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4/5/25

IBSISSIMA VERBA (O CASI) DE SAN FRANCISCO DE PAULA SEGÚN EL ANÓNIMO

San Francisco de Paula - Telde (Gran Canaria)

[A un cardenal por las calles de Roma] “Los apóstoles de Jesucristo no iban con tanto boato” (II, 4).

[Como ermitaño] “Allí permaneció mucho tiempo como única mansión, ayunando, orando y disciplinándose” (III,1).

[El obispo de Consenza] “Además, le autorizó a recibir y vestir con su sayal eremítico a todos aquellos que santamente lo desearan y a darles una norma de vida” (III, 3).

[A los que le ayudaban en la construcción del convento de Paula] “Les recomendaba observar el sacramento del matrimonio y les dirigía muchas exhortaciones” (IV, 1).

[A los que vestían su sayal] “A ellos les dio una norma y un modo de vivir en pobreza, castidad y obediencia, observando vida cuaresmal por todo el tiempo de su vida” (IV, 2).

[Con respecto a la mujeres] “De manera especial recomendaba a sus religiosos que las evitaran como si de serpientes se tratara, sobre todo a las religiosas y a las que ostentan devoción, y solía decir que las mujeres y el dinero llevan a la concupiscencia e inflaman a los siervos de Dios” (IV, 3).

[Con respecto a un horno de cal] “Mandó a todos que se fueran a comer (…). “Echad, echad leña al horno” (V, 1).

[Sobre una cervatilla] “Y prohibió absolutamente a los presenten que la tocasen” (V, 3).

[A Antonio de Donato por ¿un incendio? en el valle] “Por caridad, vuelve a tu habitación” (V, 4).

“Mientras él oraba, el mudo recuperó instantáneamente el habla. Cuando amaneció, lo envió con sus padres a casa” (V, 5).

[De las avispas durante la construcción del convento de Paula] “Y mandó a los religiosos que se alejaran” (V, 6).

[Con unos pescados que le habían obsequiado] “Has llegado justo en el momento oportuno. Vamos los dos a lavarlos para ofrecérselos al Señor” (VI, 1).

[A fray Baltasar de Spigno] “Y el buen Padre le respondió que freía el pescado para dárselo a él” (VI, 2).

[Sobre un fugitivo asesino refugiado en el convento] “El buen Padre encomendó a sus religiosos que le cuidasen bien” (VI, 3).

[Al franciscano Antonio Scozzetta] “¡Caliéntate, hermano! Es necesario que se cumpla la voluntad de Dios” (VI, 4).

“No había persona que se llegase a él en busca de consejo o por cualquier aflicción que no volviese confortada, contenta y satisfecha de las respuestas que de él hubiese recibido” (VII, 1).

“Con sus hermanos religiosos era terriblemente exigente reprendiéndolos como con cara de león. (…) Sin embargo a los ausentes, si alguien les acusaba, aunque fueran culpables, trataba de excusarlos (…). Amonestaba con palabras dulces y buenas razones a los culpables. Amaba a sus perseguidores más que a los demás, dedicándoles palabras de afecto” (VII, 2).

“Nunca hablaba mal de nadie; antes bien, cogía ojeriza y reprendía severamente a quienes, gustosos, escuchaban a los detractores. (…) excusando a aquellos de quienes se hablaba mal” (VII, 3).

“En todas sus obras tenía en sus labios la palabra “caridad”, diciendo: “Hagámoslo por caridad; vayamos por caridad” (VII, 4).

“El buen Padre le preguntó si había vino en el frasco. (…) Entonces el buen Padre le dijo: “Por caridad, dámelo” (VIII, 1).

[En su celda por largo tiempo] “Pero una vez empezaron a romperla [la puerta], el buen Padre dio señales de que no estaba muerto” (VIII, 3).

[De un hombre imposibilitado en litera] “Habló con el buen Padre, y apenas abrió éste su boca, al instante se encontró perfectamente curado” (VIII, 6).

“Lleva esto a la sorda y ésto, a la otra”. Y después añadió el buen Padre: “La sorda curará, pero después enfermará de nuevo del mismo mal; no obstante, al cabo de breve tiempo recuperará la salud; la otra, en cambio, no se podrá curar porque no tiene fe” (VIII, 7).

[De una abortera en Corigliano] “Sepas que aquella mujer ha cometido muchos delitos”. Poco después la mujer fue a hablar con el buen Padre, quien le dijo severamente: “¿No te bastan aún los delitos cometidos, que todavía quieres cometer más?”. Y reprendiéndola duramente, le dijo: “Por caridad, anda a confesarte” (VIII, 8).

[A un enfermo de un lugar entre Messina y Milazzo] “Y le enviaron una candela bendecida por el buen Padre” (IX, 1).

[A una señora mayor estéril] “Anda, vuelve a casa, que Dios proveerá” (IX, 3).

[A un religioso mordido por una serpiente] “Hemos recibido de Dios el privilegio por el que ninguna serpiente ni ningún veneno puedan hacernos daño” (IX, 6).

[Al marino maese Santo de Lochin, mordido por una serpiente] “Cuando la vio el buen Padre, vendó el dedo con corteza de retama y después le dijo: “Anda, vete” (IX, 7).

“Está fuera de duda que más de veinte años antes de ir a Francia el buen Padre ya dijo muchas veces a sus religiosos (entre los que me encontraba yo N. N.) que tendrían que ir a un país lejano cuya lengua no entenderían, ni aquéllos la suya. (…) Respondió: “¡Se ha de cumplir la voluntad de Dios!”. (…) Repetía esto tan a menudo que los religiosos se reían considerándolo un sueño” (IX, 9).

[Cuando se dislocó el fémur en un accidente construyendo el convento de Paula] “Por caridad, es necesario que el hermano cuerpo permanezca así por espacio de treinta o cuarenta días” (X, 1).

[A los obreros cuando se accidentó un carro de materiales durante la construcción del convento de Paula] “Por caridad, id a comer y después volvéis” (X, 2).

[Sobre una carbonera cercana al convento de Paula] “En seguida ¡echa tierra aquí encima! (…) El buen Padre mandaba preparar el carbón que servía al herrero” (X, 3).

[A un joven acusado de comerse unas brevas] “Haz tú lo mismo [meter las manos en lejía]; si no te has comido las brevas, no te quemarás como no me quemo yo” (X, 4).

[Mientras residía en el convento de Paterno] “Y llamó para pedir fuego. (…) y mandó a fray Pedro que devolviera los palos de pino [se llevó las brasas con sus propias manos] (X, 5).

[Un religioso] “Se le apareció dos veces en sueños y, despertándole, le dijo: “Vete a decir a tu madre y a tu padre que cumplan el voto que ellos hicieron por ti y que no lo demoren más” (X, 6).

[Cuando iba a ser arrestado por las tropas del Rey de Nápoles] “Por caridad, si ésta es la voluntad de Dios, me arrestarán, si no, nadie podrá hacernos mal alguno”. (…). Éste le acogió afablemente [al jefe de la galera] diciéndole que la fe del Rey era bien poca y que de nada serviría que él se presentara ante el Monarca. Después le dio algunas candelas: una para el Rey, otra para la Reina, otra para el Duque y otra para la Duquesa, amonestándoles severamente que no se enmendaban, Dios les castigaría” (X, 8).

