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7/9/25

¡FELIZ DÍA DE NUESTRA SEÑORA DE LA VICTORIA!


TRIDUO A LA VIRGEN DE LA VICTORIA

Patrona de la Orden de los Mínimos en España


ORACIÓN INICIAL PARA TODOS LOS DÍAS:

Madre y Señora nuestra, María Santísima de la Victoria, reunidos en este día bajo tu protección para celebrar tus alabanzas, recurrimos a tu amparo, ya que eres la protectora de nuestras vidas. El título “de la Victoria”, nos da ánimo y coraje para continuar nuestro camino hasta la Casa del Padre. Haz que escuchemos siempre a tu Hijo Jesús y hagamos la voluntad de Dios todos los días de nuestra vida. Virgen de la Victoria, Madre y defensora de todos los necesitados, mira por nosotros y danos tu bendición. Amén.


ALABANZAS PARA CADA DÍA

DÍa 1º. María Santísima: bajo la advocación de la Victoria, recurrimos a Ti, te alabamos, te bendecimos y te pedimos: Sé Señora de nuestra esperanza durante el peregrinar de nuestra vida. Intercede por nosotros. Dios te salve, María... Santa María...

Día 2º. Madre amantísima, Virgen de la Victoria mira nuestras preocupaciones y sufrimientos. Te alabamos por las maravillas que Dios hizo en Ti y te pedimos nos mires para que, bajo tu patrocinio, superemos las dificultades de esta vida, camino del Reino definitivo. Ruega por nosotros. Dios te salve, María,... Santa María...

Día 3º. Madre protectora, Virgen de la Victoria mira nuestras comunidades, sus necesidades y sobre todo nuestro caminar hacia la santidad. Te alabamos por el don concedido por tu Hijo Jesús al hacer de Ti su Madre y nuestra Madre. Intercede ante tu Hijo por nosotros para que nunca perdamos la virtud de la esperanza. Te damos gracias porque, al pie de la Cruz, aceptaste ser Madre de todos los hombres. Sé Madre victoriosa que nos guíe y acompañe siempre. Protégenos a todos. Dios te salve, María,... Santa María...


ORACIÓN PARA CADA DÍA DEL TRIDUO


Día 1º. MARÍA, MUJER DE FE

Virgen Santísima, Mujer que demostraste una profunda fe cuando el anuncio del Ángel proclamó que serías Madre de Dios. Haz que nosotros, a través de los acontecimientos de la vida, que nos sirven de ángeles anunciadores, vivamos esa profunda fe y cumplamos los designios de Dios sobre cada uno de nosotros. Que este triduo en tu honor, Virgen de la Victoria, nos lleve a recorrer los mismos caminos que Tú recorriste.

Durante un momento, hagamos nuestra petición personal.


Día 2º. MARÍA, ESPERANZA DE LOS PEREGRINOS

Señora y Madre nuestra, Virgen de la Victoria. Somos peregrinos de los caminos de la vida. Como Tú, que fuiste un día peregrina por las tierras de Egipto llevando en tus brazos a Jesús y en tu corazón una inmensa esperanza, haz que esta santa virtud no desaparezca nunca de nuestra vida y que sepamos ver, a través de la oscuridad, las dificultades y dolores, la voluntad amorosa del Padre. Que nuestro amor por Ti, Virgen de la Victoria, nos lleve a albergar la misma esperanza que guardabas en tu corazón.

Durante un momento, hagamos nuestra petición personal.


Día 3º. MARÍA, AMOR DE SUS HIJOS, LOS HOMBRES

Madre amantísima, Virgen de la Victoria, que, al pie de la Cruz, nos recibiste a todos los hombres con amor de Madre. Haz que este amor brote en nuestros corazones para nuestro buen Padre, Dios, y para todos los hombres, nuestros hermanos. Que, siguiendo tu ejemplo, aprendamos a amar sin límites ni distinciones. Enséñanos a amar, Virgen de la Victoria, de modo que el amor verdadero nunca se borre de nuestros corazones.

Durante un momento, hagamos nuestra petición personal.


Se termina rezando la Salve.


https://www.minimas.org/orar.aspx?id=144&t=6


25/5/25

NUEVO CANAL DE WHATSAPP


Búscanos como SAN FRANCISCO DE PAULA - MÍNIMOS EN FAMILIA.

Entre más miembros seamos y a cuantas más personas lo difundamos a más público llegará el conocimiento del mismo dado el algoritmo propio de esta red social. 

Recuerda que participar en él no conlleva, en ningún caso, que se compartan tus datos personales (número de teléfono, nombre, etc.), pues sólo es un medio para recibir información y contenidos relacionados con el carisma.

Por supuesto, al canal se pueden unir y abandonarlo cuantas veces lo deseen con un solo click.

¡Ayúdanos a dar a conocer a nuestra querida Orden de los Mínimos allende los mares!

Gracias por vuestra colaboración.

6/11/24

SALUDO DEL P. CORRECTOR GENERAL OM

EN CONTINUA CONVERSIÓN A JESUCRISTO SEÑOR
PARA SER PEREGRINOS DE ESPERANZA

Carta del P. Corrector General,
P. Gregorio Colatorti,
a los frailes, monjas y terciarios
de la Familia de los Mínimos

Salud y paz en Jesucristo bendito.

Damos gracias al Señor por todos los dones que constantemente nos otorga. 
En el Señor pongo mi confianza. A El pido me acompañe para continuar a servir a esta familia que amo. Estos son los sentimientos que me han movido a aceptar este segundo mandato que los capitulares me han encomendado.
A todos vosotros un agradecimiento particular de la Curia y mío por habernos sostenido y ayudado con la oración a descubrir el gozo de ser hijos del mismo Padre San Francisco, hombre de paz, de reconciliación y de amor.
Seguid orando para que en todos nos crezca el deseo y la voluntad de caminar juntos siendo fieles hoy al Espíritu por el carisma cuaresmal que nos pone en la Iglesia y ante los hombres como testigos y mensajeros de la misericordia del Padre. 

Os envío mi saludo, muy queridos hermanos y hermanas, el día de Todos los Santos por remitirnos esta solemnidad a lo esencial, al objetivo y a la meta común de nuestra vida: por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5,48). Todos nosotros, habiendo recibido la llamada a ser santos e intachables en Cristo (cfr. Ef 1,4), según el estado de vida de cada uno, seamos esperanza para este mundo que "sobrevive entre las guerras, los desequilibrios socioeconómicos, el consumismo y el uso antihumano de la tecnología" (1).

1 La LXXXVII asamblea capitular se ha desarrollado en el contexto de los dos acontecimientos eclesiales: El Sínodo de la Sinodalidad y la preparación al Año Santo cuyos temas han servido de orientación para la reflexión, la confrontación y el diálogo. Siguiendo la tradición viva de la Orden, habida cuenta de la actualidad social y eclesial, con la mirada hacia el futuro, hemos procurado responder a los desafíos emergentes que interpelan a nuestra Familia Mínima en vistas a actualizar el Evangelio de la conversión.
Movidos por el Espíritu, hemos vivido días de espiritualidad, de comunión fraterna, de gracia formativa y de discernimiento sobre nuestra identidad y misión de hombres de comunión en continuo éxodo, enviados a anunciar a través de la conversión un cielo nuevo y una tierra nueva (cfr. Ap 21,1).

2 El título En continua conversión a Jesucristo Señor para ser "pelegrinos" de esperanza sintetiza nuestra espiritualidad y misión. En efecto nos interpela a todos nosotros que hemos abrazado la Vida y Regla de San Francisco, nuestro Padre y Fundador, para tener fija la mirada en el corazón (cfr. RTOM,1) de nuestra fe: Jesús, el Señor, camino, verdad y vida. Pero, ¡no es suficiente!
Hay que testimoniar hoy ante los hombres que confiamos en el Hijo de Dios y de María que con su muerte y resurrección es la razón de nuestra esperanza. Él nos ha librado del mal, nos ha hecho hijos del único Padre y hermanos suyos, formando parte de la nueva familia a imagen de la Familia Trinitaria. Nosotros creemos que Él, el Viviente, está presente y operante y nos acompaña para que como Él y con Él, pasemos por esta época nuestra, que ha dejado de ser cristiana, haciendo el bien, anunciando la alegría, la reconciliación, el perdón, la paz; pues obrando siempre de esta manera seremos más "pelegrinos" de esperanza (2).
La esperanza cristiana, de hecho, no engaña ni defrauda, porque está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor divino: “Quién podrá separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada? … Pero en todo esto obtenemos una amplia victoria, gracias a aquel que nos amó. Porque tengo la esperanza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rm 8,35. 37-39) (3).

