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31/7/22

XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO C)


 
XVIII Domingo del tiempo ordinario (Ciclo C)
“Guardaos de toda clase de codicia”

La palabra de Dios de este domingo nos habla sobre los bienes materiales y espirituales. Nos advierten acerca del peligro de la avaricia, la cual es un pecado y un vicio relacionado con el apego a los bienes materiales y con el deseo de tener mucho.

La Primera Lectura del Libro del Eclesiastés (Qo 1, 2; 2, 21-23) nos habla de la poca importancia que tienen los bienes materiales y ante tantos afanes y tantas angustias de este mundo. ¿Qué actitud nos conviene tomar?
La primera lectura nos dice que debemos tomarnos la vida sin envidias, afanes, comparaciones con las riquezas de los otros. Pero a esa actitud de Qohélet le falta una dimensión, la que Jesús nos ofrece en la parábola del evangelio.

En la Segunda Lectura, San Pablo (Col 3, 1-5. 9-11) nos invita muy claramente a ocuparnos “de los bienes de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios”.
Es decir, de lo que tiene relación con nuestra vida espiritual, de los bienes que tenemos que buscar para llegar a nuestra meta, que es el Cielo. Menciona también San Pablo la “avaricia”, “como una forma de idolatría”.
Pues el deseo excesivo de bienes materiales, la satisfacción de caprichos inventados o innecesarios terminan por convertir al dinero en un dios falso, en una cosa a la que se le rinde culto, porque se le pone por encima de todas las demás cosas, por encima de los bienes espirituales, por encima de Dios.
Como cristianos, nuestra vida está escondida en Cristo, es decir es El quien nos inspira, quien nos va liberando de todo aquello que en la tierra nos ate, o nos lleva a enfrentarnos los unos a los otros.

El Evangelio (Lc 12, 13-21) también nos habla de la avaricia: “Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea”. De hecho, el evangelio es como la respuesta a los planteamientos de Qohélet en la primera lectura.
Pero... ¡qué difícil es no estar apegado a los bienes de la tierra: dinero, propiedades, comodidades, lujos, gustos, placeres, seres queridos, etc.! Y si nos fijamos bien, en la Palabra de Dios el Señor nos pide apegarnos solamente a los bienes de allá arriba y desprendernos totalmente de lo que solemos llamar “las cosas de este mundo”.
Los que siguen a Jesús, pues, tienen que sacar, según Lucas, las conclusiones de este seguimiento. Si no se desprenden de las riquezas, si se preocupan de amasarlas constantemente, además de cometer injusticia con los que no tienen, se encontrarán, al final, con las manos vacías ante Dios, porque todo su corazón estará puesto en tener un tesoro en la tierra.

La acumulación de riquezas, pues, es una injusticia y la injusticia es contraria al Reino de Dios. “¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida?”
Por lo tanto, como familia de san Francisco de Paola, este evangelio es una llamada clara a la primacía de Dios sobre todas las cosas y a la caridad como signo de amor y del pan compartido con los pobres y necesitados. Los discípulos reconocieron el maestro al partir el pan, y tú haz lo mismo.

P. Désiré O. M.
Convento de Sevilla

24/7/22

XVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO C)

 
 Domingo XVII del tiempo ordinario (Ciclo C)
"Enséñanos a orar"

La Primera Lectura de este domingo nos habla de la destrucción de Sodoma y Gomorra, las ciudades con fama de depravadas. Este relato pone de manifiesto la intercesión de Abrahán a Dios por los justos. Pero sabemos lo que sucedió: Dios terminó destruyendo las dos ciudades con fuego y azufre. Se salvaron solamente Lot y su familia, seguramente porque era tan generalizada la perversión, que no había en ellas ni siquiera esos diez hombres justos, que Abraham ofreció presentar al Señor.

Con el salmista (Sal 137) decimos: Te damos gracias, Señor, de todo corazón. Es decir, en el Salmo hemos hecho una oración de acción de gracias.

En la Segunda Lectura sí aparece un justo: Jesucristo, el Justo entre los justos, que salva a la humanidad con su Pasión y su Muerte en cruz. Sin embargo cada uno de nosotros deberá colaborar respondiendo a la gracia divina para su propia salvación.

El Evangelio de este domingo nos presenta una buena catequesis de la oración. El relato está dividido en cuatro partes y abarca: la petición «¡Enséñanos a orar!», juntamente con el Padrenuestro (11, 1-4).

