26/6/22

XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO C)


XIII Domingo del tiempo ordinario
26/06/2022

Las Lecturas de este domingo nos hablan de seguimiento a Dios, y de nuestra respuesta.

La Primera Lectura (1 Rey 19, 16-21) nos presenta una narración donde aparece el gran profeta Elías que capta a su discípulo Eliseo para que le siga y mantener viva la llama de la profecía, la voz de Dios.

Pero en este relato aparezcan los afectos familiares. Por eso Elías le dice: “Ve y vuelve, porque bien sabes lo que ha hecho el Señor contigo”. Toda llamada implica un cambio de vida y una elección por lo que merece la pena. Por eso con el salmista decimos: “Enséñame, Señor, el camino de la vida”. “Yo siempre he dicho que Tú eres mi Señor”. Pero ¡qué difícil aceptarlo y practicarlo!

En la Segunda Lectura (Gal 5, 1 y 13-18) San Pablo nos habla de la libertad. “Cristo nos ha liberado, para que seamos libres”. Y el apóstol nos invita a no volver a vivir en el desorden de la carne pues nuestra vocación es el recto uso de la libertad.

La libertad de Cristo no es hacer lo que a uno le venga en gana. Eso sería “tomar la libertad como un pretexto para satisfacer el egoísmo”. Y si vivimos haciendo lo que nos venga en gana terminaremos devorándonos mutuamente. Es lo que vemos a nuestro derredor con toda clase de envidia y de odio.

El apóstol nos invita a vivir “de acuerdo a las exigencias del Espíritu”. Somos realmente libres cuando nos sometemos a la Voluntad de Dios.

En el Evangelio (Lc 9, 51-62) vemos a Jesús “tomando la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén”. Y, con "firme determinación”, siguió el camino hacia su inmolación en la cruz.

En la ruta se presenta un inconveniente con los samaritanos y Santiago y Juan quieren hacer un mal uso del poder de Dios. Acabar con ellos quemándoles con el fuego. Jesús, por supuesto, los riñe. Y decide hospedarse en otra aldea.

Y, mientras iba de camino, tres candidatos para ser los discípulos de Cristo se cruzan con ellos.

El primero dice a Jesús : “Te seguiré dondequiera que vayas”. Y a este Jesús le informa de que : “el Hijo del Hombre no tiene en dónde reclinar la cabeza”. A este Jesús le hace ver la precariedad que lleva la misión. Al comenzar su vida pública Jesús andaba como un peregrino.

El hogar es la base de la seguridad terrena. Y el Señor advierte de que quien quiera seguirlo debe desprenderse de las seguridades y ventajas terrenas. Los que siguen a Jesús en la vida religiosa tienen que tener este desprendimiento especial de no tener hogar propio.

Pero los que no tienen voto de pobreza y viven en el mundo tienen casas. Pero deben aprender a seguir a Cristo sin intereses y que ese seguimiento de Cristo pueda tornarse incómodo, difícil, sin seguridades, en confianza ciega a lo que nos vaya exigiendo Dios.

Al segundo candidato Jesús es quien le pide que le siga y éste le respondió: “Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre”. La respuesta de Jesús es fuerte: “Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú, ve y anuncia el Reino de Dios”.

Aquí la respuesta del Señor indica que cuando Él llama, desea que se le responda de inmediato, sin retrasos, pues ¿qué significa amar a Dios sobre todas las cosas? Es la llamada a la Primacía de Dios que anunciaba San Francisco de Paula.

El tercero candidato dice: “Te seguiré, Señor, pero déjame primero despedirme de mi familia”. La respuesta de Jesús es clara y se refiere a la inconstancia: “El que empuña el arado y mira hacia atrás no sirve para el Reino de Dios”. ¡Cuántas excusas! ¡Cuánta falta de perseverancia en el servicio a Dios! ¡Cuántas marchas y contra-marchas!

Para seguir a Cristo hay que tener, como decía Santa Teresa de Jesús, “una determinada determinación”, que es lo mismo que decir: “una decidida decisión”.

San Francisco de Paula nos advierte de que la corona de gloria se dará solo a los que han perseverado.

No tenéis miedo de despojarse, nuestro Dios sabe mejor que nosotros lo que nos conviene por eso te dice “Tú, sígueme”.