De esta esperanza tiene necesidad nuestra época, que a veces se arrastra entre la monotonía del individualismo y del ‘ir tirando’ (4). De esta esperanza tienen necesidad los jóvenes, ancianos, enfermos, la creación, pueblos y naciones. De esta esperanza tenemos necesidad todos nosotros que, ante la fuerza del mal, de la violencia dentro y fuera de nosotros, nos cuesta reconocer el bien del que gozamos cada día.
Hemos salido del Capítulo reforzados en la vocación y en la misión para anunciar con la vida a nuestros contemporáneos que Dios ama este mundo angustiado, al que ha enviado a su Hijo que nos llama a sembrar su Palabra entre los hombres y mujeres de todo lugar en este tiempo tan turbulento, pero también tan rico de signos que tenemos que saber reconocer, ya que llevan dentro el deseo de bien y el anhelo del corazón del hombre ansioso hasta no reposar en Dios (5).

3 La Iglesia de nuestro tiempo, todavía en camino para actuar la revolución del Vaticano II, se propone hacerlo descubriendo el carácter sinodal de su realidad viva para actuar uno de los valores básico del mismo Vaticano II: el diálogo ad intra y ad extra de la Iglesia (6). En sendos discursos de apertura de los pontífices que han conducido el Concilio es fácil apreciar los puntos fuertes del diálogo entre Iglesia y mundo, y dentro de la misma Iglesia, puntos que más tarde serán desarrollados en los documentos conciliares. Cabe subrayar uno entre todos.
En el discurso de la apertura de la Segunda Sesión, Pablo VI señala una distinción fundamental para poder animar el diálogo: 
Mientras la Iglesia, buscando cómo animar su vitalidad interior con el Espíritu del Señor, se diferencia y se separa de la sociedad profana en la que vive sumergida, al mismo tiempo se define como fermento vivificador e instrumento de salvación de este mismo mundo descubriendo y reafirmando su vocación misionera, que es como decir su destino esencial a hacer de la humanidad, en cualesquiera condiciones en que ésta se encuentre, el objeto de su apasionada misión evangelizadora (7).
Además de mantener su identidad y reforzarla con mayor adhesión a Cristo, la Iglesia experimenta más y más la diferencia con la vida de la sociedad, pero al igual que los apóstoles en el monte, no están llamados a permanecer en el monte sino a bajar a la llanura para anunciar. Como afirma el Pontífice sólo se puede descubrir y robustecer la misión permaneciendo, estando con, es decir, descubriendo la propia humanidad después de haber encontrado a Cristo, el modelo perfecto.
La verdadera misión de la Iglesia se encuentra en la humanidad que titubea en tomar sus decisiones cotidianas y sufre por las dificultades diarias. Allí descubre, y tiene que descubrir, el valor regenerador de la misericordia que empuja a comprender a la misma humanidad.
En la época en la que los contactos y los intercambios se han ampliado, y son más inmediatos y veloces, nos hemos encontrado incapaces de dialogar verdaderamente, a menudo porque hemos diluido nuestra identidad carismática y cristiana, olvidando las fuentes de nuestro carisma y de nuestra fe.
Por eso el Capítulo General se ha propuesto impulsar y crear nueva capacidad de diálogo con toda la Iglesia y el mundo: dialogar y actuar con la cultura, con las exigencias, los problemas y en particular con las necesidades profundas y espirituales del hombre y de la sociedad contemporáneos (cfr. Proposición 1). Ello acaecerá en la medida en que procuremos transmitir la experiencia que hemos heredado de nuestro fundador a través del carisma específico de la conversión-reconciliación, y que es reclamo constante a la vida y a la experiencia de cada uno de nosotros.

4 Hay que descubrir el motor de un nuevo diálogo basado en la escucha, y una nueva actuación de nuestro carisma específico, vivido como vocación personal, para que cada uno de nosotros ofrezca un testimonio misionero. 
En este proceso de actualizar el carisma hemos pensado orientar nuestro recorrido jubilar Mínimo acudiendo a las figuras que por su santidad se han distinguido en la historia de nuestra familia religiosa durante siglos. No es una operación carismática de arqueología. No es ir a la búsqueda de la historia del pasado para imitarla literalmente. Es un volver a descubrir los testimonios de quienes nos han precedido, reconocer su santidad, sobre todo el valor de la virtud de la fe y la ejemplaridad de actualizar el carisma según las particulares necesidades del momento. Admirar los ejemplos significa para nosotros fortalecer hoy la esperanza.
Motivo principal y más importante es descubrir en nuestra historia la certeza de que el carisma Mínimo ha producido tantos dones de gracia en la historia. Después para que movidos por el testimonio de nuestros hermanos ilustres per santidad nos sintamos llamados y sostenidos en nuestro camino, tanto por su intercesión como para fortalecernos y sostenernos por su testimonio. En ellos queremos revisar la adhesión a Cristo y su configuración con Él, que es modelo de todo cristiano y a la vez el único capaz de modelarnos a imagen del Padre.
Por eso la Curia y yo hemos pensado proponer un modo particular de vivir y compartir el Jubileo y el carisma a través de las figuras de santidad de nuestra Orden. En la carta de Adviento, como continuación de la presente, se darán las indicaciones (7).

Como conclusión quiero saludar fraternalmente a cada uno con la viva esperanza de que el próximo sexenio sea un tiempo y un lugar de renovado encuentro y diálogo con cada uno de vosotros. La Curia y yo pedimos a cada uno el apoyo con la oración y un nuevo empeño en compartir y animar la Orden con el fin de que pueda ser signo eficaz del carisma que nos ha sido encomendado.

Con mi abrazo en San Francisco, Padre y Fundador.

Roma, 1º de noviembre de 2024
Solemnidad de Todos los Santos

P. Gregorio Colatorti
Corrector General

NOTAS
1 Francisco, Carta Encíclica Dilexit Nos sobre el amor humano y divino del corazón de Jesucristo, Roma, octubre 2024, 31).
2 Cfr. FRANCISCO, Discurso A la Curia Romana para la Navidad, 21 diciembre 2019.
3 FRANCISCO Spes non confundit, Bula de convocación del Jubileo Ordinario del Año 2025, Roma, 9 mayo 2024, 3.
4 FRANCISCO, Homilía 9 mayo 2024.
5 Cfr. AGUSTÍN, Las confesiones, 1,1.5.
6 Cfr. Juan XXIII, Gaudet mater ecclesia, Discurso de apertura del Concilio Vaticano II, 11 oct. 1962; Pablo VI, Alocución de la apertura de la Segunda Sesión del Conclio, 20 sept. 1963.
7 Alocución, 43.


17/7/24

ELEGIDOS LOS NUEVOS COLEGAS DE LA CURIA GENERALICIA

 


Fotografía del P. Corrector y sus Colegas, Curia Generalicia de la Orden de los Mínimos para el próximo sexenio (2024-2023). De izquierda a derecha, el P. Giacomo D´Orta (IV Asistente General), el P. Leonardo Messinese, Vicario General (I Asistente General), el P. Gregorio Colatorti (Corrector General), el P. Franco Russo (II Asistente General) y el P. Evelio de Jesús Muñoz (III Asistente General).

Unidos en la acción de gracias a Dios por sus vidas y entrega en favor de la Orden, pidamos también a Dios para que el Espíritu Santo los siga iluminando en su misión de guiar la Orden de los Mínimos en la fidelidad a su santo fundador, San Francisco de Paula.