En la parábola del amigo que viene a pedir, san Lucas la entiende como exhortación a ser constantes en la oración (11, 5-8). En tercer lugar tenemos una invitación a orar (11,9s) y la imagen del padre generoso es una invitación a tener confianza en que el Padre se nos va a escuchar (11,11-13).

Pero bien, fijémonos ahora en el Padrenuestro que conocemos todos. En esa oración que Jesús nos dejó están contenidas varias formas de oración: la Oración de Alabanza: Padre Nuestro, que estás en el Cielo, santificado sea tu nombre. La Oración de Contrición para pedir perdón por nuestras faltas. Perdona nuestras ofensas. Y la Oración de Petición: Danos hoy nuestro pan de cada día. No nos dejes caer en tentación.

Cuando Jesús está rezando, los discípulos quieren aprender, porque se dan cuenta de que se trata de una necesidad y que Jesús como hombre quiere estar en contacto muy personal con su Padre.

El Padrenuestro es "la oración específica del discípulo de Jesús", ya que Lucas nos dice con claridad que los discípulos se lo han pedido y él les ha enseñado. En consecuencia es una oración destinada para aquellos que "buscaron" el Reino de Dios. Buscad primero el reino de Dios y el resto os será dado por añadidura.

A continuación Jesús habla de Dios como "Padre" con sentido de reto, de cómo debemos entender a Dios y de cómo debemos relacionarnos con Él. Pero ¿Qué significa Padre (Abba)? Es la significación genuina de "Padre querido".

Jesús nos alienta a que nosotros sus discípulos estemos persuadidos previamente en la oración de una confianza sin límites. Es decir tener a Dios en nuestras manos, en nuestros brazos, como un padre o una madre, tienen a su pequeño, y entender para qué vale orar a Dios.

P. Désiré O. M.
Convento de Sevilla

17/7/22

XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO C)


Domingo XVI del Tiempo Ordinario (Ciclo C)
"El Señor nos visita"
 
En la Primera Lectura vemos a Abraham siendo visitado por el Señor. Nos dice así la Escritura: “En aquellos días el Señor se apareció a Abraham...”. Algo similar vemos en el Evangelio: el Señor va a visitar a sus amigas Marta y María.
 
Nos encontramos con un relato donde tres personajes aparecen a Abrahán a lo lejos y que son como uno. La tradición cristiana ortodoxa ha visto en este episodio el misterio de la Trinidad, e incluso el de la Eucaristía, sobre todo ante los dones que ofrece Abrahán. La idea más importante aquí es llamar nuestra atención sobre el paso de Dios a nuestro lado.
 
En la Segunda Lectura, san Pablo nos habla del misterio de Dios revelado a los suyos. No se trata de una revelación reservada a algunos, sino que todo el que quiera conocer a Dios lo puede hacer por medio de Cristo. Es verdad Dios sigue siendo misterio pero su Hijo Jesucristo nos lo ha dado a conocer por medio de su encarnación.

En el Evangelio, san Lucas nos presenta el Señor quien hace algo inédito, una parada en casa de Marta y María, o sea, entrar solo en casa de unas mujeres, lo que no era bien visto en aquella sociedad judía. Es verdad que a san Lucas le gusta poner de manifiesto la presencia de las mujeres entorno a Jesús pues sin la cooperación de ellas, el Evangelio hubiera sido excluyente.

En esta visita del Señor vemos a Marta muy atareada con los quehaceres domésticos. Y su hermana María está a los pies del Señor escuchando su Palabra. Marta le reclama a Jesús la aparente inactividad de su hermana. Y la respuesta del Señor parece por lo menos desconcertante: “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa por muchas cosas. En realidad, una sola cosa es necesaria y María escogió la mejor parte”.

Esta respuesta de Jesús ha dado mucho que hablar. Muchos la interpretaron como que se trataba de defender la vida contemplativa respecto de la vida apostólica. La vida contemplativa y la vida activa son dos aspectos complementarios en la tradición cristiana.

Lo que san Lucas quiere subrayar es la importancia de la escucha de la Palabra de Jesús. 
Por ejemplo a veces nos ocurre estar a misa pero con la mente fuera, más pendientes a otras cosas que en la celebración del misterio de nuestra fe.

