuestra vida cristiana, esta vez confinados en casa, a la luz de las virtudes que nuestro santo supo hacer vida. Este trecenario que concluíamos ayer nos ha preparado para vivir con más profundidad, si cabe, la fiesta del santo, que no celebraremos con gran solemnidad, pero si con gran devoción, y también su prolongación que es este novenario que hoy iniciamos. Nueve días para honrar y venerar a nuestro santo patrón, SAN FRANCISCO DE PAULA.
Celebramos siempre la fiesta de S. Francisco de Paula en la Pascua del Señor donde se hacen vida, como en nuestro santo, los dones del Espíritu. Estamos en Pascua, queridos devotos de san Francisco. El pueblo cristiano nos sentimos renovados y rejuvenecidos en el Espíritu, con la alegría de haber recobrado la adopción filial, renovados con este sacramento de vida eterna, porque en la resurrección del Hijo nos ha dado el Señor motivo para una alegría que nada ni nadie, tampoco el coronavirus, nos puede arrebatar, una alegría que nos lleva a la acción de gracias, porque nos hace sentir que como san Francisco de Paula, también nosotros alcanzaremos la Bienaventuranza eterna si somos, como Cristo y nuestro santo patrón, mansos y humildes de corazón.
No se cómo cada uno de ustedes comienza este novenario a san Francisco de Paula, en qué situación personal de fe se encuentran, pero podría pasarnos que nos sintiéramos retratados en esos dos discípulos que caminan hacia Emaús. Ellos tienen una clara crisis de fe: nosotros esperábamos...”, “nosotros creíamos...” No están seguros de nada. También a nosotros nos ocurre esto a menudo, y puede estar ocurriéndonos ahora en esta crisis marcada por la pandemia que nos asola. Los discípulos no reconocen al Maestro: sus ojos están cerrados. No tendrían que haberse puesto en marcha para refugiarse en su casita de Emaús, no tendrían que haber dejado Jerusalén: no hay que abandonar la comunidad, sobre todo si se están pasando momentos de desánimo y desorientación. Estos días de confinamiento pueden ser para nosotros días de eclipse, días en los que no reconocemos al Señor ni aunque se nos presente como compañero de camino. El relato de Lucas está escrito con toda intención para animar a las generaciones siguientes, a nosotros, a los cristianos que no hemos visto, ni oído, ni tocado al Señor como sus contemporáneos. Sin embargo, también nosotros lo podemos reconocer y animarnos con su presencia.
Así lo han hecho tantas generaciones de cristianos, así lo han hecho tantos santos. Así lo hizo san Francisco de Paula y tantas generaciones de mínimos, religiosos o seglares que lo han seguido.
Lo podemos reconocer en la Fracción del Pan, o sea, en la Eucaristía, el sacramento más inefable que pensó Jesús para seguir siendo, él mismo, alimento para el camino de los suyos “hasta que venga” al final de los tiempos.
Lo podemos reconocer en la Palabra. “Les explicó las Escrituras... ¿no ardía nuestro corazón mientras nos hablaba?” Cuando leemos y meditamos las lecturas bíblicas, sobre todo el Evangelio, es Jesús mismo, aunque no le veamos ni nos parezca oírle directamente, quien nos comunica su mensaje; más aún, es él mismo quien se nos da, porque él es la Palabra definitiva de Dios.
Lo podemos reconocer en la Comunidad. Cuando los dos discípulos de Emaús llegaron a donde estaba el grupo de Jerusalén, oyeron la Buena Noticia: “era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón”. Nunca hemos de dejar la comunidad.
Y lo podemos reconocer en la caridad fraterna. Ellos aunque estuvieran tan desanimados, tuvieron el gesto de invitar al “peregrino” desconocido a cenar con ellos. Y allí es donde se les abrieron los ojos. La caridad fraterna es la mejor clave y el mejor ambiente para reconocer la presencia del Señor en nuestras vidas.
A todas estas cosas nos invita este novenario que hoy iniciamos. A esto nos invita el santo de Paula: como él, ¿soy capaz de reconocer al Señor Resucitado en la Eucaristía, en la Palabra, en la comunidad, en la Caridad fraterna?
Cada uno de los días de esta novena que hoy iniciamos vamos a ir pidiéndole a Dios por intercesión del santo que nos vaya revistiendo de sus mismas virtudes. Todas ellas nos han de llevar a Jesús, para poder tener sus mismos sentimientos y sus mismas actitudes. Hoy le pedimos la virtud de la HUMILDAD. Que como san Francisco de Paula, vivamos la humildad para llenarnos de Dios, no desde la voluntad de hacerlo sino desde la humildad de necesitarlo de Dios, para que sea Él quien haga engendrar y crecer su vida en nuestros corazones.
Que este novenario sea un camino espiritual, imagen de nuestro seguimiento de Cristo, que iniciado con la virtud de la humildad, aparte de nosotros todo desánimo o cansancio. Que el ejemplo del santo de Paula, robustezca y renueve cada día nuestra fe, viviendo, como san Francisco de Paula lo hizo en su momento, la convicción de la perenne actualidad de Cristo y su mensaje, que es el mismo ayer, hoy y siempre: EL MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN.