16/7/24

P. GREGORIO COLATORTI, REELECTO CORRECTOR GENERAL DE LA ORDEN DE LOS MÍNIMOS



87º CAPÍTULO GENERAL DE LA ORDEN DE LOS MÍNIMOS

El P. Gregorio Amedeo Colatorti nació en Bari en 1951. En 1962 entró como aspirante en la Escuela Apostólica de Grottaglie donde prosiguió su formación que luego terminaría en el colegio de Paola. 
El año de noviciado lo vivió en la comunidad de Paterno Calabro tras el cual, el 29 de septiembre de 1968, emitió su primera profesión. 
Terminados sus estudios en Paola fue trasladado a Génova, al Santuario de San Francisco de Paula. Allí, de 1972 a 1976 cursos los estudios filosóficos en el Seminario Arzobispal Diocesano, para proseguir con los teológicos en el Colegio Brignole Sale-Negroni de los Padres Vicencianos. 
Tras recibir la ordenación sacerdotal en Paola el 4 de octubre de 1976 fue enviado a Roma al Colegio Internacional de Mínimos. Allí desempeñó el cargo de vicerrector de los clérigos y ecónomo. 
En septiembre de 1982 obtuvo la licencia en Ciencias de la Educación por la Universidad Pontificia Salesiana. 
De regreso a la Provincia, desarrolló su ministerio sacerdotal en Paola, como animador de la pastoral juvenil y organista del Santuario. Desde octubre de 1983 hasta diciembre de 1990 ejerció como Superior y luego párroco en Catanzaro. Durante este período continuó trabajando en el campo de la pastoral vocacional y juvenil de la Provincia monástica y en la de la Diócesis de Catanzaro-Squillace como asistente diocesano para los jóvenes de Acción Católica. 
En diciembre de 1990 fue trasladado a Paterno Calabro donde continuó con su compromiso con la pastoral vocacional y juvenil. De regreso a Paola en septiembre de 1992, ejerció como asistente provincial y maestro de los frailes de la Escuela Apostólica hasta 2001, año en el que fue elegido Corrector provincial de la Provincia de San Francisco de Paola. Al final de su segundo mandato en 2007, regresó a Catanzaro. Allí desempeñó el ministerio de Maestro de Clérigos y párroco de la comunidad local, así como vicario episcopal para la vida consagrada en la diócesis de Catanzaro.
En septiembre de 2013 fue elegido nuevamente Corrector Provincial, mandato en el que fue nuevamente confirmado en 2016, año del VI centenario del nacimiento del Santo Padre Francisco.
En julio de 2018 fue elegido Corrector General de la Orden de Mínimos, mandato en el que ha sido nuevamente confirmado hasta 2030. 
Demos gracias a Dios elevando también nuestras oraciones por su ministerio.

8/9/23

¡FELIZ DÍA DE NTRA. SRA. DE LA VICTORIA!

    "Por ello, como cualquier otro hombre de Dios, también Francisco albergaba un vivísimo interés por María, no separado sino precedido del amor por Cristo. Escribe Bellantonio: “Toda la dignidad, la grandeza, la gloria de María ha venido por Jesús; por tanto, San Francisco de Paula se dirige a ella, en su piedad, como unida inseparablemente a su Hijo Jesucristo.” 
 
Esto no es difícil de entender para quien consigue colocar en la dimensión correcta y debida la devoción a la Virgen Madre de Dios. Sin menospreciar la religiosidad popular a la que también Francisco se adhería, queda claro que su veneración a Nuestra Señora se conjugaba con la afirmación del primado de Jesús, como se pone de manifiesto no sólo en el famoso binomio Jesús-María que era repetido en las exclamaciones de Francisco, sino también en las actitudes significativas de devoción a la Virgen. 

Éstas las hallamos sobre todo durante la infancia, por ejemplo cuando el pequeño Francisco rehúsa la invitación de la Madre a cubrirse la cabeza mientras está recitando el rosario en la iglesia: “Madre mía, si en este momento yo hablase con la reina de Nápoles, ¿me dirías que tuviese la cabeza cubierta? Pues bien, ¿no es mucho más importante la reina del cielo con la que hablamos?”

De la obra "La vida y la espiritualidad del fundador de la Orden de los Mínimos" 
del P. Gianfranco Scarpitta O. M.

12/3/22

CARTA DE CUARESMA DEL P. CORRECTOR GENERAL DE LA ORDEN

Carta del P. General de los Mínimos


Cuaresma 2022

"Rasgad los corazones y no las vestiduras; convertíos al Señor, Dios vuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la ira, rico en piedad; y se arrepiente de las amenazas" (Jl 2, 13).

Queridos hermanos,

Cada año la liturgia guía nuestro camino hacia la “meta pascual” por “el austero camino de la cuaresma”, parábola para los Mínimos de todo nuestro camino terrenal.

La liturgia del Miércoles de Ceniza con la tríada de la oración, penitencia, caridad y con las palabras de Joel de la primera lectura nos señala la actitud fundamental, que es invitación a disponernos a volver a Dios, penitencia física y espiritual, para que nuestra conversión, o el deseo de ella, sea consciente, real, fruto de una decisión tomada, especialmente en cuanto a la finalidad de la conversión: “convertirse al Señor compasivo y misericordioso".

1.1 Estas dos características divinas nos revelan, ante todo, la esencia de la paternidad de Dios, pero también nos manifiestan que la conversión es en primer lugar un don que debemos acoger y al que tenemos que prepararnos purificando el corazón de todo afán, preocupación como primera finalidad del camino cuaresmal para poder experimentar que Dios está dispuesto a “arrepentirse de las amenazas” ante nuestro mal, nuestro pecado, cualquiera que sea, si somos capaces de reconocerlo ante Él “con corazón sincerido” (Cfr. Lc 4, 1-13).

1.2 En segundo lugar la misericordia ya experimentada empuja al corazón a ofrecerla, a vivirla activando un proceso de relación con los demás que alimenta tanto el don de Dios recibido como el don ofrecido a los demás, condición necesaria para que el don de Dios no muera en nuestro corazón (Cfr. St 2, 26), pues unirse por la fe al sacrificio de Cristo significa morir al propio egoísmo y obrar con el corazón de Cristo.

1.3 La misericordia, pues, es instrumento para acercarse al otro, a su verdad y comprender nuestra verdad, ya que es fundamentalmente el camino para alcanzar la verdad de Dios. Nuestra felicidad de consagrados y creyentes es fruto de un encuentro misericordioso: “felicidad es deleite de la verdad, que significa gozar de ti que eres la verdad, oh Dios, mi luz, salvación de mi rostro, Dios mío” (Agustín, Confesiones X, 23). Esta expresión de S. Agustín, eco de aquella otra más conocida: “Tú le excitas a ello, haciendo que se deleite en abalarte, porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (cfr. Ibidem, I,1; cfr. Lc 9, 28b-36).

2 ¿Qué paz puede haber entre los hombres sin la misericordia que conduce al verdadero sentido de la justicia? Felicidad es ante todo sentirse perdonados, perdonar y avanzar en el camino de la justicia para vivir en paz. ¿Cómo no pensar ahora en la actualidad que nos lleva además a la tarea de pacificar el corazón y (a vivir esa paz) entre nosotros?

2.1 Las recientes noticias del conflicto en Ucrania nos afectan no sólo como creyentes preocupados por la suerte de todos los hombres sino también y más aún por la presencia de algunos de nuestros hermanos Mínimos que trabajan en esa región, por sus familiares y por las familias de nuestros religiosos y amigos que viven entre nosotros. Aseguramos a todos ellos nuestra oración y nuestro apoyo fraterno, no menos que la disposición a poner de nuestra parte todo lo que fuere necesario y posible como ayuda a su urgente necesidad.

2.2 Estos acontecimientos nos llevan a pensar que la guerra es engendro de una estructura de pecado, de condiciones humanas, o deshumana, donde los conflictos por los motivos más disparatados nacen en las familias, en las sociedades donde no se cultivan los valores del diálogo, de la compasión, de la fraternidad y de la recíproca caridad tan enunciados como slogan, pero sin que tengan efecto alguno.

Todos estos valores están incluidos en la riqueza de nuestro carisma y están concentrados en nuestra particular misión de reconciliación. Precisamente porque creemos que la paz entre las naciones tiene su origen en construirla con nuestro esfuerzo cotidiano como mercancía que hay que adquirir con elevado precio esforcémonos en construirla en nuestro entorno, con los más cercanos, para que sea efectivamente vivida y no sólo proclamada con los labios, contrastando con el testimonio efectivo la estructura de pecado que lleva a la guerra, en vez de alimentar el remanso de bondad creciente en beneficio de todos.

2.3 Por tanto esforcémonos, especialmente en este tiempo de penitencia, en ser pacificadores a ultranza, fijándonos en el corazón de nuestro carisma que nos considera reconciliados con Dios, con nosotros mismos y con los demás mediante el perdón y el diálogo que comprende, que nos lleva a aceptar nuestros fallos y los ajenos sin reprochar (cfr. Jn 8, 1.11), pero poniendo el esfuerzo de corregirnos mutuamente con la bondad del Padre misericordioso que espera, sale al encuentro, comprende, abraza y acoge gozosamente en casa (cfr. Lc 15, 1-3.11-32).

2.4 Alimentemos en este tiempo la oración personal y comunitaria por la paz, por Ucrania, por nuestros hermanos religiosos, por sus familias y por los amigos que viven con nosotros procedentes de aquella nación. El Papa nos ha invitado a un día de ayuno para el 2 del actual mes de marzo.

Los Mínimos nos comprometemos a extender la oración y el ayuno a los miércoles y viernes del tiempo de cuaresma (IV R VII, 29; C 40-43; D 30-33), para que haya paz en todas las naciones y más aún para que cada uno sea operador de paz cada día con su prójimo.