La figura de María nos enseña a saber elegir entre tantas cosas la más necesaria, es decir la más importante en ese momento. De eso se trata, de ese ahora en que Dios, el Señor, pasa a nuestro lado, y tenemos que acostumbrarnos a estar solo con él.

Escuchándole y acogiéndole en lo que nos dice, dejando otras cosas para otros momentos, es decir aprender a saber desengancharse. De eso es de lo que hablaba san Francisco de Paula sobre la Primacía de Dios en nuestra vida.

Si bien estas Lecturas nos muestran el servicio a Dios en forma de atenciones domésticas como Abrahán, Sarah y Marta, debemos tener en cuenta que servir a Dios es sobre todo escuchar su Palabra como María, eso es complacerlo en todo. La primacía de Dios es estar a su escucha es decir dejar que Él sea quien nos dirija.

P. Désiré O. M.
Convento de Sevilla 

10/7/22

XV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO C)


Domingo XV del tiempo ordinario (Ciclo C)

Un mandamiento nuevo...que nos amáramos todos...

La Palabra de Dios de este domingo nos habla del mandamiento del amor al prójimo. 
 
En la Primera Lectura del Libro del Deuteronomio, Moisés dice al pueblo de Israel y a nosotros que los mandamientos son asequibles a todos pues: “no son superiores a tus fuerzas, ni están fuera de tu alcance..., en tu boca y en tu corazón para que puedas cumplirlos” (Dt 30, 10-14). 

Los sabios siempre habían comparado la ley de Dios a la Sabiduría, y ésta se consideraba inaccesible. Y con esta lectura, Moisés quiere poner de manifiesto que los mandamientos del Señor no son imposibles de entender y de cumplir, ni están por encima de nuestra capacidad. Lo bueno, lo hermoso, lo justo, es algo que debe estar en nuestro alcance y debe nacer libremente de nosotros mismos.

La Segunda Lectura de la carta de San Pablo a los Colosenses nos dice que: “Cristo es la imagen de Dios invisible, el primogénito de toda la creación” (Col 1, 5-20). Es decir Cristo es la imagen de Dios, pero es criatura como nosotros también. Lo más profundo de Dios, lo más misterioso, se nos hace accesible por medio de Cristo primero en todo.

Lo que significa que nos espera a nosotros lo que a Él. Si a Él Dios lo ha resucitado de entre los muertos, también a nosotros se nos dará la vida que Él tiene. De hecho nuestro acceso a Dios, está fundamentado en Cristo.
 
En el Evangelio de hoy, san Lucas nos presenta el escriba que quiere asegurarse la vida eterna y quiere que Jesús le puntualice exactamente qué es lo que debe hacer para ello. La tradición cristiana nos enseña que la ley se resume en amar a Dios y al prójimo en una misma experiencia de amor.

Pero ¿quién es mi prójimo, el que debo amar en concreto? Mi prójimo piensa Jesús es quien me necesita; pero más aún, lo importante no es saber quién es mi prójimo, sino si yo soy prójimo de quien me necesita.

Una religión que deja al hombre en su muerte, no es una religión verdadera (la del sacerdote y el levita); la religión verdadera es aquella que da vida, como hace el samaritano. Algunos padres de la Iglesia vieron en el “samaritano” al mismo Dios.

La parábola no solamente hablaba de una solidaridad humana, sino de la praxis del amor de Dios. No importa a quién tenemos que amar si no, querer salvar a todos que el señor pone en nuestro camino y ofrecerles un futuro.

Nuestra caridad no tiene que ser selectiva. Por eso Jesús dice que es un mandamiento nuevo. ¿Y por qué era “nuevo”? Porque para los judíos el mandato de amor a los demás era sólo para los de su misma raza y nación: era un amor entre ellos mismos. Por eso el Señor lo llama un mandamiento nuevo: porque lo estaba extendiendo a todos los hombres.

El amor-caridad incluye a todos sin hacer excepción de nadie. Lo primero de todo es el hecho de que la Caridad es una virtud infundida en nosotros por Dios. Es decir, nosotros no podemos amar por nosotros mismos, sino que Dios nos ama y con ese Amor con que Dios nos ama, podemos nosotros amar... amarle a Él y amar también a los demás. Si Dios no nos amara, nosotros seríamos incapaces de amar.