P. Désiré O. M. 
Convento de Sevilla

19/6/22

EN LA SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI


SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI

Jesucristo murió, resucitó y subió a los Cielos, pero también permanece presente en todos los sagrarios del mundo. Sigue estando vivo allí, es decir: con todo su ser de Hombre y todo su Ser de Dios, para ser alimento de nuestras almas. Este es el gran misterio que celebramos en la Fiesta de Corpus Christi.

La primera lectura del libro del Génesis nos presenta como Melquisedec, el rey de Salem, se ha puesto a los pies de Abrahán, ofreciéndole el pan y el vino. Y así el rey misterioso rompe con la costumbre de ofrecer animales a los sacerdotes para el culto divino.

El hecho de que en esa ofrenda de Melquisedec se usen las cosas sencillas de la tierra, apunta bellamente a Jesús antes de morir, quien dará su vida como ofrenda para alimentar nuestra vida espiritual.

El gesto de Melquisedec es así como un signo anticipado de los gestos del pan y el vino de Jesús en la última cena con sus discípulos.

En la segunda lectura. San Pablo recuerda a los cristianos de Corintios las tradiciones recibidas de nuestro Señor. Y una de esas tradiciones son las palabras y los gestos de la última cena.

Hay que reconocer que los gestos del Señor Jesús eran los que se hacían en cualquier comida judía. Pero lo importante son las “palabras” y el sentido que Jesús pone en los gestos. Jesús, en la noche “en que iba a ser entregado”, se “entregó” Él mismo a los suyos.

Lo verdaderamente interesante es que antes de que lo entregaran a la muerte y le quitaran la vida, él se ofreció, se entregó y dio su vida a los suyos en el pan y en el vino. 

Es como la ofrenda de pan y vino de Melquisedec a Abrahán en la primera lectura. Pero a diferencia de Melquisedec, Jesús mismo se ofreció y eso se hará hasta que vuelva, es decir hacer memoria para siempre.

Y la Eucaristía será el momento oportuno para hacer memoria según san Lucas en el Evangelio de hoy.

Lucas ha presentado la multiplicación de los panes como una Eucaristía donde el Señor acogía a la gente, les hablaba del Reino de Dios y los curaba de sus enfermedades.

Muchas personas necesitan la “eucaristía” como misterio de acogida de sus búsquedas, de sus frustraciones, de sus anhelos espirituales.

También la Eucaristía debe ser “experiencia del Reino” es decir ofrenda de amor gratuita de sí mismo, Caritas; ese Reino anunciado por Jesús es decir el Reino del Padre de la misericordia.

En este relato evangélico se ha visto como el poder del Señor multiplica el fruto dela tierra y del trabajo de nuestras manos para saciar el hambre dela gente.

El poder del Señor multiplica la eficacia del hombre y la transforma en ofrenda agradable a sus ojos a ejemplo del pan de los ángeles bajado del cielo.

La Eucaristía, sacramento de Cuerpo y la Sangre de Señor, es la experiencia donde lo viejo es superado.

Por eso, somos llamados como comunidad cristiana a encontrar fuerzas para ir rompiendo con lo antiguo, “convertíos” como lo anunciaba San Francisco de Paula, para formar el pueblo de la nueva alianza.

P. Désiré O. M. 
Convento de Sevilla.

12/6/22

LA SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD


La Solemnidad de la Santísima Trinidad

Celebramos hoy la Solemnidad de la Santísima Trinidad, un solo Dios en tres personas. Puede parecer pretencioso para nosotros seres humanos pretender hablar de la esencia de Dios.

Sin embargo podemos entender mutatis mutandis el misterio de un solo Dios en tres personas cuando hablamos del matrimonio que es la formación de dos personas en una sola carne.

Delante de este misterio tan inmenso, nuestra actitud como hijos/as de San Francesco de Paola es la oración, adoración, y alabanza orientada a la charitas de Dios Padre, en la fiel imitación de Jesucristo, bajo la guía e iluminación del Espíritu sanctus.

La Palabra de Dios de esta solemnidad nos invita a meditar sobre la esencia de Dios.

La Primera Lectura (Prov. 8, 22-31) nos habla de la Sabiduría. Y al hablar de la Sabiduría se nos va mostrando el inmenso poder de Dios, y la sabiduría misma como si fuera una criatura de Dios, a veces como si fuera Dios mismo y en otros lugares, se nos dice que por la Sabiduría “los hombres se salvarán” (Sb 9, 18).

Es importante reconocer que la Sabiduría es una figura de Cristo y reflejo de su actividad, pues Cristo es la Palabra hecha carne que nos salva (Jn 1,1).