3 Añado otra invitación que nos llega de la fase sinodal de la Iglesia que nos propone descubrir mejor nuestra pertenencia a ella como a una comunidad.

3.1 Con nuestro carisma específico participamos en este momento de gracia descubriendo mejor y enriqueciendo los momentos de encuentros y coparticipación que nuestras Reglas nos invitan a realizar. No solamente aquellos previstos sino también otros que sugiere la misma fraternidad humana y de fe. Aquellos momentos que acrecientan conocimiento recíproco a través de la coparticipación de la propia espiritualidad, de nuevas expectativas para la vida personal y comunitaria; aquellos encuentros y actos de reconciliación que nuestro corazón desea tener con los hermanos con quienes las dificultades de la vida y nuestros defectos personales nos llevan a mantener un diálogo costoso o – a superar- una culpable indiferencia que lleva a la muerte cotidiana de la fraternidad.

3.2 Abrámonos al don de la conversión reconociendo nuestro pecado ante el hermano como lo reconocemos ante Dios (cfr. Lc 13, 1-9), siguiendo el camino que San Francisco, nuestro Padre y Fundador, ha trazado en la normativa, ha manifestado en su vida y en la Regla (IV R IV, 18), y sabiendo encontrar nuevos tiempos, medios y formas en cuanto al rito.

3.3 Busquemos, pues, nuevos espacios de fraternidad para encontrarnos y compartir cotidianamente; que este ‘encontrarnos’ sea una preocupación primordial para que todos los demás aspectos de nuestra vida, también la pastoral, reciban nuevo impulso con el apoyo y la coparticipación de toda la fraternidad.

Deseando un provechoso camino cuaresmal y una Santa Pascua, saludo a cada uno en la paz de nuestro Señor Jesucristo y el mayor bien para cada uno.


Roma, 2 de marzo de 2022, Miércoles de Ceniza, inicio de Cuaresma


P. Gregorio Colatorti

Corrector General

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Carta a la Familia de los Mínimos

Frailes, Monjas, Terciarios

SEDES

28/1/22

TRECENARIO DE LA FRATERNIDAD MÍNIMA SEGLAR DE ALAQUÀS (VALENCIA)


Nuestros hermanos y hermanas de la fraternidad mínima seglar radicada en Alaquàs (Valencia - España), nos invitan a unirnos a su celebración anual del Trecenario en honor a San Francisco de Paula. 

Para ello nos irán compartiendo los guiones litúrgicos de las celebraciones y que podrán descargar entrando en este enlace:

TRECENARIO ALAQUÀS

Desde aquí, toda nuestra gratitud a la fraternidad que nos hacen parte suya. 

20/1/21

FELIZ DÍA DE NTRA. SRA. DEL MILAGRO, ABOGADA DE LOS MÍNIMOS


¡Oh María Inmaculada! ¡Rogad por nos que recurrimos a vos!

V.// ¡Ruega por nosotros Santa María, Virgen del Milagro, abogada de la Familia Mínima!

R.// Para que seamos dignos de las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén. 
 

4/3/20

CARTA DE CUARESMA DEL CORRECTOR GENERAL DE LA FAMILIA MÍNIMA

CURIA GENERAL DE LA ORDEN DE LOS MINIMOS
Piazza San Francesco di Paola, 10
00184 ROMA


CARTA DEL P. GENERAL, P. GREGORIO COLATORTI,
A TODA LA FAMILIA MÍNIMA: FRAILES, MONJAS Y TERCIARIOS.
Queridos hermanos,
Si debemos hablar de la santidad de nuestro Fundador Francisco de Paula en este año conmemorativo de su canonización, con mayor razón debemos dejarnos guiar iluminados por su palabra y por su ejemplo en este especial tiempo litúrgico de Cuaresma que caracteriza nuestra identidad y misión.
Estoy convencido de que nuestro Santo Padre reuniese a los frailes al empezar la Cuaresma, como también solía hacerlo en otras circunstancias, exhortándoles a vivir los cuarenta días verificando y afianzando la fe en Jesús, el Señor, y a abrazar el proyecto propuesto por él en la Regla que nosotros hemos aceptado.
Francisco sabe bien que la Cuaresma es camino que conduce a la Pascua; un tiempo de gracia y de conversión que Dios nos concede para que podamos llenarnos de vida nueva y proveer a nuestras reservas espirituales para mantener y vigorizar la existencia en el tiempo ordinario.
Como buen conocedor del corazón del hombre y experto formador de conciencias, Francisco establece puntos firmes en los que apoya su vida y el proyecto carismático penitencial de su familia.
Atraído desde pequeño por el Dios-Amor, se dedica enteramente a Él, a cuya luz va descubriendo la naturaleza humana: frágil, pobre y débil.
Este conocimiento le acompañará toda la vida; será la fuerza que le llevará a buscar sin cesar, a través de los medios más adecuado, según el estilo cuaresmal, el amor que salva y redime: Jesucristo.
La mayor penitencia de Francisco de Paula solo tiene su explicación desde lo Alto: ¿Cómo puedo seguir a Jesucristo, mi Señor, que ha conquistado mi corazón? La respuesta está en el Evangelio: ven en pos de mí, toma tu cruz y sígueme, es decir, sigue mis huellas, voy a Jerusalén para morir y resucitar (cfr. Lc 9, 23).
Por tanto el largo camino cuaresmal está orientado y tiene su meta en la celebración de la Pascua, última y definitiva: ésta es la meta y el objetivo de Francisco, de sus hijos, devotos, y de todos los cristianos.
Pero creo que nuestro Santo Padre tendría mucho interés ayer y hoy porque su familia estuviera impulsada y animada por el quadragesimalis vitae zelo et maioris poenitentiae intuito migrare cupientes (amor a la vida cuaresmal y con el propósito de hacer mayor penitencia) (IV R, II, 2), en el camino de la santidad.
La Cuaresma para nosotros Mínimos tiene una incidencia mayor: no somos diversos, pero en virtud del carisma estamos llamados a intensificar más el triple programa: oración, ascesis-ayuno, caridad que la Iglesia prescribe para todos los bautizados en este santo tiempo.
Por eso, siguiendo el itinerario propuesto por la liturgia, entremos en el desierto cuaresmal, fijando los ojos y el corazón en el Cristo Crucificado (III R, I). Si es necesaria esta ‘fuerte’ experiencia para el cristiano, más necesaria lo es aún para nosotros Mínimos.
En virtud del don carismático frecuentemos en este tiempo la singular palestra espiritual Mínima para entrenar la mente, el corazón, el cuerpo, y para ser hombres que encarnan y anuncian el evangélico convertíos y creed en el Evangelio (Mc 1, 15; Mt 4, 17).