Amor-caridad es estar atentos a las necesidades de los demás: necesidades espirituales y corporales. Las espirituales: enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que se equivoca, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos de los demás, rogar a Dios por vivos y difuntos. Las corporales: dar de comer al hambriento, dar techo al que no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y presos, enterrar a los muertos, liberar al cautivo, dar limosna a los pobres.

Hermanos, “hagámoslo por caridad” decía san Francisco de Paula porque vemos la imagen de Dios en quien sea que necesite nuestro servicio. Esa es la diferencia entre altruismo o filantropía y Caridad Cristiana.


P. Désiré O. M.
Convento de Sevilla
(versión PDF)

3/7/22

XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO C)



Domingo XIV del tiempo ordinario (Ciclo C)

Las lecturas de este domingo nos invitan a tener confianza en Dios y anunciar el Evangelio.

La Primera Lectura del Profeta Isaías (Is 66, 10-14) nos habla de la restauración de Jerusalén. Dios sostiene la obra y el pueblo confía en él. Y el profeta nos presenta Israel como: “un hijo a quien su madre consuela... Como niños serán llevados en el regazo y acariciados sobre sus rodillas”. “Así os consolaré Yo” dice el Señor a Israel. Y al ver esta consolación de Dios el pueblo se alegra. Así se manifiesta el poder de su Dios.

El poder de Dios multiplica la eficacia de las obras de nuestras manos y hemos de tener confianza en Él como lo hizo su hijo pues como dice san Pablo en la segunda lectura (Ga 6, 14-18), Dios “No permita que nos gloriemos en algo que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo”.

Aceptación de la cruz que no es la cruz del “sacrificio” sin sentido, sino el patíbulo del amor consumado. Por eso Pablo no puede permitir que se oculte o se disimule la cruz del evangelio. Es más, la cruz se hace evangelio, se hace buena noticia.

De hecho, en el Evangelio (Lc 10, 1-12.17-20) Jesús envía a los 72 discípulos para anunciar esta buena noticia al mundo. Y esa misión requiere de sus discípulos una confianza absoluta en el poder de Dios.

Como “corderos en medio de lobos”, mandó Jesús a los primeros discípulos, advirtiéndoles que la cosecha era grande y los trabajadores pocos. Los mandó por delante de Él “a los pueblos y lugares a donde pensaba ir”, invitándoles a desear la paz en cada casa.

Pero el evangelio, buena noticia, no es percibido y recibido de la misma manera por todos los hombres, porque es una provocación para los intereses de este mundo. Por eso al decirles a sus discípulos que los envía “como corderos en medio de lobos”, parece anunciarles peligros serios que lleva la tarea de la evangelización.

Hoy el Señor nos repite este mandato a todos nosotros que hemos de evangelizar también sin miedo ni vergüenza pues hemos de confiar no en nuestras propias fuerzas, sino en el poder de Dios.

Pero no hay que ser un especialista de la sagrada escritura para evangelizar. Debemos, sí, prepararnos un poquito cada día, leyendo la Sagrada Escritura, el Catecismo de la Iglesia Católica, libros, revistas y sitios web de formación católica, etc.

Lo más importante es hacer como san Francisco de Paula es decir hablar con Dios y hablar de Dios para que así Dios se revele a nosotros y llegue a los demás. De allí que –primero que nada- Dios primero en todo de la salida del sol hasta su ocaso.

¿Y cómo prepararnos cada día? En la oración frecuente y constante. En la recepción de los Sacramentos también frecuente y constante. Y en la práctica frecuente y constante de las buenas obras.

Así la oración, los sacramentos y las buenas obras nos van haciendo instrumentos dóciles en las manos del Señor, para que Él pueda actuar a través de nosotros. ¡Paz a vosotros!

P. Désiré  O. M. 
Convento de Sevilla

26/6/22

XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO C)


XIII Domingo del tiempo ordinario
26/06/2022

Las Lecturas de este domingo nos hablan de seguimiento a Dios, y de nuestra respuesta.

La Primera Lectura (1 Rey 19, 16-21) nos presenta una narración donde aparece el gran profeta Elías que capta a su discípulo Eliseo para que le siga y mantener viva la llama de la profecía, la voz de Dios.