[Invitó a comer al jefe de la galera] “El mismo buen Padre mandó traer vino, precisamente en una jarra, de las que se usan en Francia (…). Además mandó el buen Padre darles dos pequeñas tortas” (X, 10).

[Con una muchacha poseída] “El buen Padre le preguntó: “¿Quién eres?”. Él respondió: “Somos ciertas legiones especializadas”. El buen Padre le preguntó de nuevo: “¿Dónde están tus secuaces?”. Y el diablo le respondió: “En este bosque cercano, donde casi siempre se ve una bandada de cuervos”. Intervino de nuevo el buen Padre: “¿Adónde van?”. Replicó el diablo: “Los han enviado a destruir diferentes regiones de Italia”. “Y ¿quién les estorba en este proyecto?”, preguntó el buen Padre. El diablo repuso: “Nada pueden hacer mientras tú estés aquí; tu gran humildad se lo impide. Pero cuando tú marches, en seguida, lo llevaremos a cabo”. Aún le preguntó el buen Padre: “¿Quién te ha dado tanta osadía y tanta presunción para invadir y tener bajo tu dominio a esta pobre criatura de Dios?”. El diablo replicó: “No la he buscado yo; fue tras de mí y me metí en su cuerpo, lo cual me resulta tan agradable que no puedo salir de él”. Entonces el buen Hombre de Dios increpó al diablo diciendo: “Márchate, por caridad, y deja en paz a esta pobre hija”. A lo que el diablo le preguntó: “Y ¿dónde quieres que vaya?”. “Anda -dijo el buen Padre-, marcha al lugar que te has merecido desde la creación”. “Está bien -repitió el diablo-, me marcharé dentro de tres días”. “No -dijo con energía Francisco-, ahora mismo, debes irte, y no nos hagas perder más tiempo”. “Bueno, asintió el diablo, saldré por los ojos y me llevaré uno”. “No -interpuso rápidamente el buen Padre-, te prohibo hacer mal alguno a esta criatura de Dios”. Entonces añadió el diablo: “Bien, pues ¡dame alguna cosa!”. El buen Padre dijo entonces a un religioso que le ofreciera algunas ampollas de cristal. Pero el diablo no quería salir y por eso entretenía al buen Padre en vana conversación. Finalmente el buen Padre cogió a la muchacha por los cabellos y, dando la impresión de estar airado, mandó al diablo con gran energía que saliera del cuerpo. Y al instante el diablo obedeció, dejando a la pobre muchacha casi exánime. EL buen padre la reanimó y le dio de comer y de beber; y volvió a casa completamente curada (XI, 1).

[Con otra muchacha poseída] “Entonces el buen Padre mandó a dos religiosos para que conminaran a los demonios a alejarse de aquella pobre hija, y que no volvieran a molestarla, ya que así lo mandaba el Hombre de Dios. (…) Otros muchos poseídos obtuvieron la curación por las oraciones del buen Padre” (XI, 2).

[Con un mudo] “Permaneced aquí con vuestro hijo hasta que las candelas se hayan consumido”. Después el Padre se entregó a la oración” (XI, 3).

[Con un pariente suyo al que su madre impedía ser mínimo] “El buen Padre pidió lo llevaran a la Iglesia del convento para sepultarlo allí y así se hizo. (…) en el momento en el que los religiosos iban a depositarlo en la tumba, hacia el atardecer, el Padre lo impidió, y mandó que todos se retiraran a sus celdas. (…) durante la noche Dios lo resucitó por las oraciones del buen Padre. (…) “Si vieras a tu hijo con vida ¿le consentirías que se hiciese religioso?” (…) Entonces el buen Padre le dio un hábito al resucitado y lo acompañó a la iglesia (XI, 5).

[Resucita a un obrero muerto por una viga en las obras del convento] “Entonces el buen Padre después de consolarlos, les mandó que se fueran, y se quedó él solo (XI, 6).

“Un orfebre de Grenoble me contó que había visto el manantial que el buen Padre, con sus oraciones, había hecho brotar” (XII, 4).

“El Hombre de Dios entró a rezar en una iglesia; tanto tardaba que, cansado el enviado, mandó a algunos que le hicieran salir. (…). En efecto, poco después, concluidas sus oraciones, encontraron al buen Padre delante del altar mayor, por donde habían pasado tantas veces buscándolo” (XII, 5).

“Al atravesar la Provenza por el Delfinado y los territorios de Vienne y de Lyon, muchas personas recobraron la salud mediante sus oraciones” (XII, 6).

[Con los regalos del rey francés] “Lo devolvió todo, sin reservarse nada; más aún, encargó decir al Rey que era mejor que restituyera el bien ajeno, antes que hacerse labrar tales objetos de oro y plata; y que no era propio del estado religioso eremítico el uso de vasos de plata; quería le enviase nada más que tasas de madera” (XII, 6).

[Con nuevos regalos del rey francés, incluida una imagen de oro de la Virgen] “Pero el buen Siervo de Dios se la devolvió manifestándole que su devoción no se fundaba en el oro o en la plata, sino sólo en la Virgen, que reina en el cielo con su divino Hijo. Dijo al enviado del Rey que ya tenía una estampa de papel y que esa le bastaba. (…). Pero buen Padre negándose [el rey insiste hasta tres veces], recordaba al Rey que ya tenía sus propios limosneros, distribuyera de sus limosnas según su criterio” (XII, 7).

[El rey mediante uno de sus médicos le ofrece un birrete lleno de escudos] “Pero el buen Padre, guiado siempre por el Espíritu Santo, rehusó aceptar aquellas monedas, como si se tratara de estiércol; y añadió con voz firme: “Señor, restituya estos escudos de oro a quien los habéis sustraído antes” (XII, 8).

[Al rey de Francia] “El buen Padre nunca la consintió, ni para él ni para su compañero, sintiéndose ya satisfecho con una pocas sardinas. (…). Tanto se arrepintió de sus pecados, que se despojaba den presencia del buen Padre para darse ásperas disciplinas. Esto le realizaba, en cierto modo, tras el consejo del buen Padre (XIII, 1).

[La familia real] “Todos ellos los encomendó al Siervo de Dios, suplicándole que orase a Dios por ellos. Así lo hizo Francisco, que fue muy solícito en mantenerlos en el temor de Dios” (XIII, 2).

[Al rey francés Carlos VIII] “y pedía frecuentes consejos sobre sus asuntos al Hombre de Dios” (XIII, 2).

“Mucho antes de la destrucción de Bretaña, el Hombre de Dios preanunció semejante acontecimiento y procuró evitarlo en cuanto pudo. A tal fin interpuso sus buenos oficios para concluir el matrimonio del duque de Bretaña enviando a dos religiosos con sendos mensajes para el Rey y para el Duque. (…). Mas aunque por entonces el buen Padre vio frustrados sus esfuerzos, con todo añadió: “El Rey se casará con la hija del Duque de Bretaña”. Y así fue. (…). Muy pronto fue ésta con el Rey a visitar al buen Padre. “Demasiado tarde se ha celebrado vuestro matrimonio” -les dijo-, con todo, predijo a la Reina que tendría tres hijos y una hija, que realizarían cosas grandes si el Rey y la Reina observaban la santa ley de Dios. Pero añadió también que si no la observaban, Dios arrancaría esta vid con todos sus sarmientos” (XIII, 3).