1 ... Señor, contigo en el desierto (Mt 4,1ss)
¿Qué nos diría nuestro Santo Padre?
≥ No demoréis: el Espíritu que ha conducido a Jesús al desierto, me ha conducido también a mí, no sólo durante los primeros años de la soledad en Paula, sino también seguidamente por donde he pasado. El mismo Espíritu lleva a cada uno de vosotros en este período cuaresmal a intensificar con mayor vigor el empeño de asimilar los sentimientos de Cristo pobre y penitente que sube al Calvario, muere y resucita para darnos su vida. Si deseáis permanecer con El, si lleváis en el corazón la pasión por Él, empeñad todo vuestro ser: pensamientos, sentimientos, afectos, gustos, intereses, deseos a fin de que sean iluminados y animados por el unum est necessarium (cfr. Lc 10, 42).
Para conquistar la parte mejor (cfr. Lc 10, 42) no podemos prescindir del desierto cuaresmal: es el camino de la fe que nace en el bautismo, pero es también combate permanente (GE 158). El mismo Jesús después de la investidura oficial “Este es el Hijo amado”, recibida en el Bautismo del Jordán, está sometido a la gran tentación de Satanás que le ofrece el mesianismo horizontal, el del placer, el poder, la gloria, frente al mesianismo del servicio, del amor, del don de la vida en la Cruz.
Por eso, llevados y sostenidos por el Espíritu, siguiendo a nuestro Santo Fundador, actualicemos el desierto que nos abre el corazón a Dios y a los hermanos y que evidencia nuestro progreso espiritual: no hay santidad sin renuncia y sin ascesis, llena de oración y caridad (cfr. CEC 2015, 2342).
Observemos nuestra vida entrando en nosotros mismos; penetremos de verdad y con sinceridad en lo profundo de nuestro yo para purificarlo y liberarlo del virus egoísta, del mal que no cesa de infectar el corazón, reduciéndolo como a tierra árida (cfr. Ef 4, 15); preguntémonos si somos coherentes en cuanto seguidores del Señor.
a) Remarquemos el punto central del principio y fundamento a toda nuestra vida: nuestra relación con el misterio de Dios-Amor, centro de la vida y fuente continua de toda iniciativa (cfr. CONTEMPLAD, 6); preguntémonos sinceramente si testimoniamos que "Dios existe, que es real, que es viviente, que es personal, que es providente, que es infinitamente bueno; nuestro creador, nuestra verdad, nuestra felicidad”(cfr. CONTEMPLAD, 4); no podemos prescindir de la oración personal y comunitaria: cultivemos con regularidad y fidelidad la experiencia cotidiana de Dios sin prisas ni pausas; dignifiquemos la oración especialmente con la Lectio Divina (Lectura Orante), pues es la que nos puede conducir a dejarnos amar por Dios y a abrir recíprocamente el corazón a todos los hermanos. Actualicémosla y hagámosla familiar con el ejercicio, moviendo la voluntad a escuchar y el corazón a la obediencia; reservemos más tiempo a la asidua y prolongada adoración de la Eucaristía (cfr. VC, 95). No falte, pues, el evangélico silencio del corazón y del ambiente que permita a Dios hablar, y a nosotros comprender su Palabra (cfr. VC, 38).
Preguntémonos: la oración comunitaria y litúrgica ¿es de verdad el momento fuerte de la vida de comunidad? Esta oración ¿pasa y se traduce en vida?
b) No podemos prescindir de la ascesis, pues “ayuda a dominar y corregir las tendencias de la naturaleza humana herida por el pecado, es verdaderamente indispensable a la persona consagrada para permanecer fiel a la propia vocación y seguir a Jesús por el camino de la Cruz (cfr. VC, 38).
Escuchando al Santo Legislador y atraídos por su vida, recurramos al ayuno corporal como medio eficacísimo, puesto que purifica la mente, sublima los sentidos somete la carne al espíritu, hace el corazón contrito y humillado, disipa los fuegos de la concupiscencia, extingue los ardores de la libídine y enciende la antorcha de la castidad (cfr. IV R, VII, 29).
Concretamente ayunemos de la crítica fácil y superficial, de los lamentos cotidianos, del chismorreo, del demasiado tiempo dedicado al mundo de la comunicación (cfr. DocF, 1,4 del LXXXVI Cap. Gen.) restando el debido tiempo reservado a Dios y a los hermanos.
No podemos evitar pruebas y tentaciones: forman parte del camino de fe. Frente a una propuesta de fácil seguimiento de Cristo, cómodo, inducido por una cultura hedonista y egocentrista, respondamos concentrándonos en la Palabra. Sólo a través de las pruebas y de las tentaciones nos fortalecemos y preparamos como expertos para anunciar el Reino de Dios. Esta ha sido la experiencia de Jesús y la de nuestro Padre San Francisco.
c) En virtud del cotidiano scandere contendentes (se esfuerzan por ascender) (IV R, I), esforcémonos en las relaciones internas de la comunidad en superar actitudes cerradas, malestar, y adoptemos gestos de estima, confianza, sinceridad, cordialidad; animados por el deseo de bien en mejor ofrezcámonos gestos de respetuoso diálogo, acogida, paciente cercanía, convencidos de que cada uno hace lo posible como servicio al hermano aceptando y compartiendo el peso, la fatiga, la fragilidad; tengamos como punto de mira la paz, la reconciliación, el perdón, la comunión fraterna.
Una vez más nos sale al encuentro la palabra de nuestro Santo Padre: el desierto que siempre he amado y buscado es el lugar (teológico) donde Dios nos espera con los brazos abiertos para hablarnos al corazón. Os aseguro que ante Él, solo y despojado con mis pecados, debilidades, resistencias he experimentado su bondad gratuita e infinita. Cuanto más me despojaba de mis seguridades, deseos y proyectos más Él me llenaba de misericordia, confianza, paz. Cuanto más alargaba el tiempo de la oración más me enamoraba de Él.
Lo que se desprende de las palabras de nuestro Padre San Francisco es la centralidad de Dios: pobre de solemnidad él es testigo de la gratuidad de Dios en su vida y en la de su familia. Nuestra misión hoy es ésta: reafirmar el primado del amor de Dios cada día cuando ha entrado el protagonismo en el corazón de los cristianos y de todos nosotros consagrados. Se trata del espíritu mundano, dice el Papa, que no ve más la gracia de Dios como protagonista de la vida y va en busca de cualquier sucedáneo: un poco de éxito, un consuelo afectivo, hacer finalmente lo que quiero. Pero la vida consagrada, cuando no gira más en torno a la gracia de Dios, se repliega en el yo. Pierde impulso, se acomoda, se estanca. Y sabemos qué sucede: se reclaman los propios espacios y los propios derechos, uno se deja arrastrar por habladurías y malicias, se irrita por cada pequeña cosa que no funciona y se entonan las letanías del lamento –las quejas, “el padre quejas”, “la hermana quejas”-: sobre los hermanos y las hermanas, la comunidad, la Iglesia, la sociedad. No se ve más al Señor en cada cosa, sino solo al mundo con sus dinámicas, y el corazón se entumece. Así uno se vuelve rutinario y pragmático, mientras dentro aumentan la tristeza y la desconfianza, que acaban en resignación. Esto es a lo que lleva la mirada mundana (cfr. Papa Francisco 01.02.2020).
2 … “Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!” (Mt 17, 1ss)
¿Cómo podemos vencer la tentación de la mirada mundana? ¿Cómo testimoniar el primado de Dios, el primado de la gracia, la gratuidad de la vida donde lo que cuenta es quien tiene más y donde el hombre no es reconocido por su dignidad y libertad de criatura imagen y semejanza de Dios?
¿Cómo ser testigos significativos en una Iglesia que lucha entre reforma, conversión y evangelización?
Jesús nos ofrece la posibilidad de un rostro nuevo.
a) Es necesario subir con Él al Tabor. Jesús subiendo a Jerusalén se lleva a los discípulos al monte y se transfigura anticipando la gloria de la Resurrección. De esta manera les confirma en la fe, y les prepara para el drama de la Cruz (cfr. VC 15). El encuentro con la Belleza Divina ha envuelto y transformado enteramente a los apóstoles que ven ojos y corazón nuevos, dispuestos a renunciar a sí mismos con tal de permanecer con Jesús: Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Todo cristiano está llamado por el Bautismo a vivir esta experiencia.
El camino cuaresmal hacia la Pascua es para nosotros camino de conversión, pero más aún es camino de con-formación a Cristo, como Hijo del Padre: por tanto nuestra transfiguración, mi transfiguración sólo se realiza si me dejo modelar por Él (cfr. VC 35), como hijo obediente del Padre que se ha hecho pobre, humilde por nosotros, por mí.
Bien lo ha comprendido nuestro Santo Fundador cuando dice: Pensad qué infinito fue el ardor que descendió del cielo a la tierra (cfr. Carta LXXXII de la Centuria).
Sinceramente: - ¿tengo, tenemos la preocupación cada día de ‘fijar la mirada’, el corazón en Dios?;
-¿A qué estamos dispuesto a renunciar con tal de permanecer con Cristo?;
-Mirando a la vida cotidiana, los que hemos sido conquistados y consagrados por el más bello de los hombres (Sal 45, 3), podemos decir: “¡Qué bueno es estar contigo, ofrecernos a Ti, concentrar exclusivamente nuestra existencia en Ti!” (cfr. VC 15).
- A la luz del Tabor probemos a descubrir las actitudes y los comportamientos disonantes con el estilo proclamado en las Bienaventuranzas.
b) Pero es determinante la voz del Padre que confirmando a Jesús como su Hijo, el predilecto, el amado, añade: Escuchadle (Mt 17, 5).
Esta es la llave para penetrar en el núcleo de nuestra vida consagrada a fin de que sea significativa. Escuchando la Palabra de Dios encontramos el lugar en el cual nos ponemos bajo la mirada del Señor, y aprendemos de Él a mirarnos a nosotros, a los otros y al mundo (cfr. CONTEMPLAD, 35). La Palabra nos transforma (GE, 156).
Queremos entrenarnos en este tiempo santo de manera que toda Palabra del Señor deje mella en nosotros. Tener la mirada fija en Jesús es liberarnos de nuestras palabras inútiles para poner al centro “La Palabra” de verdad y de vida, la única Palabra que da sentido a nuestra existencia y a nuestro actividad (Papa Francisco).
-¿Cuánta familiaridad tenemos con la Palabra de Dios?
-Detengámonos ya sea de forma individual que comunitaria a meditar y orar sobre el texto sagrado: es el mejor modo de escuchar y hablar al corazón de cuantos encontramos en el Señor.
‘Rostro orante’ se afirma de Francisco: era su realidad de hombre transformado por el continuo diálogo con Dios que le enviaba entre la gente para comunicar lo que había contemplado.
Es la experiencia de los discípulos: después de subir al Monte donde han gozado de la visión celeste como preparación al Calvario, ahora tienen que bajar (cfr. VC, 14) a la vida para transformar la contemplación en acción.
3 … tenemos hambre y sed de Ti, Señor (Jn 4, 5ss).
Sicar: Jesús llega al pozo de Jacob, se sienta, y espera sediento a la Samaritana, a los apóstoles, a cada uno de nosotros para saciar la sed, el hambre, símbolo de tantos y diversos deseos y aspiraciones que llevamos dentro.
