2/4/22

PÍO TRÁNSITO DE N. P. SAN FRANCISCO DE PAULA


Conmemoración del Pío Tránsito de N. P. San Francisco de Paula - 2 de abril de 2022

    El recuerdo entrañable del tránsito de N. P. nos detiene este año en medio de una situación bastante caótica, pareciera que no hay lugar en el planeta que no esté amenazado, ya no solo por la pandemia, sino también, como siempre, por guerras, injusticias, crisis económica y otras desgracias que no son más que las formas en las que afloran nuestras estructuras de pecado, nuestro olvido de Dios o, cuando menos, su relego al segundo plano.
    
    En medio de la brega, San Francisco de Paula nos dice una vez más «que nuestro Señor Jesucristo, que remunera con suma esplendidez, os dé la recompensa de vuestras fatigas». Y no se contenta con este deseo de la Gracia para nosotros, sino que también nos alienta e indica el camino para colaborar con ella. «Huid del mal, rechazad los peligros», buen deseo que toda la Orden de los Mínimos hace suyo. «Nosotros, y todos nuestros hermanos, aunque indignos, pedimos constantemente a Dios Padre, a su Hijo Jesucristo y a la Virgen María que estén siempre a vuestro lado para salvación de vuestras almas y vuestros cuerpos».

  Este huir del mal, este rechazo de los peligros no es otra cosa que el camino de la conversión, el sendero amado por el Paulano, que es consciente de la sutileza con la que el pecado aleja este mundo, nos aleja, del Reino de Dios que aguarda. Por eso sigue intercediendo por nosotros para que abramos los ojos, para que nos dispongamos prestos. «Hermanos, os exhorto vehementemente a que os preocupéis con prudencia y diligencia de la salvación de vuestras almas. La muerte es segura y la vida es breve y se desvanece como el humo».

    Con prudencia y diligencia nos llama a pasar por la vida en conversión. Como no puede ser de otra manera, humildemente se hace eco del mismo Jesucristo que también nos llama a ella, a creer en el Evangelio. Es consciente de que si no entraríamos en la dinámica del mundo, sin darnos cuenta, instalándonos cómodamente en esas estructuras de pecado, en esas dinámicas que a nuestro alrededor nos guían y entretienen en lo que no es de Dios. ¿Estoy en conversión? ¿Renuevo este ánimo constantemente en mí? ¿Es firme mi propósito? ¿Me dejo ayudar-alimentar por los sacramentos, la oración y lectura espiritual, las obras de misericordia...? Sí, Señor, heme aquí, que diría Samuel, pero cuán difícil navegar contra corriente, corrientes externas e internas. ¡Oh, San Francisco, ayúdanos!

    «Centrad vuestro pensamiento en la pasión de nuestro Señor Jesucristo, que, por el amor que nos tenía, bajó del cielo para redimirnos; que por nosotros sufrió toda clase de tormentos de alma y cuerpo, y tampoco evitó suplicio alguno. Con ello nos dejó un ejemplo soberano de paciencia y amor. Debemos, pues, tener paciencia en las adversidades».

    Seguimos en Cuaresma y ya a las puertas del Triduo Sacro. ¿De qué podemos quejarnos? No evitó suplicio alguno. ¿Por qué desesperarnos en nuestras mil renuncias? Bajó del cielo para redimirnos. ¿Por qué creer que es imposible? Tengan paciencia en la adversidades. Y, además, «deponed toda clase de odio y de enemistades; tened buen cuidado de que no salgan de vuestra boca palabras duras y, si alguna vez salen, no seáis perezosos en pronunciar aquellas palabras que sean el remedio saludable para las heridas que ocasionaron vuestros labios: por tanto perdonaos mutuamente y olvidad para siempre la injuria que se os ha hecho».

    Sabe N. P. que «de la abundancia del corazón habla la boca» por lo que la conversión ha de ser profunda, interna, íntima, en diálogo constante con nuestro Señor que nos llama a la estación término de la conversión: la resurrección, final y cotidiana. «El recuerdo del mal recibido es una injuria, complemento de la cólera, conservación del pecado, odio a la justicia, flecha oxidada, veneno del alma, destrucción del bien obrar, ¡gusano de la mente, motivo de distracciones en la oración, anulación de las peticiones que hacemos a Dios, enajenación de la caridad, espina clavada en el alma, iniquidad que nunca duerme, pecado que nunca se acaba y muerte cotidiana».

    Por último, en un mundo sin paz bordado de multitud de conflictos bélicos donde el de Ucrania y Rusia ha venido a aumentar su número, nos unimos en esta memoria con N. P. y su deseo para todos «amad la paz, que es el mayor tesoro que se puede desear. Ya sabéis que nuestros pecados provocan la ira de Dios; arrepentíos para que os perdone por su misericordia».

    ¡Feliz día del Pío Tránsito de N. P. San Francisco de Paula! Que el recuerdo de su testamento nos ilumine y alegre en tal jornada y siempre. «Lo que ocultamos a los hombres es manifiesto a Dios; convertíos, pues, con sinceridad. Vivid de tal manera que obtengáis la bendición del Señor, y la paz de Dios, nuestro Padre, esté siempre con vosotros».

Enrique


Todas las citas son de la carta de 1486 de san Francisco de Paula que puede consultarse en Galuzzi, A. (1967). Origini dell´Ordine dei Minimi. Roma, pp. 121-122.