[De la batalla de san Alvino] “Se cree piadosamente que el Rey consiguió la victoria por las oraciones del buen Padre” (XIII, 4).

[En el conflicto de Fornay] “Píamente se cree que el buen Padre orase con todo el afecto a Dios por el Rey, para que lo librase de las manos de los enemigos que le perseguían a muerte” (XIII, 5).

[En el momento de presentar la Regla para su aprobación] “En la que prescribía a sus religiosos la abstinencia de carne (…). E hico que dos frailes se preparan para acudir ante el Papa Inocencio VIII a fin de que aprobara la Regla (…). El buen Padre revocó dicho viaje. Es que Dios le había revelado que su primera intención, esto es, aquella de prescribir a sus religiosos la vida cuaresmal, era, sin duda, buena” (XIII, 7).

[Durante una grave enfermedad del santo le aconsejan recibir la Comunión] “Pero el buen Padre dijo: “¡No os preocupéis, el próximo jueves (día en que se consagra el santo crisma) comulgaremos todos” (XIII, 9).

[A la Señora de Bourbón estéril] “Señora, no se preocupe por eso; antes de que yo me vaya de Francia, tendrá un hijo”. En otra ocasión el buen Padre escribió a dicha Señora: “Señora, sea asidua en dar gracias al Rey de Reyes, que dentro de poco dará luz a un hijo”. Entonces dije yo al buen Padre que era peligroso escribir en esos términos, ya que si tal promesa no se verificaba sería un escándalo para la Orden. Pero el buen Padre añadió: “Dejemos a Dios obrar por su cuenta” (XIII, 10).

[La Reina Ana enferma] “Se encomendó a las oraciones del buen Padre, quien le envío tres manzanas” (XIII, 11).

“Ocultaba su santidad aquel santo Hombre ofreciendo a los enfermos pan bendecido y candelas bendecidas; con esto y mediante sus oraciones y el auxilio de Dios que le asistía, sanaban completamente. Hay que subrayar no obstante, que cuanto Francisco encomendaba a los enfermos era precisamente lo opuesto al arte médica. Esto era así para que al sanar reconocieran que Dios es el médico supremo tanto del alma como del cuerpo” (XIII, 12).

[A la hermana de fray Mateo] “El buen Padre le envío algunas hierbas secas por medio de fray Mateo” (XIV, 8).

[Una mujer en Amboise habiendo perdido los sentidos] “Éste le hizo recitar el Padrenuestro y el Credo, y al día siguiente la halló curada” (XIV, 9).

[El obispo de Grenoble] “Con no poca dificultad se abrió a él y le confió sus penas. Hecho esto salió de allí consolado” (XIV, 11).

[Al cardenal Ascanio] “El buen Padre le encomendó que tuviera esperanza y confiara en el Señor, que aceptase con santa resignación cuanto le había sucedido, ya que en breve conseguiría la libertad” (XIV, 14).

2/4/22

PÍO TRÁNSITO DE N. P. SAN FRANCISCO DE PAULA


Conmemoración del Pío Tránsito de N. P. San Francisco de Paula - 2 de abril de 2022

    El recuerdo entrañable del tránsito de N. P. nos detiene este año en medio de una situación bastante caótica, pareciera que no hay lugar en el planeta que no esté amenazado, ya no solo por la pandemia, sino también, como siempre, por guerras, injusticias, crisis económica y otras desgracias que no son más que las formas en las que afloran nuestras estructuras de pecado, nuestro olvido de Dios o, cuando menos, su relego al segundo plano.
    
    En medio de la brega, San Francisco de Paula nos dice una vez más «que nuestro Señor Jesucristo, que remunera con suma esplendidez, os dé la recompensa de vuestras fatigas». Y no se contenta con este deseo de la Gracia para nosotros, sino que también nos alienta e indica el camino para colaborar con ella. «Huid del mal, rechazad los peligros», buen deseo que toda la Orden de los Mínimos hace suyo. «Nosotros, y todos nuestros hermanos, aunque indignos, pedimos constantemente a Dios Padre, a su Hijo Jesucristo y a la Virgen María que estén siempre a vuestro lado para salvación de vuestras almas y vuestros cuerpos».

  Este huir del mal, este rechazo de los peligros no es otra cosa que el camino de la conversión, el sendero amado por el Paulano, que es consciente de la sutileza con la que el pecado aleja este mundo, nos aleja, del Reino de Dios que aguarda. Por eso sigue intercediendo por nosotros para que abramos los ojos, para que nos dispongamos prestos. «Hermanos, os exhorto vehementemente a que os preocupéis con prudencia y diligencia de la salvación de vuestras almas. La muerte es segura y la vida es breve y se desvanece como el humo».

    Con prudencia y diligencia nos llama a pasar por la vida en conversión. Como no puede ser de otra manera, humildemente se hace eco del mismo Jesucristo que también nos llama a ella, a creer en el Evangelio. Es consciente de que si no entraríamos en la dinámica del mundo, sin darnos cuenta, instalándonos cómodamente en esas estructuras de pecado, en esas dinámicas que a nuestro alrededor nos guían y entretienen en lo que no es de Dios. ¿Estoy en conversión? ¿Renuevo este ánimo constantemente en mí? ¿Es firme mi propósito? ¿Me dejo ayudar-alimentar por los sacramentos, la oración y lectura espiritual, las obras de misericordia...? Sí, Señor, heme aquí, que diría Samuel, pero cuán difícil navegar contra corriente, corrientes externas e internas. ¡Oh, San Francisco, ayúdanos!

    «Centrad vuestro pensamiento en la pasión de nuestro Señor Jesucristo, que, por el amor que nos tenía, bajó del cielo para redimirnos; que por nosotros sufrió toda clase de tormentos de alma y cuerpo, y tampoco evitó suplicio alguno. Con ello nos dejó un ejemplo soberano de paciencia y amor. Debemos, pues, tener paciencia en las adversidades».

    Seguimos en Cuaresma y ya a las puertas del Triduo Sacro. ¿De qué podemos quejarnos? No evitó suplicio alguno. ¿Por qué desesperarnos en nuestras mil renuncias? Bajó del cielo para redimirnos. ¿Por qué creer que es imposible? Tengan paciencia en la adversidades. Y, además, «deponed toda clase de odio y de enemistades; tened buen cuidado de que no salgan de vuestra boca palabras duras y, si alguna vez salen, no seáis perezosos en pronunciar aquellas palabras que sean el remedio saludable para las heridas que ocasionaron vuestros labios: por tanto perdonaos mutuamente y olvidad para siempre la injuria que se os ha hecho».

