TERCER DÍA
Contemplando la virtud de la CARIDAD
(+)
En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo
ORACIÓN
PARA TODOS LOS DÍAS
“Glorioso
Padre y Patriarca, San Francisco de Paula, pues os levantasteis con
el glorioso renombre de taumaturgo en la Iglesia y sois el
plenipotenciario de Dios, interceded con el Señor, si ha de ser para
mayor honra y gloria suya y mi salvación, que consiga lo que pido y
deseo en esta novena; Alcanzadme esta gracia si me conviene, y si no,
enderezad mi petición y pedidle me dé aquello que más me convenga,
para que yo consiga la vida eterna y le ame para siempre”.
(Ante
la imposibilidad de elevar la alabanza del trisagio, cada persona
contemple los misterios del Santo
Rosario
o la oración de Vísperas,
según le sea más práctico o tenga costumbre.)
LECTURA EVANGÉLICA (Mc 12, 28-34)
Uno
de los maestros de la ley se acercó y los oyó discutiendo. Al ver
lo bien que Jesús les había contestado, le preguntó:
—De
todos los mandamientos, ¿cuál es el más importante? —El
más importante es: “Escucha, Israel. El Señor nuestro Dios es el
único Señor —contestó
Jesús—. Amarás
al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu
mente y con todas tus fuerzas”. El
segundo es: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. No
hay otro mandamiento más importante que estos.
—Bien
dicho, Maestro —respondió el hombre—. Tienes razón al decir que
Dios es uno solo y que no hay otro fuera de él. Amarlo
con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todas las
fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es más importante que
todos los holocaustos y sacrificios.
Al
ver Jesús que había respondido con inteligencia, le dijo: —No
estás lejos del reino de Dios.
Y
desde entonces nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
REFLEXIÓN (Mn.
Pedro San Clemente)
Este
tercer día de novena nos invita a reflexionar en torno a la virtud
de la Caridad que nuestro santo patrón tomó como lema de vida.
La
caridad es la virtud por excelencia, pero hemos de reconocer que la
caridad ha sido muy mal interpretada: empezando por el conocido
refrán “la caridad bien entendida comienza por uno mismo”, que
teniendo razón en el fondo (hay que cuidarse y tener una sana
autoestima), luego se traduce en actitudes egoístas: “yo primero y
luego los demás”. A partir de ahí, la caridad se identifica con
“dar limosna”, o sólo con dar “ropa”, o bolsas de comida.
Si
nos fijamos, solemos entender la “caridad” como la actitud con la
que alguien da de lo que le sobra, desde una situación de presunta
superioridad, a quienes están en presunta inferioridad, pero sin un
verdadero compromiso personal ni social para buscar realmente el bien
de la otra persona.
Y
otra mala interpretación de la caridad es limitarla a temas
materiales. La caridad abarca mucho más, porque la “charitas”,
el amor, es algo constitutivo del ser humano y por tanto, la caridad
debe atender todas las dimensiones del ser humano.
Para
no malinterpretar la caridad, tenemos el ejemplo de san Francisco de
Paula. Él y su familia de frailes desplegaron un verdadero
apostolado social, cuya divisa era la palabra “Charitas”, que
será el emblema de su Orden religiosa. La austeridad de vida, la
oración y la contemplación, y el servicio de la caridad, serán los
pilares que sostendrán su vida y que obrarán el “milagro” de
transformar una realidad social que parecía inamovible.
En
nuestra sociedad todos estamos de acuerdo en que la solidaridad es un
valor para construir un mundo más justo. Pero a los cristianos nos
gusta más el término caridad porque como nos recuerda la Doctrina
Social de la Iglesia incluye la solidaridad. Y para evitar
deformaciones y mostrar lo que es la caridad cristiana, necesitamos
saber en primer lugar dónde sustentamos dicha caridad.
Vivimos
en un mundo relativista que no reconoce nada como definitivo y que
deja como medida última el propio yo y sus apetencias. Para los
cristianos la verdad existencial se encuentra en el Amor primero, y
que tiene un rostro, Jesucristo. Quien se encuentra con Cristo
Resucitado sabe que ese Amor entregado es verdadero.