Pero en este relato aparezcan los afectos familiares. Por eso Elías le dice: “Ve y vuelve, porque bien sabes lo que ha hecho el Señor contigo”. Toda llamada implica un cambio de vida y una elección por lo que merece la pena. Por eso con el salmista decimos: “Enséñame, Señor, el camino de la vida”. “Yo siempre he dicho que Tú eres mi Señor”. Pero ¡qué difícil aceptarlo y practicarlo!

En la Segunda Lectura (Gal 5, 1 y 13-18) San Pablo nos habla de la libertad. “Cristo nos ha liberado, para que seamos libres”. Y el apóstol nos invita a no volver a vivir en el desorden de la carne pues nuestra vocación es el recto uso de la libertad.

La libertad de Cristo no es hacer lo que a uno le venga en gana. Eso sería “tomar la libertad como un pretexto para satisfacer el egoísmo”. Y si vivimos haciendo lo que nos venga en gana terminaremos devorándonos mutuamente. Es lo que vemos a nuestro derredor con toda clase de envidia y de odio.

El apóstol nos invita a vivir “de acuerdo a las exigencias del Espíritu”. Somos realmente libres cuando nos sometemos a la Voluntad de Dios.

En el Evangelio (Lc 9, 51-62) vemos a Jesús “tomando la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén”. Y, con "firme determinación”, siguió el camino hacia su inmolación en la cruz.

En la ruta se presenta un inconveniente con los samaritanos y Santiago y Juan quieren hacer un mal uso del poder de Dios. Acabar con ellos quemándoles con el fuego. Jesús, por supuesto, los riñe. Y decide hospedarse en otra aldea.

Y, mientras iba de camino, tres candidatos para ser los discípulos de Cristo se cruzan con ellos.

El primero dice a Jesús : “Te seguiré dondequiera que vayas”. Y a este Jesús le informa de que : “el Hijo del Hombre no tiene en dónde reclinar la cabeza”. A este Jesús le hace ver la precariedad que lleva la misión. Al comenzar su vida pública Jesús andaba como un peregrino.

El hogar es la base de la seguridad terrena. Y el Señor advierte de que quien quiera seguirlo debe desprenderse de las seguridades y ventajas terrenas. Los que siguen a Jesús en la vida religiosa tienen que tener este desprendimiento especial de no tener hogar propio.

Pero los que no tienen voto de pobreza y viven en el mundo tienen casas. Pero deben aprender a seguir a Cristo sin intereses y que ese seguimiento de Cristo pueda tornarse incómodo, difícil, sin seguridades, en confianza ciega a lo que nos vaya exigiendo Dios.

Al segundo candidato Jesús es quien le pide que le siga y éste le respondió: “Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre”. La respuesta de Jesús es fuerte: “Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú, ve y anuncia el Reino de Dios”.

Aquí la respuesta del Señor indica que cuando Él llama, desea que se le responda de inmediato, sin retrasos, pues ¿qué significa amar a Dios sobre todas las cosas? Es la llamada a la Primacía de Dios que anunciaba San Francisco de Paula.

El tercero candidato dice: “Te seguiré, Señor, pero déjame primero despedirme de mi familia”. La respuesta de Jesús es clara y se refiere a la inconstancia: “El que empuña el arado y mira hacia atrás no sirve para el Reino de Dios”. ¡Cuántas excusas! ¡Cuánta falta de perseverancia en el servicio a Dios! ¡Cuántas marchas y contra-marchas!

Para seguir a Cristo hay que tener, como decía Santa Teresa de Jesús, “una determinada determinación”, que es lo mismo que decir: “una decidida decisión”.

San Francisco de Paula nos advierte de que la corona de gloria se dará solo a los que han perseverado.

No tenéis miedo de despojarse, nuestro Dios sabe mejor que nosotros lo que nos conviene por eso te dice “Tú, sígueme”.

P. Désiré O. M. 
Convento de Sevilla

19/6/22

EN LA SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI


SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI

Jesucristo murió, resucitó y subió a los Cielos, pero también permanece presente en todos los sagrarios del mundo. Sigue estando vivo allí, es decir: con todo su ser de Hombre y todo su Ser de Dios, para ser alimento de nuestras almas. Este es el gran misterio que celebramos en la Fiesta de Corpus Christi.

La primera lectura del libro del Génesis nos presenta como Melquisedec, el rey de Salem, se ha puesto a los pies de Abrahán, ofreciéndole el pan y el vino. Y así el rey misterioso rompe con la costumbre de ofrecer animales a los sacerdotes para el culto divino.

