12/3/22

CARTA DE CUARESMA DEL P. CORRECTOR GENERAL DE LA ORDEN

Carta del P. General de los Mínimos


Cuaresma 2022

"Rasgad los corazones y no las vestiduras; convertíos al Señor, Dios vuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la ira, rico en piedad; y se arrepiente de las amenazas" (Jl 2, 13).

Queridos hermanos,

Cada año la liturgia guía nuestro camino hacia la “meta pascual” por “el austero camino de la cuaresma”, parábola para los Mínimos de todo nuestro camino terrenal.

La liturgia del Miércoles de Ceniza con la tríada de la oración, penitencia, caridad y con las palabras de Joel de la primera lectura nos señala la actitud fundamental, que es invitación a disponernos a volver a Dios, penitencia física y espiritual, para que nuestra conversión, o el deseo de ella, sea consciente, real, fruto de una decisión tomada, especialmente en cuanto a la finalidad de la conversión: “convertirse al Señor compasivo y misericordioso".

1.1 Estas dos características divinas nos revelan, ante todo, la esencia de la paternidad de Dios, pero también nos manifiestan que la conversión es en primer lugar un don que debemos acoger y al que tenemos que prepararnos purificando el corazón de todo afán, preocupación como primera finalidad del camino cuaresmal para poder experimentar que Dios está dispuesto a “arrepentirse de las amenazas” ante nuestro mal, nuestro pecado, cualquiera que sea, si somos capaces de reconocerlo ante Él “con corazón sincerido” (Cfr. Lc 4, 1-13).

1.2 En segundo lugar la misericordia ya experimentada empuja al corazón a ofrecerla, a vivirla activando un proceso de relación con los demás que alimenta tanto el don de Dios recibido como el don ofrecido a los demás, condición necesaria para que el don de Dios no muera en nuestro corazón (Cfr. St 2, 26), pues unirse por la fe al sacrificio de Cristo significa morir al propio egoísmo y obrar con el corazón de Cristo.

1.3 La misericordia, pues, es instrumento para acercarse al otro, a su verdad y comprender nuestra verdad, ya que es fundamentalmente el camino para alcanzar la verdad de Dios. Nuestra felicidad de consagrados y creyentes es fruto de un encuentro misericordioso: “felicidad es deleite de la verdad, que significa gozar de ti que eres la verdad, oh Dios, mi luz, salvación de mi rostro, Dios mío” (Agustín, Confesiones X, 23). Esta expresión de S. Agustín, eco de aquella otra más conocida: “Tú le excitas a ello, haciendo que se deleite en abalarte, porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (cfr. Ibidem, I,1; cfr. Lc 9, 28b-36).

2 ¿Qué paz puede haber entre los hombres sin la misericordia que conduce al verdadero sentido de la justicia? Felicidad es ante todo sentirse perdonados, perdonar y avanzar en el camino de la justicia para vivir en paz. ¿Cómo no pensar ahora en la actualidad que nos lleva además a la tarea de pacificar el corazón y (a vivir esa paz) entre nosotros?

2.1 Las recientes noticias del conflicto en Ucrania nos afectan no sólo como creyentes preocupados por la suerte de todos los hombres sino también y más aún por la presencia de algunos de nuestros hermanos Mínimos que trabajan en esa región, por sus familiares y por las familias de nuestros religiosos y amigos que viven entre nosotros. Aseguramos a todos ellos nuestra oración y nuestro apoyo fraterno, no menos que la disposición a poner de nuestra parte todo lo que fuere necesario y posible como ayuda a su urgente necesidad.

2.2 Estos acontecimientos nos llevan a pensar que la guerra es engendro de una estructura de pecado, de condiciones humanas, o deshumana, donde los conflictos por los motivos más disparatados nacen en las familias, en las sociedades donde no se cultivan los valores del diálogo, de la compasión, de la fraternidad y de la recíproca caridad tan enunciados como slogan, pero sin que tengan efecto alguno.