    Sabe N. P. que «de la abundancia del corazón habla la boca» por lo que la conversión ha de ser profunda, interna, íntima, en diálogo constante con nuestro Señor que nos llama a la estación término de la conversión: la resurrección, final y cotidiana. «El recuerdo del mal recibido es una injuria, complemento de la cólera, conservación del pecado, odio a la justicia, flecha oxidada, veneno del alma, destrucción del bien obrar, ¡gusano de la mente, motivo de distracciones en la oración, anulación de las peticiones que hacemos a Dios, enajenación de la caridad, espina clavada en el alma, iniquidad que nunca duerme, pecado que nunca se acaba y muerte cotidiana».

    Por último, en un mundo sin paz bordado de multitud de conflictos bélicos donde el de Ucrania y Rusia ha venido a aumentar su número, nos unimos en esta memoria con N. P. y su deseo para todos «amad la paz, que es el mayor tesoro que se puede desear. Ya sabéis que nuestros pecados provocan la ira de Dios; arrepentíos para que os perdone por su misericordia».

    ¡Feliz día del Pío Tránsito de N. P. San Francisco de Paula! Que el recuerdo de su testamento nos ilumine y alegre en tal jornada y siempre. «Lo que ocultamos a los hombres es manifiesto a Dios; convertíos, pues, con sinceridad. Vivid de tal manera que obtengáis la bendición del Señor, y la paz de Dios, nuestro Padre, esté siempre con vosotros».

Enrique


Todas las citas son de la carta de 1486 de san Francisco de Paula que puede consultarse en Galuzzi, A. (1967). Origini dell´Ordine dei Minimi. Roma, pp. 121-122.


28/1/22

TRECENARIO DE LA FRATERNIDAD MÍNIMA SEGLAR DE ALAQUÀS (VALENCIA)


Nuestros hermanos y hermanas de la fraternidad mínima seglar radicada en Alaquàs (Valencia - España), nos invitan a unirnos a su celebración anual del Trecenario en honor a San Francisco de Paula. 

Para ello nos irán compartiendo los guiones litúrgicos de las celebraciones y que podrán descargar entrando en este enlace:

TRECENARIO ALAQUÀS

Desde aquí, toda nuestra gratitud a la fraternidad que nos hacen parte suya. 

2/4/21

VIERNES SANTO Y PÍO TRÁNSITO DE N. P. SAN FRANCISCO DE PAULA

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2 de abril de 2021 – VIERNES SANTO

Pío tránsito de N. P. San Francisco de Paula


En la coincidencia del Viernes Santo con el segundo día del mes de abril acaecida en 1507 moría N. P. San Francisco de Paula. Aquel que se hizo todo Cuaresma marchó a la Pascua en pleno Triduo Pascual.

Hoy es un día para contemplar en silencio el misterio de nuestra Redención. Contemplar, pasmados y agradecidos, cómo el Hijo de Dios se ha entregado por nuestra salvación hasta la muerte «y una muerte de cruz» (Flp 2, 8).

En esta contemplación de la Pasión empleó fructíferamente bastante tiempo de su vida N. P. Es más, también en esta contemplación, asido a un crucifijo mientras se apagaba su vida, se adentró en la eterna.

¿Qué pensaría en aquel momento? ¿Qué ponderación haría de su larga vida? ¿Qué sentimientos lo embargarían en su undécima hora? ¿Dolor? ¿Miedo? ¿Pena? ¿Gozo? No los sabemos. Silencio y abandono confiados, como al pie de la Cruz la Virgen María, «Madre nuestra» (cf. Jn 19, 26).

¿Qué podía decir el Paulano? ¿Qué podemos decir cualquiera de nosotros sabiéndonos nada ante el que siendo todo no rehuyó su propia muerte por salvarnos? ¿Qué palabras caben mirando al árbol de la Cruz? Ninguna. Silencio, escucha, arrepentimiento y confianza en que, aunque «no sabemos lo que hacemos, Él nos perdona» (cf. Lc 23, 24). Lo que caben son actitudes, compromisos, tareas concretas para «verdaderamente estar con Él en el paraíso» (cf. Lc 23, 43).

«De igual modo ha dicho que en cierta ocasión yendo él con su maestro de obras a decir misa en la iglesia que el hermano Francisco había construido, como no tenían fuego, el mismo testigo preguntó al Hermano que dónde podía cogerlo. Él respondió: “Mira, por caridad, que tiene que haber en aquellos tizones que están en un rincón de la capilla”. El testigo fue y sopló fuerte sobre los tizones, pero allí no había fuego. Volvió al hermano Francisco y le dijo: “Padre, no hay fuego en aquellos tizones”. A lo que replicó el Hermano: “Que sí, por caridad, que sí hay”. Entonces Francisco tomó aquellos mismos tizones que había visto el testigo, sopló sobre ellos y al punto se encendió la llama, y, prendidas las velas, dijo la misa». 
D. Juan Antonachio, testigo 6º, Proceso cosentino.


No tenían fuego...


Miro al Crucificado y me miro. Reconozco que mi vivencia y compromiso cristianos están muchos días a la baja; al alza en incongruencias. En la masa de la cotidianidad en la que estoy inserto mi actitud pocas veces «ilumina y sazona» (cf. Mt 5, 13-16). Ya quisiera, cual discípulo de Emaús, exclamar cada día que «mi corazón arde escuchando su Palabra mientras camino con Él» (cf. Lc 24, 32). Pero no, reconozco que hay días en los que no ardo, no me preocupo en mantener viva la llama de mi interioridad y unión con Él y, así, ni ilumino ni enciendo a otros. ¡Ay! (cf. Lc 12, 49). En medio de la sequedad y el sinsentido, yo también exclamo en ocasiones: «¡Dios mío!, ¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?» (Mt 27, 46).


Miro a San Francisco de Paula y me miro. Lo veo apagarse en su lecho tras décadas de ser y entrega plenas. Recuerdo sus vida, sus obras, sus palabras, «en vano se comienza el bien si se abandona antes de la muerte».


Donde podía cogerlo… Tiene que haber en aquellos tizones...

Miro al Crucificado y me miro. ¿Aún no entiendes lo que significó la Cruz? ¿Piensas que sólo es cargarla en pos de Él sin llegar a ser clavado? (cf. Mc 8, 34). Volvemos a vivir la Semana Santa con todas las precauciones necesarias. Son muchos los que han fallecido y siguen muriendo, los que lo están pasando muy mal anímica y económicamente. Antes y después de la pandemia, ahora por el virus, antes y ahora por otras tantas situaciones de injusticia y maldad que siguen estando presente (cf. Ecle 1, 9). Han sido meses en los que los ánimos, mi ánimo, titila. Hasta nuestra Madre la Iglesia sufre: la cierran, se queda sin medios para ayudar, sin feligreses, sin vocaciones, con algunos de sus miembros trabajando por la desunión y no por la concordia, etc. Al fin y al cabo, tampoco escapa de la realidad humana herida por el pecado. Cuando todo se torna desierto, aridez, sequedad, sinrazón, seguimos, ¡sigues Señor!, «teniendo sed» (cf. Jn 19, 30). ¿Dónde reanimarnos? ¿Dónde reavivar la brasas?