Ese
Amor es el apoyo donde encontrar seguridad, confianza y esperanza. Y
desde ahí, transformados por Él, miramos la realidad con una
perspectiva constructiva desde la caridad. Salimos de nosotros mismos
buscando el bien de todos.
Así,
la definición de san Juan “DIOS ES AMOR” se convierte para
nosotros, seguidores de Cristo, en una invitación a concretar esta
afirmación fundamental en nuestras respectivas realidades. Porque si
de verdad creemos que Dios es amor, ése será el rostro que debemos
procurar reflejar en nuestra vida: en la vida concreta de cada uno,
en la vida de mi grupo, en la Orden Mínima Seglar, en la vida de la
Comunidad Parroquial, en la vida de la Iglesia entera.
La
caridad, pues, no es simplemente “limosna que se da o auxilio que
se presta a los necesitados”. Para nosotros, es la “virtud
teologal que consiste en amar a Dios y al prójimo”, y desde ese
amor asumimos una actitud solidaria con el sufrimiento ajeno.
Una
caridad que hay que saber vivir en un sentido amplio. Si amamos
realmente a Dios, hay que amar real y concretamente al hermano,
buscando su mayor bien, y ese amor incluye la “caridad social”.
Amar realmente al prójimo es algo que va más allá de aliviar una
necesidad momentánea. Supone ponerse a su lado y buscar qué está
causando su indigencia, sea del tipo que sea.
Vivir
la caridad es muchísimo más que dar comida y ropa usada, o dar
limosna. La caridad mira a la persona, pero a la persona en su
globalidad, en su integridad, en sus circunstancias, y en esa
situación empieza a manifestarse con obras la “caridad”, el
amor.
Quizá
nos parezca que podemos hacer poca cosa ante tantas necesidades. Pero
san Francisco de Paula y sus “Mínimos” son una prueba de que
nuestra fe fortalecida con la formación, alimentada con la oración
y la Eucaristía y revitalizada con la acción y el compromiso por el
Reino, puede seguir obrando el milagro de que el Evangelio y su
fuerza transformadora vaya arraigando en las personas, para que se
vaya haciendo realidad el Reino de Dios y que el Señor Resucitado
nos invita a construir, como san Francisco de Paula, desde un estilo
de vida coherente con la fe.
ORACIÓN PARA PEDIR LA VIRTUD DE LA CARIDAD
¡Oh
sol luminoso de caridad, glorioso San Francisco de Paula!, míranos
humildemente postrados a tus pies para rogarte inflames nuestros
corazones con el mismo amor a Dios con el que estuvo tan abrasado el
tuyo en la tierra, para que, anteponiéndolo a todas las criaturas y
a todos los bienes de la tierra, nos sea concedido siempre y en todo
realizar su voluntad. En virtud de este amor divino, ¡oh benignísimo
Protector nuestro!, tenemos la viva confianza de obtener la gracia
que tan ansiadamente esperamos de la Bondad Infinita, y por la cual
interponemos una vez más tu valiosa intercesión. Amén
(En
memoria de los 6 años que estuvo san Francisco de Paula en el
desierto de Paula rezaremos 3 padrenuestros con Avemaría y gloria o
recitamos las Letanías de San Francisco)
LETANÍAS
DE SAN FRANCISCO DE PAULA
Señor,
ten piedad
Cristo,
ten piedad
Señor,
ten piedad
Cristo,
óyenos
Cristo,
escúchanos
Dios,
Padre celestial, ten
misericordia de nosotros
Dios,
Hijo, Redentor del mundo
Dios,
Espíritu Santo
Trinidad
Santa, un solo Dios
Santa
María, ruega
por nosotros
Santa
Madre de Dios
Santa
Virgen de las Virgenes
San
Francisco de Paula
Pastor
clemetísimo
Guardián
solícito
Intercesor
eficaz
Protector
asiduo
Abogado
nuestro
Patrón
amable
Modelo
de penitencia
Norma
de humildad
Fundador
de los Mínimos
Portaestandarte
de la caridad
Seguidor
de la pobreza
Regla
de la castidad
Padre
de los pobres
Amparo
de los débiles
Varón
lleno del Espíritu Santo
Impetrador
de favores
Ayuda
en las angustias
Tú,
que venciste al demonio y al pecado
Tú,
que curaste a los enfermos
Tú,
que resucitaste a los muertos
Taumaturgo
en todo género de milagros
Santo
Padre de los Mínimos, conserva tu familia, te
rogamos óyenos.