La samaritana es una mujer cansada, pero inquieta, que no se da por vencida después de tantas experiencias humanas ni satisfecha de los bienes materiales. Será Jesús quien despierte en ella el deseo de su inquieto corazón invitándola a ir más allá, a no detenerse en el pozo para saciar la sed corporal, sino a sacar agua de la fuente viva (cfr. Jer 2, 13), de la fuente de agua que brota para la vida eterna (Jn 4, 14).
La samaritana, no obstante haber descubierto en Jesús algo diverso de los demás judíos, no acepta fácilmente la novedad de su palabra, parece esperarlo todo de la futura llegada del Mesías (Jn 4, 25). Ante la revelación: soy yo, el que hablo contigo (Jn 4, 26), la mujer entonces dejó el cántaro, se fue al pueblo y transmitió el mensaje a los suyos. Es tiempo de decidir.
-Preguntémonos: después de tantos años de vida consagrada, ¿Qué llevamos en el corazón?
-Tenemos tantos deseos, prejuicios, dudas, miedos inseguridades; no faltan tareas, actividades, compromisos pastorales, caritativos: corremos el riesgo de caer en una aridez espiritual. Detengámonos cada día junto al pozo eucarístico: es nuestra statio orante (cfr. CONTEMPLAD, 3), necesaria, vital para estar en el corazón de la historia. Repitamos ante el Señor: mi alma tiene sed de Dios (cfr. Sal 41, 3).
-“Estamos llamados a experimentar y demostrar que Dios es capaz de colmar nuestros corazones y hacernos felices, sin necesidad de buscar nuestra felicidad en otro lado” (cfr. Papa Francisco a todos los consagrados (21 nov. 2014), II, 1.)
Del episodio del pozo de Sicar hay que subrayar, por un lado la voluntad salvífica de Dios que se manifiesta en la vida, en la historia de todos los días, en la debilidad de las personas; por otro lado la cercanía de Jesús para con la mujer y todo hombre. Siempre es Él que toma la iniciativa, que entabla el diálogo, prestando atención a la persona, a las situaciones de la vida, de la historia, a sus necesidades, a sus preguntas, dejando siempre la libertad de escoger y decidir.
Podemos imaginar la satisfacción de tantos que se acercaban a nuestro Santo Fundador experimentando su acogida y su vida activa, fruto de su intimidad y contemplación con Dios.
-A la luz del Evangelio de la Samaritana pensemos en las características de nuestras relaciones en comunidad, de nuestro estar con los otros, de nuestro ministerio pastoral. ¿Somos capaces de escuchar, de dialogar paciente, respetuosa, constructivamente?
-¿Podemos decir que somos interlocutores acogedores de la búsqueda de Dios que siempre anhela el corazón del hombre? (cfr. VC, 103).
4 … Señor, ábrenos los ojos (Jn 9, 1ss).
Esta petición implica la convicción de ser buscadores de Dios, en situación de continua conversión al Señor Jesús. En cambio corremos el peligro de sentirnos satisfechos, como si ya conociésemos, comprendiésemos todo; de esta manera caemos lentamente en considerar la conversión como algo ya superado para nosotros y sólo necesario para los demás. Corremos el peligro de la aridez y ceguera espiritual, endurecimiento y estrechez de corazón que nos conduce ‘a juzgar y seleccionar’ a los demás.
¿Cómo podemos ser Lumen poenitentium si no advertimos cada día la necesidad de iluminar nuestra oscuridad interior y de abrirnos a la luz, reflejo del Verbo eterno? (cfr. Jn 1, 4). Es indispensable, pues, que reconozcamos nuestra ceguera existencial, y por tanto la necesidad de dejarnos iluminar por la Palabra que se ha hecho carne y que continuamente nos salva.
Mientras nos acercamos a la Pascua, cada uno imagine encontrarse subiendo con Jesús a Jerusalén y toparse con el ciego de nacimiento. Un encuentro con tantos personajes; cada uno observa e interpreta los hechos desde su punto de vista. Hay una cierta resistencia a interrogarse no obstante la evidencia. El mismo ciego, que ha sido curado por haber acogido la invitación: “Ve a lavarte a la piscina de Siloé (Jn 9, 7), dudará de ‘ver’ a Jesús, ‘el Hijo del hombre’. Finalmente después de una larga y dramática discusión-proceso con los padres y los fariseos, su expulsión de la sinagoga, ante Jesús que le dice Tú has visto, él responde Yo creo, Señor. Y se abre para él el camino de la fe: ha acogido en su vida la Luz de los hombres.
-Frente a la Palabra (Jn 9, 1-41), me pregunto a mí mismo ¿en cuál de los personajes me reflejo?
-¿Estoy dispuesto a ir contracorriente, a afrontar incomprensiones, sufrimientos, soledad con tal de corresponder al Amor con que Dios me ama?
-No nos falte nunca la mirada misericordiosa de Dios al hombre que sufre y que nos libre el Señor de la mirada superficial, inquisidora y rigurosa propia de los que presumen ‘ver’ y creer.
Tenemos que recordar que el día de nuestro bautismo nos fue entregado el cirio encendido y se nos dijo: sois luz en el Señor. Caminad siempre como hijos de la luz.
El día de nuestra consagración religiosa, recibiendo el cirio, nos hemos comprometido a ser en la Iglesia y para los hombres señal luminosa de conversión, como nuestro Santo Padre y Fundador.
5 … Señor, Tú nos llamas (Jn 11, 1ss)
Desde el Pozo de Sicar, pasando por la piscina de Siloé, se llega al sepulcro de Betania: un camino que todo discípulo debe recorrer para responder a los grandes interrogantes de la vida, como preámbulo de la fe. Es el itinerario bautismal-cuaresmal preparatorio para el encuentro con el Cristo Resucitado.
Al hombre sediento, hambriento, ciego, Dios ha enviado a su Hijo, como agua, pan, luz para colmar la necesidad de vida, de infinito que llevamos dentro.
Es la experiencia dramática de la muerte de Lázaro que nos revela que el hombre de Nazaret, que ha entrado en nuestra historia, compartiendo todo con nosotros, hasta la muerte, es la Vida: el que cree en mí, no morirá para siempre. Esta es la revelación de Jesús a Marta y María, y confirmada enseguida ‘despertando’ al amigo Lázaro, que llevaba cuatro días enterrado.
Estamos ante la muerte…
Jesús llora por el amigo muerto, se conmueve y se estremece por este misterio que aflige y angustia al hombre. Él, que es la resurrección y la vida (Jn 11, 25), no se detiene, va al encuentro y supera la muerte despojándola del veneno mortal. Estamos pues salvados no de la muerte sino a través de ‘de la muerte’, porque Dios nos ha dado su vida y nos ha liberado del egoísmo, verdadero mal, que nos encarcela en nosotros mismos y nos cierra a los demás.
A cada uno de nosotros, como a Lázaro, Jesús nos llama: sal afuera.
Su voz es una llamada a progresar constantemente en el bien, a experimentar cada día al Resucitado.
¿Cómo celebrar la Pascua si no escuchamos la voz del Señor? Iluminemos nuestro interior: SALIR es el verbo que la Iglesia pide a todos en este tiempo y más a nosotros los consagrados.
  • ¿Estamos dispuestos a salir de nuestros esquemas, a dudar de nosotros mismos, a compartir con los demás la hermosura de la fe (cfr. ESCRUTAD, 18), a no detenernos sino a caminar con los últimos, a ‘perder’ la vida, a empezar cada día?
  • Frecuentemos la Reconciliación sacramental y comunitaria en este tiempo para salir de nuestros cerrados egoísmos, de nuestra mediocridad y de nuestra insensibilidad: comunitarias, sociales, pastorales.
6 … “vamos también nosotros y muramos con Él” (Jn 11, 7.16).
No sabemos si esta propuesta de Tomás ha sido fruto de entusiasmo o de convicción. Lo cierto es que Jesús ya hace tiempo que está subiendo a Jerusalén. Ha escogido un camino que le conducirá a un recibimiento triunfal de la multitud, junto a un rechazo siempre más hostil y abierto por parte del Sanedrín, pasando desde la intimidad con los apóstoles en el cenáculo hasta la soledad orante con el Padre en el huerto de los olivos, y desde la condenación de Pilato en el Pretorio, hasta la crucifixión en el Calvario entre ladrones.
Con la cruz nos encontramos ante el misterio central de nuestra fe: Jesús se entrega a nosotros para obedecer al Padre. En la cruz ofrece su corazón enteramente a Dios y a los hombres.
Si queremos comprender y vivir este misterio tenemos que seguir el único camino que nos conducen a los pies del Crucificado: Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga (Lc 9, 23).
No hay santidad sino mirando a Cristo Crucificado, el cual padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas (I Pe, 2, 21). Jesús en cruz es la brújula de la vida, que nos orienta al Cielo (cfr. Papa Francisco, Homilía, Miércoles de Ceniza 2019). Él nos enseña el valor de la renuncia, del amor que se pierde, que se ofrece para que los otros tengan vida.
La Pasión continúa en la vida de todo discípulo. Así fue para nuestro Santo Padre Francisco que vivía muy mortificado… Y consigna su testamento a nosotros sus hijos y devotos: Centrad vuestro pensamiento en la Pasión de nuestro Señor Jesucristo (cfr. Carta de S. Francisco de Paula a los Procuradores de Spezzano)… que la preciosa muerte de Cristo sea hecha vida vuestra, y su dolor vuestra medicina, y sus fatigas eterno descanso para vosotros (R TOM III, 10).
-Mientras vivimos los días santos ¿Verifico de verdad si la memoria de la Pasión de Cristo está presente e incide en mi jornada, en las relaciones interpersonales, en la actividad pastoral?
-¿Me pregunto si estoy dispuesto a luchar por liberar mi corazón del egoísmo, de todo lo que me impide ser don para mis hermanos?
Acojamos la invitación que la Iglesia nos hace a todos: Venid, adoremos al Amor Crucificado.
7 …en el mundo contigo, Señor (cfr .Mt 28, 19-21)
¿Quién sostendrá a los apóstoles a superar el gran silencio del Sábado Santo y aceptar a continuación el camino de la cruz? Será el mismo Jesús, el Crucificado Resucitado por el don del Espíritu a constituir a los apóstoles y a todos nosotros anunciadores del perdón y de la misericordia del Padre.
Queridos hermanos,
Antes de terminar esta carta, permitidme dirigir una pregunta a nuestro Padre San Francisco:
Deseo saber cómo transcurrías el día de Pascua. Conocemos cómo vivías el período cuaresmal por todo lo que has prescrito en la Regla para tu familia. Conocemos los sufrimientos de la última semana santa durante la que te has preparado para el éxodo final de esta tierra. La Eucaristía y el abrazo a los hermanos han marcado el Jueves Santo. Mientras que el día siguiente no has cesado de fijar la mirada en el rostro de Cristo Crucificado, tu único amor. Le has invocado consciente de ser miserabilísimo pecador, abandonándote a Él.
Pienso que quedará una pregunta abierta a la que cada uno responderá imaginando a nuestro Fundador Francisco en medio de sus frailes festejando y compartiendo la mesa eucarística y el ágape gozoso de la fraternidad.
≥ A ellos y a nosotros diría:
Aquel fue para mí el Viernes verdaderamente Santo: he entrado a celebrar la Pascua eterna, a la que me he preparado y que vivía a través del camino cuaresmal.
Os exhorta a vivir siguiendo al Señor: donde está Él es fiesta, ¡siempre es Pascua! Enhorabuena.