El hecho de que en esa ofrenda de Melquisedec se usen las cosas sencillas de la tierra, apunta bellamente a Jesús antes de morir, quien dará su vida como ofrenda para alimentar nuestra vida espiritual.

El gesto de Melquisedec es así como un signo anticipado de los gestos del pan y el vino de Jesús en la última cena con sus discípulos.

En la segunda lectura. San Pablo recuerda a los cristianos de Corintios las tradiciones recibidas de nuestro Señor. Y una de esas tradiciones son las palabras y los gestos de la última cena.

Hay que reconocer que los gestos del Señor Jesús eran los que se hacían en cualquier comida judía. Pero lo importante son las “palabras” y el sentido que Jesús pone en los gestos. Jesús, en la noche “en que iba a ser entregado”, se “entregó” Él mismo a los suyos.

Lo verdaderamente interesante es que antes de que lo entregaran a la muerte y le quitaran la vida, él se ofreció, se entregó y dio su vida a los suyos en el pan y en el vino. 

Es como la ofrenda de pan y vino de Melquisedec a Abrahán en la primera lectura. Pero a diferencia de Melquisedec, Jesús mismo se ofreció y eso se hará hasta que vuelva, es decir hacer memoria para siempre.

Y la Eucaristía será el momento oportuno para hacer memoria según san Lucas en el Evangelio de hoy.

Lucas ha presentado la multiplicación de los panes como una Eucaristía donde el Señor acogía a la gente, les hablaba del Reino de Dios y los curaba de sus enfermedades.

Muchas personas necesitan la “eucaristía” como misterio de acogida de sus búsquedas, de sus frustraciones, de sus anhelos espirituales.

También la Eucaristía debe ser “experiencia del Reino” es decir ofrenda de amor gratuita de sí mismo, Caritas; ese Reino anunciado por Jesús es decir el Reino del Padre de la misericordia.

En este relato evangélico se ha visto como el poder del Señor multiplica el fruto dela tierra y del trabajo de nuestras manos para saciar el hambre dela gente.

El poder del Señor multiplica la eficacia del hombre y la transforma en ofrenda agradable a sus ojos a ejemplo del pan de los ángeles bajado del cielo.

La Eucaristía, sacramento de Cuerpo y la Sangre de Señor, es la experiencia donde lo viejo es superado.

Por eso, somos llamados como comunidad cristiana a encontrar fuerzas para ir rompiendo con lo antiguo, “convertíos” como lo anunciaba San Francisco de Paula, para formar el pueblo de la nueva alianza.

P. Désiré O. M. 
Convento de Sevilla.

12/6/22

LA SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD


La Solemnidad de la Santísima Trinidad

Celebramos hoy la Solemnidad de la Santísima Trinidad, un solo Dios en tres personas. Puede parecer pretencioso para nosotros seres humanos pretender hablar de la esencia de Dios.

Sin embargo podemos entender mutatis mutandis el misterio de un solo Dios en tres personas cuando hablamos del matrimonio que es la formación de dos personas en una sola carne.

Delante de este misterio tan inmenso, nuestra actitud como hijos/as de San Francesco de Paola es la oración, adoración, y alabanza orientada a la charitas de Dios Padre, en la fiel imitación de Jesucristo, bajo la guía e iluminación del Espíritu sanctus.

La Palabra de Dios de esta solemnidad nos invita a meditar sobre la esencia de Dios.

La Primera Lectura (Prov. 8, 22-31) nos habla de la Sabiduría. Y al hablar de la Sabiduría se nos va mostrando el inmenso poder de Dios, y la sabiduría misma como si fuera una criatura de Dios, a veces como si fuera Dios mismo y en otros lugares, se nos dice que por la Sabiduría “los hombres se salvarán” (Sb 9, 18).

Es importante reconocer que la Sabiduría es una figura de Cristo y reflejo de su actividad, pues Cristo es la Palabra hecha carne que nos salva (Jn 1,1).

En el Evangelio (Jn 16, 12-15) Jesús nos habla de sí mismo, y también del Padre y del Espíritu como el “Espíritu de Verdad” que nos irá guiando hasta la perfecta unión entre las Tres Personas, cuya Sabiduría es comunicada a nosotros.