Todos estos valores están incluidos en la riqueza de nuestro carisma y están concentrados en nuestra particular misión de reconciliación. Precisamente porque creemos que la paz entre las naciones tiene su origen en construirla con nuestro esfuerzo cotidiano como mercancía que hay que adquirir con elevado precio esforcémonos en construirla en nuestro entorno, con los más cercanos, para que sea efectivamente vivida y no sólo proclamada con los labios, contrastando con el testimonio efectivo la estructura de pecado que lleva a la guerra, en vez de alimentar el remanso de bondad creciente en beneficio de todos.

2.3 Por tanto esforcémonos, especialmente en este tiempo de penitencia, en ser pacificadores a ultranza, fijándonos en el corazón de nuestro carisma que nos considera reconciliados con Dios, con nosotros mismos y con los demás mediante el perdón y el diálogo que comprende, que nos lleva a aceptar nuestros fallos y los ajenos sin reprochar (cfr. Jn 8, 1.11), pero poniendo el esfuerzo de corregirnos mutuamente con la bondad del Padre misericordioso que espera, sale al encuentro, comprende, abraza y acoge gozosamente en casa (cfr. Lc 15, 1-3.11-32).

2.4 Alimentemos en este tiempo la oración personal y comunitaria por la paz, por Ucrania, por nuestros hermanos religiosos, por sus familias y por los amigos que viven con nosotros procedentes de aquella nación. El Papa nos ha invitado a un día de ayuno para el 2 del actual mes de marzo.

Los Mínimos nos comprometemos a extender la oración y el ayuno a los miércoles y viernes del tiempo de cuaresma (IV R VII, 29; C 40-43; D 30-33), para que haya paz en todas las naciones y más aún para que cada uno sea operador de paz cada día con su prójimo.

3 Añado otra invitación que nos llega de la fase sinodal de la Iglesia que nos propone descubrir mejor nuestra pertenencia a ella como a una comunidad.

3.1 Con nuestro carisma específico participamos en este momento de gracia descubriendo mejor y enriqueciendo los momentos de encuentros y coparticipación que nuestras Reglas nos invitan a realizar. No solamente aquellos previstos sino también otros que sugiere la misma fraternidad humana y de fe. Aquellos momentos que acrecientan conocimiento recíproco a través de la coparticipación de la propia espiritualidad, de nuevas expectativas para la vida personal y comunitaria; aquellos encuentros y actos de reconciliación que nuestro corazón desea tener con los hermanos con quienes las dificultades de la vida y nuestros defectos personales nos llevan a mantener un diálogo costoso o – a superar- una culpable indiferencia que lleva a la muerte cotidiana de la fraternidad.

3.2 Abrámonos al don de la conversión reconociendo nuestro pecado ante el hermano como lo reconocemos ante Dios (cfr. Lc 13, 1-9), siguiendo el camino que San Francisco, nuestro Padre y Fundador, ha trazado en la normativa, ha manifestado en su vida y en la Regla (IV R IV, 18), y sabiendo encontrar nuevos tiempos, medios y formas en cuanto al rito.

3.3 Busquemos, pues, nuevos espacios de fraternidad para encontrarnos y compartir cotidianamente; que este ‘encontrarnos’ sea una preocupación primordial para que todos los demás aspectos de nuestra vida, también la pastoral, reciban nuevo impulso con el apoyo y la coparticipación de toda la fraternidad.

Deseando un provechoso camino cuaresmal y una Santa Pascua, saludo a cada uno en la paz de nuestro Señor Jesucristo y el mayor bien para cada uno.


Roma, 2 de marzo de 2022, Miércoles de Ceniza, inicio de Cuaresma


P. Gregorio Colatorti

Corrector General

-----------------------------------------

Carta a la Familia de los Mínimos

Frailes, Monjas, Terciarios

SEDES