Miro a San Francisco de Paula y me miro. Alarga su mano y me la muestra llena de brasas: «para el que ama a Dios nada hay imposible», desde tu rincón interior, historia de amistad con Dios, desde tu lugar en la Iglesia y en el Mundo. ¿No lo ves? ¡Hay fuego! La realidad, por más sombría que se torne, jamás extinguirá por completo aquellos tizones que son la misma Cruz en amor abrasada y abrazada por Cristo.


No hay fuego… Que sí, por caridad, que sí hay...


Miro al Crucificado y me miro. ¿Realmente «está todo consumado» (cf. Jn 19, 30)? ¡Es todo tan difícil! ¡Parece todo tan inútil! Si es que todo está por hacer. Pareciera que has sido asesinado, que has muerto para nada. Si me falta tanto por cambiar, tanto por amar, tanto por abandonarme en ti. Por mucho que sople no avivo las brasas, no hay fuego, incluso hacen/hago de todo por apagarlo. Increencia, materialismo, relativismo, nihilismo. ¡Sopla conmigo Señor!

«La cruz nos indica una forma distinta de medir el éxito: a nosotros nos corresponde sembrar, y Dios ve los frutos de nuestras fatigas. Si alguna vez nos pareciera que nuestros esfuerzos y trabajos se desmoronan y no dan fruto, tenemos que recordar que nosotros seguimos a Jesucristo, cuya vida, humanamente hablando, acabó en un fracaso: en el fracaso de la cruz».

Francisco, papa, 24/09/2015, Vísperas con el clero, religiosos y religiosas. Encuentro Mundial de las Familias

Miro a San Francisco de Paula y me miro. Que sí, por caridad, confía, «encomienda tu espíritu en Él» (cf. Lc 23, 46) que Él hará el resto -con esa misma confianza acaba de recordar a todos sus hijos, que el voto de vida cuaresmal es posible e indispensable-. En esa misma confianza, agradece, confía, ora, vive los sacramentos, cumple los mandamientos y obra misericordia; ya en el Tabor, ya en el Gólgota, que en el fracaso y la oscuridad de tus «viernes santos» ya anida la gloria de su Resurrección.


Y, prendidas las velas, dijo la Misa…

«Asimismo, oíd reverentemente la Santa Misa para que, provistos con las armas saludables de la acerba Pasión de Cristo, que se renueva en la Misa, permanezcáis fuertes y firmes en la observancia de los mandamientos de Dios. Y os aconsejamos también que en la Misa roguéis devotamente para que la preciosa muerte de Cristo sea hecha vida vuestra, y su dolor vuestra medicina, y sus fatigas eterno descanso para vosotros».

Regla TOM, 10

En este Viernes Santo, al pie de la Cruz en la que Cristo «entregó su Espíritu» (Jn 19, 30), dejémonos vivificar y reanimar por Él. Por la gracia de Dios, su muerte es nuestra vida, su dolor nuestra medicina, sus fatigas nuestro descanso. Recordémoslo siempre. Que no pare nuestro corazón de darse incluso hasta la muerte, sin creer que todo está en nuestro hacer, sino también desde nuestro dejarnos hacer, dejarnos convertir, en unión y en intimidad con Él, aunque el desánimo y la asedia puedan ser algunos días nuestro único «fruto digno de penitencia» (cf. Mt 3, 8).

Así, estoy seguro, aquel viernes santo lo contemplaba N. P. asido a un crucifijo en su muerte. Su último aliento sigue soplando también los tizones de nuestra minimez para que aún hoy prendan en CHARITAS -Dios mismo-, y continúen, no sólo iluminando, sino también calentando y abrasando a muchos.



Enrique C. Alonso Morales

5/5/20

MAYO, MES DE MARÍA. SAN FRANCISCO DE PAULA Y LA VIRGEN MARÍA



LA DEVOCIÓN A NUESTRA SEÑORA 

La devota imitación de Cristo y la atracción que Francisco tenía por su encarnación vinculada a la kénosis de la humillación y del anonadamiento no podía sino inspirarle también amor hacia María, como por otra parte también se nota en la espiritualidad de los Padres del desierto en la que radica la espiritualidad de nuestro Fundador. 
Cristo Verbo encarnado y anonadado por nuestra salvación ha decidido asumir él mismo la humanidad haciéndose carne y asumiendo nuestra historia y nuestro ámbito humano en plenitud. Se sigue de ello que haya escogido un seno materno al elegir la dimensión humana carnal y así poder compartir plenamente nuestra dimensión naciendo de una mujer y bajo la Ley (Gal 4,4-5), de modo que cada fiel que repare en el don de salvación obrado por el Redentor Verbo encarnado necesariamente ha de asociar sus sentimientos de amor no sólo a Cristo sino también a aquella que ha asentido a la encarnación. 
Por ello, como cualquier otro hombre de Dios, también Francisco albergaba un vivísimo interés por María, no separado sino precedido del amor por Cristo. Escribe Bellantonio: “Toda la dignidad, la grandeza, la gloria de María ha venido por Jesús; por tanto, San Francisco de Paula se dirige a ella, en su piedad, como unida inseparablemente a su Hijo Jesucristo.” 
Esto no es difícil de entender para quien consigue colocar en la dimensión correcta y debida la devoción a la Virgen Madre de Dios. Sin menospreciar la religiosidad popular a la que también Francisco se adhería, queda claro que su veneración a Nuestra Señora se conjugaba con la afirmación del primado de Jesús, como se pone de manifiesto no sólo en el famoso binomio Jesús-María que era repetido en las exclamaciones de Francisco, sino también en las actitudes significativas de devoción a la Virgen. 
Éstas las hallamos sobre todo durante la infancia, por ejemplo cuando el pequeño Francisco rehúsa la invitación de la Madre a cubrirse la cabeza mientras está recitando el rosario en la iglesia: “Madre mía, si en este momento yo hablase con la reina de Nápoles, ¿me dirías que tuviese la cabeza cubierta? Pues bien, ¿no es mucho más importante la reina del cielo con la que hablamos?”. O bien, durante la permanencia de Francisco en el convento de San Marcos Argentano, cuando vacaba a la oración ayudado de una imagen de Nuestra Señora y de otra de San Francisco de Asís, o durante la peregrinación a Asís cuando se detiene en la iglesia de Santa María de los Ángeles. 
Otros episodios simples y ordinarios de la religiosidad de nuestro Paulano atestiguan hasta qué punto era expresiva su devoción a la Virgen: recitar devotamente el avemaría e invitar a sus religiosos y al pueblo a hacer otro tanto, dedicar no pocos conventos e iglesias de la Orden a Nuestra Señora, recitar el Oficio de la Virgen y el rosario todos los días, como también invocar a María en muchas ocasiones son signos de que la devoción mariana por parte de Francisco no era en absoluto descuidada.
Pero es sobre todo en el famoso rechazo del regalo de una imagen mariana de oro que le ofrecía Luis XI donde Francisco expresa la responsabilidad y la conciencia de una devoción a María fundada y radical: en aquella circunstancia el rechazo del oro y la reivindicación de la devoción auténtica a la Virgen Santa en el cielo, expresiva con la ayuda de una simple estampa, revela que el amor hacia María debe estar desprovisto de todo condicionamiento externo: acoger el don de una imagen dorada equivalía a arriesgarse a que la propia devoción fuera infectada por los bienes materiales, por la vanidad y el vicio mundano, mientras que la auténtica devoción a María no conoce mediaciones humanas alusivas de lujo o de riqueza. 
La exterioridad de nuestras devociones, teniendo su apreciable valor, puede suscitar el riesgo que de nuestra parte se omita la consideración de María como Madre de Dios y Madre nuestra y cooperadora en la historia de salvación, sobre la cual se ha hecho protagonista el amor de Dios respecto a la humanidad, amor salvífico y de rescate que ha exaltado la simplicidad de una pobre muchacha; por ello, ninguna devoción mariana puede excluir el acercamiento inmediato a Cristo Verbo encarnado y salvador. 
Una característica particular referida por diversos escritores de la Orden de los Mínimos es el dato de hecho de que la Orden, expresión en la Iglesia de la penitencia continua como conversión radical y convencida a Dios, haya sido privilegiada por la misma Virgen cuando apareció en figura humana el 20 de enero de 1842 en la Basílica mínima de Sant’Andrea delle Fratte en Roma, cerca de Piazza di Spagna; en ese día el hebreo (aunque de hecho ateo) Alfonso Ratisbonne, noble señor que se encontraba de paso por Roma por negocios, atraído por las obras artísticas del monumento (algunas obras maestras de Bernini y de Vantivelli), contemplaba los bajorrelieves, las estatuas y los cuadros de la iglesia caminando a lo largo de la nave central, cuando de pronto notó que a pesar de ser casi mediodía el templo se oscureció como de noche y casi al mismo tiempo de uno de los altares laterales de la iglesia surgía como un haz de luz intensa y luminosa que rodeaba la imagen de una bella mujer que le indicaba con el índice el lugar en el que debía arrodillarse. 
Alfonso, que era un adversario encarnizado del papado y de las instituciones eclesiásticas y que había denigrado toda doctrina y enseñanza del magisterio y de la fe católica, después de haberse arrodillado se alzó ferviente católico convencido. Entró después en un convento de jesuitas y dio vida a una Orden religiosa femenina (las hijas de Sión). 
La conversión del hebreo Alfonso Ratisbonne anima a la Orden a vivir y a actuar el carisma de la penitencia que viene así apremiado en su puesta en práctica de la abstinencia por la intercesión de María que con motivo de este prodigioso evento es denominada por los frailes mínimos con el título de Virgen de la Conversión, facultativo al de Virgen del Milagro, con el cual es venerada públicamente por el pueblo en la Basílica de Sant’Andrea delle Fratte.

