- Ante todo, la llamada interior a dejar las vanidades del mundo para salir al encuentro del Reino de Dios “que está cerca” (cf. Mc. 1,15), mediante una actitud sinceramente penitencial, en profunda conversión a la verdad del Evangelio.
- Pero el Evangelio de Jesús, es anuncio del Dios-Amor, y su mandamiento es el mandamiento del amor. De ahí se sigue, pues, que la conversión al Evangelio consiste, sustancialmente, en la conversión al amor que Cristo nos ha dado, y la «vida cuaresmal» se propone como fin el de hacer posible que el primer movimiento de caridad, que ha dado comienzo a la conversión, se intensifique, desarrolle y purifique, hasta transformarse en caridad perfecta.
- Sobre estas coordenadas, el carisma de la vida cuaresmal comporta evidentemente una connotación de radicalidad: si el deseo de la caridad impulsa a transformar la vida en perpetua cuaresma, esto nos dice que en la escuela de Francisco de Paula, no nos contentamos con “convertirse al amor”, sino que se trata de darse al Amor por entero, para no vivir en adelante si no es del Amor y por el Amor, porque «Dios es Amor».
- «Vida cuaresmal» comporta lógicamente una forma concreta de vida, bien determinada, que se define, como su nombre indica, por la asimilación del estilo “cuaresmal” de la Iglesia, con una referencia totalmente particular a los Padres del desierto, en cuya tradición espiritual se insertan tanto el Fundador como la Orden, mirando hacia ellos como a modelos de radicalidad en el seguimiento de Cristo y como a maestros experimentados de vida espiritual.
- Característica de la vida cuaresmal es también la ascesis física, especialmente bajo las formas de la abstinencia y del ayuno: formas que contribuyen a subrayar el estilo cuaresmal del conjunto de la vida, y que juegan un papel fundamental para su eficacia liberadora en orden a la transformación del hombre, y para ser una expresión bien concreta de la caridad en la participación de la redención de Cristo.
- Todo esto, sostenido, integrado y armonizado, por la oración “pura y asidua”, que para nosotras Mínimas constituye un elemento primario de nuestra “Cuaresma”, además que meta próxima hacia la que se orienta nuestro camino penitencial. La oración “pura y asidua” es, en efecto, el momento fuerte en el que confluyen las dos dimensiones esenciales de la caridad: el Amor a Dios, vivido mediante la donación personal en la contemplación, y el amor a los hermanos, manifestado en la intercesión orante acompañada por la oblación de la propia existencia.
http://www.minimas.org/carisma.aspx?t=1&id=3
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