ORACIÓN PARA PEDIR LA VIRTUD DE LA HUMILIDAD
¡Oh glorioso San Francisco de Paula! Por aquella profunda humildad que te hizo grande y poderoso ante Dios, te suplicamos nos obtengas de su infinita bondad las gracias más necesarias para nuestra salvación, y aquella en particular que ahora tanto necesitamos y por la que venimos a suplicarte.
Por esta virtud característica que te distinguió como el “mínimo” de todos, ayúdanos a destruir en nosotros todo sentimiento de orgullo; alcánzanos un verdadero conocimiento de nuestra nada; haz que manteniéndonos siempre humildes y pequeños a nuestros ojos, consigamos vernos ensalzados a los ojos de Dios. Amén
(En memoria de los 6 años que estuvo san Francisco de Paula en el desierto de Paula rezaremos 3 padrenuestros con Avemaría y Gloria o recitamos las Letanías de San Francisco)
LETANÍAS DE SAN FRANCISCO DE PAULA
Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad
Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos
Dios, Padre celestial, ten misericordia de nosotros
Dios, Hijo, Redentor del mundo
Dios, Espíritu Santo
Trinidad Santa, un solo Dios
Santa María, ruega por nosotros
Santa Madre de Dios
Santa Virgen de las Virgenes
San Francisco de Paula
Pastor clemetísimo
Guardián solícito
Intercesor eficaz
Protector asiduo
Abogado nuestro
Patrón amable
Modelo de penitencia
Norma de humildad
Fundador de los Mínimos
Portaestandarte de la caridad
Seguidor de la pobreza
Regla de la castidad
Padre de los pobres
Amparo de los débiles
Varón lleno del Espíritu Santo
Impetrador de favores
Ayuda en las angustias
Tú, que venciste al demonio y al pecado
Tú, que curaste a los enfermos
Tú, que resucitaste a los muertos
Taumaturgo en todo género de milagros
Santo Padre de los Mínimos, conserva tu familia, te rogamos óyenos.
Santo Padre Francisco de Paula, guarda nuestra ciudad y al mundo entero
Santo Padre, intercede por nosotros
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, perdónanos Señor
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, escúchanos Señor
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten misericordia de nosotros.
CANTO
Oh san Francisco glorioso
de Paula realce y honor.
Míranos Tú, bondadoso,
y danos Fe y santo amor.
¡Oh gran Francisco, muy amable Santo
con tierno corazón de serafín!,
A los devotos que te invocan tanto,
concede gracia y dichoso fin.
Oh San Francisco glorioso
Después del canto, haremos un momento de silencio, pediremos por todos los fieles difuntos, por el fin de la pandemia, así como la gracia especial que, por intercesión de san Francisco de Paula, deseemos alcanzar.
ORACIÓN GENERAL
Santísimo Padre mío, San Francisco de Paula, yo os suplico por la pasión y muerte de Jesús, de quien fuisteis tan devoto, y por su Santísima Madre, de quien en el desierto recibisteis preciosísimo néctar, me alcancéis el mayor favor que es un amor a todas las virtudes y la perseverancia en ellas; El que no sea yo tan infeliz, que llegue a entrar en el camino de la perfección y no acabe la carrera: antes merezca por vuestra intercesión, un verdadero arrepentimiento de todos mis pecados, que el demonio huya de mi para que no me engañe, ni atienda yo a sus halagos acibarados y llegue al último grado de las virtudes, que es el amor de Dios, y gozar en compañía de la Virgen Madre y de todos los coros de los ángeles, de la vuestra y de todos los demás santos del cielo, los eternos regalos de la gloria. Amén
GOZOS A SAN FRANCISCO DE PAULA
Sois lucero de humildad,
Francisco en Paula nacido.
Mínimo de Dios querido,
nuevo sol de caridad.
Fuisteis divino varón
por gran milagro engendrado,
y de niño aficionado
a virtud y religión,
donde con fe y castidad
continuo habéis asistido.
Mínimo de Dios …
Es mínimo vuestro nombre
porque a todo honor mundano
gustasteis al dar de mano
con tan subido renombre
y en fe de aquesta verdad
llevamos vuestro apellido.
Mínimo de Dios …
En toda necesidad,
nuestro ruego es de ti, oído,
Mínimo de Dios querido,
nuevo sol de caridad.
Ruega por nosotros San Francisco de Paula
R/. Para que seamos dignos de alcanzar, las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
ORACIÓN
Señor, Dios nuestro, grandeza de los humildes, que has elegido a san Francisco de Paula, Mínimo entre los hermanos, para elevarlo a la gloria de tus santos, concédenos, por su intercesión y a imitación suya, alcanzar de tu misericordia el premio prometido a los humildes.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén
HIMNO DE SAN FRANCISCO DE PAULA
Al Mínimo de Dios querido,
nuestro Padre protector,
himnos de gloria y honor,
cantémosle, cantémosle sin cesar:
Patriarca San Francisco
de Paula nuestro consuelo,
gloria te den tierra y cielo,
por tu grande Caridad.
En día de tribulaciones,
a Ti acude, a Ti acude, Santo mío
este es tu pueblo querido
postrándose ante tu altar
y al pedirte en la oración
un favor hemos sentido;
vuestro manto nuestro nido
y sostén la Caridad.
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