De la obra La vida y la espiritualidad del fundador de la Orden de los Mínimos del P. Gianfranco Scarpitta O. M.


1/5/20

501º ANIVERSARIO DE LA CANONIZACIÓN DE SAN FRANCISCO DE PAULA


El 1 de Mayo de 1519, el papa León X, canonizó al eremita calabrés que él mismo conoció en vida. San Francisco de Paula pasaba así a formar parte de la nómina de santos fundadores de la Iglesia Católica. 
De esta ceremonia se puede comentar, como curiosidad, que fue donde se exhibió por primera vez el lema "Charitas" en grandes dibujos pues, para hacer alusión al santo, se decidió escoger esa palabra como lema "pues siempre la usaba y todo lo hacía en caridad." 
Así, junto a los emblemas de la ciudad de Roma y del papa, todos los asistentes pudieron observar el "Charitas" que, desde entonces, sería parte integrante de la iconografía habitual del recién canonizado.

La buena nueva de la canonización se conoció tres días más tarde, el 4 de mayo de 1519, en la Paola natal del santo de ahí que muchos sigan celebrando al santo en tal fecha y que, entre otras cosas, hasta el próximo 4 de mayo sigamos disfrutando de este año jubilar decretado por el V Centenario de la Canonización y cuyo decreto e indulgencias pueden repasar en este enlace DECRETO E INDULGENCIA V CENTENARIO CANONIZACIÓN


ORACIÓN DEL AÑO JUBILAR 

Alabanza y gloria a ti, 
Señor Padre bueno, 
que por medio de tu Verbo hecho carne 
has querido que fuéramos parte 
de tu pueblo santo. 

Te agradecemos 
porque todavía hoy te haces presente 
a través de San Francisco de Paula, 
regalo del Espíritu a la Iglesia, 
para iluminarnos a nosotros 
penitentes en camino a la Pascua.

En él, mínimo entre los mínimos,
nos inspiramos para ser personas de fe y caridad, 
entregados totalmente a la gracia del Evangelio. 

De él, humilde penitente, 
escuchamos cómo privilegiar el encuentro contigo, Padre, 
para compartir la misericordia y el perdón, 
necesarios para construir tu Reino. 

Con la misma pasión nos esforzamos 
en acoger a cada persona, 
en su singularidad y dignidad, 
para crear una sociedad más humana y justa. 

Con él queremos seguir al Señor Jesús, 
Camino, Verdad y Vida, 
prefiriendo los caminos de los pobres, 
de los necesitados, de los últimos. 

Por su intercesión 
concédenos aspirar todos los días 
a las cosas de arriba 
para que el mundo vea 
la cara hermosa de la humanidad 
llamada a ser santa 
como tú eres santo. 

Amén.

8/6/19

¡FELIZ PENTECOSTÉS!

Ven Espíritu Divino,
manda tu luz desde el cielo,
Padre amoroso del pobre;
don en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si Tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus Siete Dones
según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.

5/5/19

CELEBRACIÓN SAN FRANCISCO DE PAULA (LAS PALMAS DE GRAN CANARIA)

El pasado sábado 4 de mayo se vivió una jornada muy emotiva en torno a San Francisco de Paula en la Comunidad de RR. Adoratrices de Vegueta, dada la fiesta del santo al que tanta devoción tenía Santa María Micaela. 
Desde bien temprano quedó abierta la ermita de Ntra. Sra. de los Reyes donde estaba entronizado para su veneración la imagen del santo. Fueron muchos los feligreses que quisieron acercarse a la ermita para venerarlo y llevarse las estampitas y velas bendecidas, siguiendo un año más con el tradicional reparto de las mismas.
El momento central de la jornada fue la Adoración Eucarística del mediodía, preparada por los jóvenes del MEL (Movimiento Eucarístico Liberador), y ambientada desde los textos propios de Santa María Micaela que en sus memorias reflejó el amor por San Francisco de Paula por su carisma CHARITAS.
Este y otros fueron los actos llevados a cabo en la comunidad donde, incluso los más pequeños, aprendieron las virtudes del santo con las dinámicas preparadas por los jóvenes de adoratrices. 





30/4/19

FESTIVIDAD SAN FRANCISCO DE PAULA - VEGUETA (LAS PALMAS DE GRAN CANARIA)


Será en la ermita de Ntra. Sra. de los Reyes de Vegueta, en Las Palmas de Gran Canaria, anexa a la comunidad de Religiosas Adoratrices cuya fundadora, Santa María Micaela, estableció al santo como tesorero y abogado defensor de su fundación dada la devoción en que lo tenía. Están todos invitados.  