Roma, Convento de S. Francisco de Paula ai Monti,
26 de febrero de 2020, Miércoles de Ceniza, inicio de la Cuaresma


P. Gregorio Colatorti

      Corrector General



PUEDES DESCARGAR LA CARTA EN FORMATO PDF EN ESTE ENLACE CARTA CUARESMA 2020 CORRECTOR GENERAL OM

10/12/19

¡PROVECHOSO ADVIENTO A TODOS!


CARTA DEL P. CORRECTOR GENERAL, P. GREGORIO COLATORTI,  A LOS FRAILES, MONJAS Y TERCIARIOS DE LA ORDEN DE LOS MÍNIMOS.

Queridos hermanos,
Vamos alegres al encuentro del Señor que viene (cfr. Sal 121).
Es la llamada, la invocación, el canto de la Iglesia en este tiempo de Adviento. Iglesia que vigila y espera con amor, peregrina hacia su Señor que viene siempre (cfr. I Domingo de Adviento A).

Cada uno haga suya la invitación del Salmo “vamos”, que reclama el ser del hombre, viator, quien sintiéndose empujado por una fuerza interior, la inquietud (cfr. Contemplad, 11 –CIVCSVA), se dirige hacia lo que desea y hacia lo que ama. Por tanto lo nuestro no es un vagabundear sin meta hacia lo desconocido, un esperar vacío y oscuro, un vivir sin sentido. Nosotros, aunque peregrinos y forasteros (cfr. I R, VI, 16), conocemos al Esperado, aún más deseándolo nos asemejamos a Él que nos admite a su servicio en el mundo (cfr. I R, VI, 16). Por eso tenemos que ir alegres porque conocemos que Dios nos ama, que nos instruye por sus caminos (cfr. Is 2, 1-5).

Nuestro gozoso ir tiene su origen en la certeza de que Dios sigue manifestando su voluntad de ser y estar con nosotros y para nosotros. Verdaderamente podemos reconocer y afirmar que en nuestra historia se actualiza el misterio de Amor y de misericordia: Jesús, el Verbo, el esplendor del Padre (cfr. Himno, Oficio de lectura, tiempo de Adviento-Navidad), el Hijo de la Virgen María, el Emmanuel, el Dios con nosotros, el Salvador hasta el final de los tiempos.

Es ésta la verdad de nuestra existencia: la Iglesia, todos nosotros, somos testigos y lo anunciamos al mundo. Encontrarse con Aquél que ha venido, viene y vendrá es un encuentro gozoso, festivo porque experimentamos la fidelidad de Dios, su perenne iniciativa de amor y misericordia.

Despertemos por tanto en este tiempo litúrgico el deseo de Dios, de manera que orientemos nuestros pasos y toda la vida hacia Aquél que en el tiempo se ha encarnado en la debilidad de nuestra carne, está presente por medio de los sacramentos y los hermanos por la potencia del Espíritu y nos proyecta hacia la plenitud del Amor en gloria y majestad (cfr. S. Bernardo Abad, Oficio de lectura del Miércoles, I Semana de Adviento).

Este tiempo de gracia, de modo particular, se dirige a nosotros los Mínimos, hijos del Santo de la penitencia, para verificar, vigilar y avanzar en el itinerario de continua conversión a Jesús el Señor, para ser hoy el rostro humano y misericordioso de Dios-Padre que en Jesús se ha hecho nuestro compañero, hermano, amigo (cfr. Documento Final, 1, 4 – LXXXVI Cap. Gen. “Testigos de Cristo en la condición de conversión y de éxodo” - DocF).
Quinientos años de la canonización de nuestro Fundador marcan una distancia temporal sí, pero indican el camino a toda nuestra familia, y por tanto a todos para que sigamos su ejemplo.

¿Cómo estamos viviendo nuestra vocación: testigos de Cristo en la condición de conversión y de éxodo? ¿Qué empeño se propone cada uno de nosotros por traducir el carisma cuaresmal en el día a día? ¿Podemos afirmar que vivimos siempre buscando a Dios y lo que a Él nos conduce? (cfr. R TOM, II, 1).

El Papa León X, en la Bula Excelsus Dominus, reconoce a Francisco cual atleta que adornó a la Santa Iglesia, iluminando con el fulgor de su lámpara las tinieblas de los tiempos presentes; y lo señala como luz de las gentes y rutilante estrella en el firmamento de la Iglesia (cfr. BUOM XV (1969), p. 40-54). Son expresiones y verbos que remiten a la parábola evangélica de las diez vírgenes (Mt 25, 1-13): San Francisco vive vigilante en todo tiempo (cfr. Anónimo, xv, 32), en perseverante espera del Esposo, a quien amaba su corazón. Su persona emana luz porque refleja la gloria de la gruta (Lc 2,9) y la luz de la Cruz (Lc 23, 48), aquella gloria anunciada por los ángeles sobre el rostro de Cristo crucificado y resucitado.