Dicho en palabras de San Atanasio: todo nos viene del Padre, por la gracia del Hijo, y todo es repartido por el Espíritu Santo.

De allí la frase de San Pablo (cf. 2 Cor 13, 14) con que se inicia la Santa Misa: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el Amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo esté con todos ustedes”.

La Segunda Lectura de San Pablo a los romanos (Rm 5, 1-5) nos explica que en la Santísima Trinidad el Padre es Amor, el Hijo es la Gracia y el Espíritu Santo es la comunicación del Amor y la Gracia el cual la infunde en nuestros corazones.

Sin embargo, algunos en nuestros días se están construyendo un “dios” a su manera, que no puede amar.

Nosotros creemos en personas, y cuando hablamos de Dios y con Dios hablamos de Personas y con Personas, es decir: o hablo con el Padre, o hablo con el Hijo, o hablo con el Espíritu Santo, o hablo con los Tres.

Y estas Tres Personas que son cada una el mismo y único Dios, se aman entre sí y nos aman a nosotros con un Amor que es Infinito, como Infinito es Dios.

Si amamos a Dios como Él desea ser amado por nosotros y si nos amamos entre nosotros con ese amor con que Dios nos ama, estaremos unidos a Dios para toda la eternidad.

Pero aún en el más allá, cuando esa unión se dará a plenitud, Dios seguirá siendo Tres Personas y nosotros seguiremos siendo también personas.

Padre Désiré O. M.
12/06/22 - Sevilla

5/6/22

PENTECOSTÉS: NACER DE NUEVO - CONVERTIRSE



La fiesta de Pentecostés es “nacer de nuevo” o sea “convertíos” 

Estamos celebrando “Pentecostés”, cincuenta días después de la Resurrección. “Pentecostés”, día de la venida del Espíritu Santo a los Apóstoles, reunidos con la Santísima Virgen María en el cenáculo. Jesús había hablado de Pentecostés en varias oportunidades y una de las personas a quien habló Jesús sobre el Espíritu Santo fue a Nicodemo. 

Nicodemo era maestro de la Ley, pero quería aprender del verdadero Maestro. Tanto aprendió y tanto creyó en Jesús acerca de “¿cómo puede volver a nacer un hombre ya viejo?” pues “el que no renace del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el Reino de Dios. Y ¿qué es nacer de nuevo? Para entender esto, no hay más que ver a los Apóstoles antes y después de Pentecostés. 

Antes de Pentecostés… 

Los apóstoles eran como todos nosotros: torpes para entender las Sagradas Escrituras y las enseñanzas que recibieron directamente del Señor. También eran débiles en su fe, deseosos de los primeros puestos y envidiosos entre ellos. Además, tenían muchísimo miedo de que los reconocieran como seguidores de Jesús. 

Después de Pentecostés… 

Los apóstoles cambiaron totalmente: se lanzaron a predicar sin ningún temor, llenos de sabiduría divina, con un poder de comunicación especial dado por el Espíritu Santo. Hablaban en lenguas para llamar a la conversión. 

A los que creían en el mensaje de Jesucristo Salvador, los iban bautizando. Así comienzan a formar nuevos discípulos y comunidades de cristianos. Además, asistían a los necesitados. Así comenzó la primera evangelización. 

Para nosotros hijos y devotos de san Francisco de Paula, la solemnidad de Pentecostés nos llama a seguir y a realizar la “re-evangelización”. Pero para eso necesitamos ser transformados por el Espíritu Santo, como los Apóstoles en Pentecostés. 

Entonces, para que la re-evangelización eche raíces, debemos convertir nuestro pensamiento, nuestros sentimientos y nuestras obras o sea debemos nacer del Espíritu Santo. Por ello, esa fe que recibimos en el bautismo necesita ser purificada y fortalecida, para que cada uno de nosotros pueda dar testimonio de Cristo. Y el secreto de la conversión o sea nacer de nuevo está en la oración. 

Los apóstoles perseveraban en la oración junto con María, la Madre de Jesús. Nuestra oración diaria y perseverante, como los apóstoles es el instrumento de nuestra conversión. Para disfrutar plenamente de Pentecostés o sea “volver a nacer” san Francisco de Paola nos ha enseñado a reconocer y a proponer la primacía de Dios en toda humildad. 

Padre Désiré, O. M. 
5/06/22 - Sevilla