2/6/18

FELIZ DÍA DEL CORPUS CHRISTI



ORACIÓN "ADORO TE DEVOTE" 
(Sto. Tomás de Aquino)


Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte.

Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta Palabra de verdad.
En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; sin embargo, creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido.

No veo las llagas como las vió Tomás pero confieso que eres mi Dios: haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere y que te ame.

¡Memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das vida al hombre: concede a mi alma que de Ti viva y que siempre saboree tu dulzura.

Señor Jesús, Pelícano bueno, límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero.

Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego, que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria. Amén.

17/5/17

MES DE MARÍA CON SAN FRANCISCO DE PAULA


ORACIÓN

Oh glorioso San Francisco de Paula, por aquella singular y tan tierna devoción con que siempre honrabas a la bienaventurada Virgen María, admirable maravilla de Dios; por aquel celo con el que te afanabas siempre en propagar tan saludable devoción, te rogamos nos alcances también a nosotros ser devotos de esta Madre celestial. 

Tú, oh querido Santo, que la amaste siempre con tan tierno y fervoroso afecto, ayúdanos a tender constantemente a la imitación de sus hermosas virtudes, prenda segura de la salvación eterna, para ser dignos de recibir, con la ayuda de tu poderosa intercesión, la gracia que tanto anhelamos. 

Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén. 

V. Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

¡Madre mía, que quien nos mire, te vea!

27/3/17

601º CUMPLEAÑOS DE SAN FRANCISCO DE PAULA

La tradición de la Orden apuesta por el 27 de marzo de 1416 como el día en que San Francisco de Paula nació. Por eso, hoy queremos conmemorar y felicitar a nuestro santo fundador con gratitud y devoción mediante la siguiente oración:

VISITA A SAN FRANCISCO DE PAULA

Mi amabilísimo Patriarca seráfico, San Francisco de Paula, tú que de un modo vivo y completo reflejaste la imagen de nuestro divino Redentor, ayúdame a modelar mi vida según el ejemplo soberano de Jesucristo, autor y consumador de nuestra común salvación.

No puedo temer, oh Padre mío amorosísimo, que habiéndote dignado acogerme por hijo tuyo espiritual, dejes de atender mi humilde plegaria y me niegues el socorro de tu poderosa intercesión.

Te pido me obtengas de Dios el perdón de todas mis culpas y el auxilio necesario para imitarte con generosidad en la plena observancia de los preceptos de Dios y de la Iglesia.

Inclinado a la culpa, flaco en el cumplimiento de mis deberes, frío en los ejercicios de piedad, recurro a ti, oh mi gran Padre, para que me alcances del Señor una fe viva, una firme esperanza, una caridad ardiente, una paciencia inalterable en las pruebas de la vida, y una pureza de alma y cuerpo que haga castos mis pensamientos, mis sentidos y mis actos.

Intercede por mí, oh amado Santo, para que, caminando santamente durante esta peregrinación terrena, merezca gozar contigo de los inefables gozos de la divinidad en la plenitud de la eterna bienaventuranza. 

Esta gracia, oh glorioso Padre mío, San Francisco de Paula, espero firmemente alcanzar por tu eficaz protección en unión de la maternal intercesión de la santísima Virgen María y, principalmente, por los méritos infinitos de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

28/9/16

PERSONALIDAD DE SAN FRANCISCO DE PAULA


Sería ciertamente un error reducir nuestro conocimiento de San Francisco a la sola dimensión de su santidad. Por eso es necesario valorar su peso humano, los rasgos típicos de su personalidad humana, que aunque procediera -como hemos subrayado- de un estrato social agrícola, ha sido fuerte, rica de cualidades verdaderamente extraordinarias, tanto para organizar, dirigir y gobernar, como de ingenio moral. Todo esto es una realidad excepcional, si tenemos en cuenta su posible carencia de formación literaria, pues entre los historiadores no hay unanimidad sobre si Francisco siendo niño recibió algún tipo de formación cultural. La imagen que de él nos ofrece el enviado de Paulo II, que lo llama campesino y rústico, nos llevaría a pensar que no tenía instrucción alguna; según algunos tal vez no supiera leer ni escribir. En los Procesos hay quien dice que era un iletrado, otros, en cambio, dan a entender que tuviera una cierta cultura, cuando menos que sabía leer y escribir. De hecho algunos testigos cuentan que explicaba la Escritura a la gente, citando incluso algunas frases en latín, e incluso otros dicen que escribió algunas cartas.
           
En resumen, se puede decir que Francisco sabía leer y escribir, aunque no se pueda afirmar que era un letrado, en sentido técnico; y si no era un hombre iniciado en ciencias sagradas ni profanas, sin embargo tenía un conocimiento de la Biblia aceptable, que le permitía poder dirigirse al pueblo haciendo reflexiones muy pertinentes.
           
La inteligencia de que gozaba, junto con una instrucción al menos elemental, le facilitó saberse adaptar a las más diversas situaciones de la vida, acertando a moverse con sabiduría, prudencia y discreción, como quien hubiera vivido siempre en medio de las más dispares situaciones que continuamente se presentan. De esas situaciones él supo extraer el significado más profundo y oculto. A este respecto es oportuno resaltar la observación llena de maravilla del cronista francés De Commines, cuando Francisco pasó por la corte del rey de Nápoles: Fue acogido y honrado por el rey de Nápoles y sus hijos como un gran legado pontificio, y él les habló como un hombre que hubiera sido educado en la corte. O sea que aquel eremita campesino y rústico se movía por la corte con la naturalidad propia de aquel ambiente y de aquel estilo de vida. Este detalle manifiesta su capacidad para adaptarse y su gran inteligencia, propias de gente con personalidad.
            
Además él se manifiesta como un hombre de gran equilibrio, rico de sentimientos, abierto como pocos a la novedad de la vida, que entrevé con inteligencia y previsión. Controla sus sentimientos y es dueño de la situación, sabiendo aceptar y encauzar los acontecimientos con suma prudencia, orientándolos hacia objetivos muy concretos. Como es propio de personalidades recias, supo dirigir todos los acontecimientos de su vida hacia los objetivos que pretendía, sin dejar nunca de perseguirlos hasta lograr alcanzarlos.
            
Pero la característica más grande de su personalidad fue la caridad, o su comportamiento de amor, capaz de originar y difundir vida a su alrededor. Su vida, analizada con los ojos de la moderna psicología, nos ofrece la imagen de un hombre que posee en plenitud el arte de amar, dando pruebas concretas de un comportamiento “cristiano” en el que el amor -en su madurez-, implica fe, humildad, actividad, coraje.
            
Analizaremos ahora los rasgos típicos de esta personalidad.
            