Aunque no se conserven testimonios directos de su modo de vivir este particular tiempo litúrgico, con todo, por estos reducidos, pero suficientes indicios, comprendemos que la vida de nuestro Santo Fundador está encaminada hacia el final de la historia, hacia Jesús el Señor en quien centra toda su vida. El Adviento es para Francisco la razón de su existencia, que alimentará y mantendrá viva por el dinamismo cuaresmal.

La conversión-penitencia-caridad y, especialmente la oración, es el aceite de la lámpara que hace a Francisco radiante por el encuentro cotidiano con el Señor y, al mismo tiempo ante los hombres, testigo del mundo que nos espera.

Dejémonos acompañar, pues, por nuestro Padre Fundador, singular ermitaño-peregrino, en estos días de Adviento-Navidad: es el modo de actualizar el empeño de encarnar el Evangelio, vivir el momento presente colmándolo de amor (cfr. GE 17). Orar sea la señal de que nuestro corazón, inquieto y en búsqueda, desea y espera a Aquél que nos ama y se ha enamorado de nosotros (Ct 3,3), perteneciéndole con vínculo especial y que nos envía como mensajeros (cfr. DocF, 2.3 p.23). La oración personal y comunitaria nos fortalece en la vocación mínima.

Al mismo tiempo no olvidemos que nuestra misión es la de ser testigos de Cristo, o sea, hombres de Dios, de un Dios que con infinito ardor bajó del cielo a la tierra para salvarnos, que por nosotros soportó tantos tormentos y aguantó hambre, frío, sed, calor, y todo humano sufrimiento, sin rechazar nada por nuestro amor y dando ejemplo de perfecta paciencia y perfecto amor (cfr. F. PRESTE DA LONGOBARDI, Centuria… LXXXII, p. 357).
La Iglesia nos ofrece este tiempo para convertirnos, para preparar un camino al Señor, levantar los valles y rebajar montes y colinas (cfr. Is 40, 3-5), para discernir y preparar el corazón y el ambiente para vivir hoy la venida del Señor.

Si Dios tarda en venir, en manifestarse es porque nos negamos a convertirnos, a entrar en nosotros mismos, a recorrer el mismo camino de Jesús-Maestro, el camino de las Bienaventuranzas, a compartir con los demás lo que hemos experimentado: el don de la misericordia del Padre, que nos llama a la conversión y a la reconciliación.
Por eso, como antorchas encendidas, iluminemos nuestro interior: aquí encontraremos puntos positivos y puntos negativos, egoísmos, excusas, resistencias, miedos, resignaciones, debilidades y heridas.

Que la espera del Esposo nos empuje a salir de nuestra obscuridad, de nuestra visión individualista e intimista, de nuestras falsas seguridades y comodidades acumuladas con el tiempo; nos haga salir de la referencialidad de nuestra vida mínima para ir más allá, o sea, nos lleve a acercar el corazón al hermano que vive a mi lado, con quien me rozo continuamente, que llama a la puerta buscando ser acogido, escuchado, confortado, sostenido, ayudado, perdonado y reconciliado. Compartir el Emmanuel, el Dios con nosotros, no puede dejarnos indiferentes. Dios se ha incomodado enteramente escogiendo la periferia, o sea, la marginalidad y la mayor pobreza de nuestra existencia. Estábamos alejados y Él ha venido a buscarnos, se ha acercado a cada uno de nosotros, cuando todavía no éramos sus amigos.

Preguntémonos personal y comunitariamente: ¿de qué manera y con qué gestos hoy manifestamos estar cercanos al prójimo, a los últimos, a tantos nuevos pobres que esperan de nosotros respuestas que lleguen al corazón y den vida? (cfr. DocF, 2.3, p. 23).

Y siempre, como lámparas encendidas, hagamos que emerja aquel sedimento, mezcla de entusiasmo, voluntad y gozo de pertenecer, respirar, alimentarnos de Dios, hablar con Él, comunicarlo con la vida (cfr. DocF, p. 159). La Buena Noticia que hay que acoger y anunciar siempre es única: la Misericordia del Padre que nos hace hijos y hermanos del Verbo.
La lectura de la Palabra de este tiempo nos interpela a responder, a ir, como hicieron Isaías, Juan Bautista, la Virgen María, José, los Pastores, los Magos: de nuestro Fiat depende la venida del Reino en nuestra sociedad.

A la autosuficiencia y omnipotencia del hombre internauta y economicus que se considera como ‘salvador’, opongamos la bondad misericordiosa de Dios que en Jesús se hace siervo, se despoja de su divinidad (Flp 2,1-11) para compartir todo con nosotros y revestirnos de su amor. Esperando al Salvador decimos al mundo que la verdadera fuerza que salva es el Amor misericordioso que se da sin reservas, y que seamos valientes y vencedores por nuestra total confianza en Dios, que siempre tiene la iniciativa  no por nuestras obras o por nuestros esfuerzos (cfr. GE 52), pero siempre amándonos, ofreciéndose totalmente y sin pedirnos nada a cambio.

Como Mínimos, revistámonos del estilo de Dios que con su humanidad nos ha hecho más humanos. Todos necesitamos de la entrañable misericordia de Dios (Lc 1, 78)), don humanamente incomprensible, pero tan potente divinamente que rompe cualquier resistencia y toda obscuridad egoísta, que desquicia puertas y muros levantados por la violencia de la opresión y del orgullo, destrozando las economías abiertamente inhumanas.
Miremos a María, la Virgen del Adviento: su corazón orante, humilde y pobre es el terreno fecundo para que el Verbo se encarne también hoy. El mismo terreno ha caracterizado la vida de nuestro Santo Fundador, que la Bondad de Dios (Lc 1, 78) ha hecho presente y operante.

Hoy somos los hijos del Santo de la penitencia, en medio de la indiferencia de nuestra cultura, del descarte, del anonimato, del vacío comunicativo los que tenemos contagiar interna y externamente relaciones auténticamente humanas: salir al encuentro del otro sea la señal concreta de nuestro encuentro cotidiano con Aquél que viene y se sienta con nosotros, dándonos el gozo y la mirada del corazón (cfr. DocF. 3.2 p. 19).

Queridos hermanos,
El Adviento nos da la medida del tiempo que corre hacia el cumplimiento final. El tiempo señala la velocidad continua del devenir que caracteriza nuestra sociedad y cultura, nos invita a nosotros los Mínimos, en continuo éxodo por vocación, en camino permanente, nos solicita personal y comunitariamente a realizar reformas, revisiones, formas de compartir y transformaciones de bien en mejor. Todo esto ha sido materia de estudio, reflexión, confrontación  del Capítulo General 2018 y por tanto codificado en el proyecto por realizar (cfr. DocF. 1.2, p. 32).

Alcanzados por la gracia salvadora, no nos dejemos condicionar por el miedo, ni por sentimentalismos que nos aprisionan en el presente persiguiendo un pasado de estabilidad. Dios se ha incomodado para acompañarnos en este itinerario, en la inestabilidad y liquidez de nuestra existencia.

La memoria litúrgica de Navidad avive la conciencia de cuanto Jesús ha dicho: No temáis, yo estoy con vosotros todos los días (Mt 28, 10,20). Acojamos con fe su Palabra y despertemos el gozo de caminar en este tiempo, en el que todo cambia vertiginosamente: la salvación es hoy. Si el Señor viene también hoy, quiere decir que hay que escoger siempre y empezar. Dios nos quiere santos todos los días.

Esto es un fuerte llamado de atención para todos nosotros. Tú también necesitas concebir la totalidad de tu vida como una misión. Inténtalo escuchando a Dios en la oración y reconociendo los signos que él te da. Pregúntale siempre al Espíritu qué espera Jesús de ti en cada momento de tu existencia y en cada opción que debas tomar, para discernir el lugar que eso ocupa en tu propia misión. Y permítele que forje en ti ese misterio personal que refleje a Jesucristo en el mundo de hoy” (GE 23).

Esta es la misión a la que hemos sido llamados cada uno de nosotros. Que este tiempo nos encuentre vigilantes y fervorosos en la oración y en la caridad: es el modo mejor y seguro de testimoniar la Navidad del Señor en la verdad de nuestra historia. Nuestros pasos son los pasos de Dios que quiere construir su Reino por medio nuestro. Por tanto, como antorchas encendidas ofrezcamos a todos un ejemplo luminoso (cfr. Correctorio, VIII, 61), hagámoslo por caridad (cfr. Anónimo, VII, 4) para ser esperanza para los hombres que buscan a Dios.


Roma, Convento de S. Francisco de Paula ai Monti, 30 noviembre 2019, fiesta del Apóstol S. Andrés.

P. Gregorio Colatorti
                                                  

      Corrector General