Santo
Padre Francisco de Paula, guarda nuestra ciudad y al mundo entero
Santo
Padre, intercede por nosotros
Cordero
de Dios, que quitas el pecado del mundo, perdónanos Señor
Cordero
de Dios, que quitas el pecado del mundo, escúchanos Señor
Cordero
de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten misericordia de
nosotros.
CANTO
Oh
san Francisco glorioso
de
Paula realce y honor.
Míranos
Tú, bondadoso,
y
danos Fe y santo amor.
Protege
a la Iglesia Madre nuestra,
sé
firme de la patria protector,
y
a todos libre, tu potente diestra
de
toda seducción y todo error.
¡Oh
San Francisco glorioso!, …
Después
del canto, haremos un momento de silencio, pediremos por todos los
fieles difuntos, por el fin de la pandemia, así como la gracia
especial que, por intercesión de san Francisco de Paula, deseemos
alcanzar.
ORACIÓN
GENERAL
Santísimo
Padre mío, San Francisco de Paula, yo os suplico por la pasión y
muerte de Jesús, de quien fuisteis tan devoto, y por su Santísima
Madre, de quien en el desierto recibisteis preciosísimo néctar, me
alcancéis el mayor favor que es un amor a todas las virtudes y la
perseverancia en ellas; El que no sea yo tan infeliz, que llegue a
entrar en el camino de la perfección y no acabe la carrera: antes
merezca por vuestra intercesión, un verdadero arrepentimiento de
todos mis pecados, que el demonio huya de mi para que no me engañe,
ni atienda yo a sus halagos acibarados y llegue al último grado de
las virtudes, que es el amor de Dios, y gozar en compañía de la
Virgen Madre y de todos los coros de los ángeles, de la vuestra y de
todos los demás santos del cielo, los eternos regalos de la gloria.
Amén
GOZOS
Francisco
en Paula nacido.
Mínimo
de Dios querido,
nuevo
sol de caridad.
Con
tal celo a Dios amasteis
que
todo temor huyendo,
en
medio de un horno ardiendo
sin
lesión alguna entrasteis,
donde
por vuestra bondad
fénix
de Dios habéis sido.
Mínimo
de Dios ...
Una
suprema virtud
del
cielo os fue concedida
para
dar a los muertos vida
y
a los enfermos salud,
al
cautivo libertad
contento
al ciego y tullido.
Mínimo
de Dios ...
En
toda necesidad,
nuestro
ruego es de ti, oído,
Mínimo
de Dios querido,
nuevo
sol de caridad.
Ruega
por nosotros San Francisco de Paula
R/.
Para que seamos dignos de alcanzar, las promesas de Nuestro Señor
Jesucristo.
oración
Señor,
Dios nuestro, grandeza de los humildes, que has elegido a san
Francisco de Paula, Mínimo entre los hermanos, para elevarlo a la
gloria de tus santos, concédenos, por su intercesión y a imitación
suya, alcanzar de tu misericordia el premio prometido a los humildes.
Por
Jesucristo nuestro Señor. Amén
Himno
de San Francisco de Paula.
Al
Mínimo de Dios querido,
nuestro
Padre protector,
himnos
de gloria y honor,
cantémosle,
cantémosle sin cesar:
Patriarca
San Francisco
de
Paula nuestro consuelo,
gloria
te den tierra y cielo,
por
tu grande Caridad.
En
día de tribulaciones,
a
Ti acude, a Ti acude, Santo mío
este
es tu pueblo querido
postrándose
ante tu altar
y
al pedirte en la oración
un
favor hemos sentido;
vuestro
manto nuestro nido
y
sostén la Caridad.
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