San Francisco es fundamentalmente un optimista, porque siempre apuesta por la esperanza y el bien, confiando en la bondad natural del hombre y en su capacidad de cambiar. Todo lo que dice a los frailes y a cuantos se encontraban con él era para animar e infundir serenidad y paz; esto dependía no sólo de la caridad de un hombre de iglesia, sino incluso de su temperamento, pues veía a las personas siempre desde el bien que había en ellas. La alegría que la gente se lleva tras un encuentro con él, es sin duda fruto de su gran santidad, pero también como fruto de la positividad, con la que él miraba las cosas. Era optimismo el no arredrarse ante las dificultades, el hablar infundiendo confianza y abierto siempre a la esperanza. La referencia constante a la fe en Dios manifestaba no sólo su santidad, sino que era prueba de su modo natural de ver las cosas, nota característica de la sabiduría popular de los campesinos, confiando siempre en encontrar -con la ayuda de Dios-, solución a cualquier problema.
            
De su optimismo nacía espontánea su gran humanidad. Las fuentes históricas denominan el modo como se relacionaba con los demás con el adjetivo humanus y con el sustantivo humanitas. Y todos subrayan que esta humanidad contrastaba con la austeridad de su vida personal. Él manifestó este lado de su temperamento especialmente en el modo de acoger a la gente, que, numerosa, acudía a visitarlo, dondequiera que estuviera. Esto denota la gran disponibilidad manifestada por el Eremita para recibirlos, para escuchar sus problemas, en el dar una palabra de aliento, en el hacer -si era el caso- un milagro. En la unidad armónica de su personalidad él junta su sencillez de vida, la humildad y la austeridad con su capacidad de abrirse al otro, como gesto de amor. Él vivió concretamente -por encima de cualquier teoría-, los valores que la psicología moderna considera como premisas y cualidades indispensables para el amor, o sea, la humildad y la sencillez de vida.
            
Y a pesar de haber elegido la vida eremítica, él sabe cultivar relaciones de amistad, más allá de la habitual bondad manifestada hacia todos. Dentro del mundo laboral al que pertenece, él se mueve con total naturalidad y a todos los que viven en ese ambiente los trata con mucha familiaridad. Sabe ser afable con todos, consolando a unos, animando a otros, invitando a cambiar de conducta a otros. Valora la cara agradable de los afectos humanos y el aspecto gozoso de la vida. Por eso se le ve pasear en una conversación amistosa con amigos y con su madre, llama a las personas con diminutivos cariñosos; a veces usa una fina ironía y se muestra sonriente, gozando por ejemplo por la alegría que manifiesta una persona que ha quedado curada por su intercesión.
            
Se muestra generoso, disponible, servicial desde el año votivo vivido en San Marcos Argentano, sirviendo humildemente al Señor y a los frailes del convento, a través de los oficios más humildes del convento. Y ya de adulto, con sus frailes, salía al encuentro de las necesidades de cada uno. Era benigno y servicial con todos, tanto con los seglares como con sus mismos religiosos. Son afirmaciones que sus contemporáneos encarecen aduciendo ejemplos de generosidad, de disponibilidad y de servicio, tomados todos de la vida diaria, que revela el ambiente sencillo en el que Francisco se había educado y vivido, y que está a la base de su humildad y su penitencia: por la noche cerraba las puertas del convento, servía a los frailes en la mesa, se ocupaba de que en la iglesia, altares y sacristía, todo estuviera en orden, lavaba la ropa a los religiosos e incluso a los novicios.
            
También era un hombre decidido, con autoridad, enérgico y coherente. Son rasgos propios de una fuerte personalidad. Francisco era un hombre macizo, que nunca admitió componendas. Siempre leal en todas sus cosas, nunca se plegó ante posibles alicientes que la vida le ofreciera. Los reiterados intentos de corrupción por parte de los reyes de Nápoles y de Francia, que querían poner a prueba su catadura moral, son el mejor ejemplo. La sinceridad de Francisco prevalece ante sus oscuras maniobras y le ayuda a afrontarlas con respeto -ciertamente-, pero con gran decisión. Al rey de Nápoles manda una severa advertencia, con la amenaza de un castigo por parte de Dios; al rey de Francia hace saber que es mejor que restituya las cosas de otros, que intentar corromperle con dinero y objetos de valor. Ante el bien Francisco no se para, cueste lo que cueste. No se amilana ante la autoridad de los hombres, incluso la de los hombres de Iglesia; no se deja enternecer por las súplicas afectuosas de los que están cerca y no cede ante las protestas de quien está bajo su autoridad. La verdad y el bien son bienes sublimes, por eso él no se doblega. De este modo demuestra una fuerza extraordinaria, que cultivó desde su juventud, desde el momento en que tuvo que tomar decisiones audaces, como fue elegir la vida eremítica.
            
Francisco demuestra además energía al saber afrontar los imprevistos de la vida y en el saber arriesgar: ténganse en cuenta los diferentes viajes realizados en Calabria y en Sicilia, y sobre todo el que hizo a Francia, que dio un giro total a su vida; y fue así, por las diferentes vicisitudes de su congregación, que de su experiencia, dio a ella vida y nombre. Él resplandece como el hombre de gran equilibrio psicológico y moral. Se mantiene imperturbable ante el mal que se trama a su alrededor; se queda del lado de la verdad y del bien, por eso no teme a nada y sabe esperar con paciencia que el curso de los acontecimientos se incline hacia el lado de la verdad y del bien, de cuyo lado él se ha puesto.
            
Francisco en su vida fue un auténtico líder, guía experta y sabia, que desempeñó con prudencia, sabiduría y firmeza el papel de guía y animador, primero de una comunidad y luego de una congregación religiosa, caminando lentamente hacia dimensiones internacionales. La búsqueda constante de la soledad fue para él un elemento de interiorización, que lo llevó a ser sabio y prudente, capaz por tanto de gobernar con equilibrio y firmeza. Manifiesta siempre para con todos una gran prudencia y paciencia, sabiendo esperar el momento oportuno para conseguir el bien deseado.
            
Como ermitaño que es, es amante de la naturaleza. Vive en contacto directo con la naturaleza, y por eso tiene con ella una relación armónica, controlando todos los elementos naturales. Él mismo nos explica cómo lo conseguía: dice que el amor a Dios era el origen y la causa de tal poder. Incluso con los animales mantenía una relación amistosa. No quería que se matara a los animales sin motivo alguno. Por eso cuando algún animal suponía alguna amenaza para la incolumidad de las personas, él mismo se encargaba de llevarlo a otro lugar.

            
Y por último era un hombre que vivía la historia de su tiempo. A primera vista resulta algo extraño, pero también este es un aspecto que configura la personalidad de Francisco. Por eso, aunque fuera eremita, él supo encarnarse en la historia de su tiempo, asumiendo los problemas y haciéndose intérprete cualificado de ellos. Su capacidad de saber leer los acontecimientos era fruto de una sensibilidad personal y de una atención especial e inteligente hacia la historia. El hecho de que tuviera o no una gran cultura, en absoluto prejuzgó que fuera una persona dotada de dones intelectuales y de gran sensibilidad hacia ciertos signos sociales y políticos. Contando con estas dotes naturales -con las que Dios lo había enriquecido para su plan providencial-, el mismo Dios escribió su proyecto, sirviéndose de ellas para cumplir sus designios. 

P. Giuseppe Morosini O. M.