En el Evangelio (Jn 16, 12-15) Jesús nos habla de sí mismo, y también del Padre y del Espíritu como el “Espíritu de Verdad” que nos irá guiando hasta la perfecta unión entre las Tres Personas, cuya Sabiduría es comunicada a nosotros.

Dicho en palabras de San Atanasio: todo nos viene del Padre, por la gracia del Hijo, y todo es repartido por el Espíritu Santo.

De allí la frase de San Pablo (cf. 2 Cor 13, 14) con que se inicia la Santa Misa: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el Amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo esté con todos ustedes”.

La Segunda Lectura de San Pablo a los romanos (Rm 5, 1-5) nos explica que en la Santísima Trinidad el Padre es Amor, el Hijo es la Gracia y el Espíritu Santo es la comunicación del Amor y la Gracia el cual la infunde en nuestros corazones.

Sin embargo, algunos en nuestros días se están construyendo un “dios” a su manera, que no puede amar.

Nosotros creemos en personas, y cuando hablamos de Dios y con Dios hablamos de Personas y con Personas, es decir: o hablo con el Padre, o hablo con el Hijo, o hablo con el Espíritu Santo, o hablo con los Tres.

Y estas Tres Personas que son cada una el mismo y único Dios, se aman entre sí y nos aman a nosotros con un Amor que es Infinito, como Infinito es Dios.

Si amamos a Dios como Él desea ser amado por nosotros y si nos amamos entre nosotros con ese amor con que Dios nos ama, estaremos unidos a Dios para toda la eternidad.

Pero aún en el más allá, cuando esa unión se dará a plenitud, Dios seguirá siendo Tres Personas y nosotros seguiremos siendo también personas.

Padre Désiré O. M.
12/06/22 - Sevilla

5/6/22

PENTECOSTÉS: NACER DE NUEVO - CONVERTIRSE



La fiesta de Pentecostés es “nacer de nuevo” o sea “convertíos” 

Estamos celebrando “Pentecostés”, cincuenta días después de la Resurrección. “Pentecostés”, día de la venida del Espíritu Santo a los Apóstoles, reunidos con la Santísima Virgen María en el cenáculo. Jesús había hablado de Pentecostés en varias oportunidades y una de las personas a quien habló Jesús sobre el Espíritu Santo fue a Nicodemo. 

Nicodemo era maestro de la Ley, pero quería aprender del verdadero Maestro. Tanto aprendió y tanto creyó en Jesús acerca de “¿cómo puede volver a nacer un hombre ya viejo?” pues “el que no renace del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el Reino de Dios. Y ¿qué es nacer de nuevo? Para entender esto, no hay más que ver a los Apóstoles antes y después de Pentecostés. 

Antes de Pentecostés… 

Los apóstoles eran como todos nosotros: torpes para entender las Sagradas Escrituras y las enseñanzas que recibieron directamente del Señor. También eran débiles en su fe, deseosos de los primeros puestos y envidiosos entre ellos. Además, tenían muchísimo miedo de que los reconocieran como seguidores de Jesús. 

Después de Pentecostés… 

Los apóstoles cambiaron totalmente: se lanzaron a predicar sin ningún temor, llenos de sabiduría divina, con un poder de comunicación especial dado por el Espíritu Santo. Hablaban en lenguas para llamar a la conversión. 

A los que creían en el mensaje de Jesucristo Salvador, los iban bautizando. Así comienzan a formar nuevos discípulos y comunidades de cristianos. Además, asistían a los necesitados. Así comenzó la primera evangelización. 

Para nosotros hijos y devotos de san Francisco de Paula, la solemnidad de Pentecostés nos llama a seguir y a realizar la “re-evangelización”. Pero para eso necesitamos ser transformados por el Espíritu Santo, como los Apóstoles en Pentecostés. 

Entonces, para que la re-evangelización eche raíces, debemos convertir nuestro pensamiento, nuestros sentimientos y nuestras obras o sea debemos nacer del Espíritu Santo. Por ello, esa fe que recibimos en el bautismo necesita ser purificada y fortalecida, para que cada uno de nosotros pueda dar testimonio de Cristo. Y el secreto de la conversión o sea nacer de nuevo está en la oración. 

Los apóstoles perseveraban en la oración junto con María, la Madre de Jesús. Nuestra oración diaria y perseverante, como los apóstoles es el instrumento de nuestra conversión. Para disfrutar plenamente de Pentecostés o sea “volver a nacer” san Francisco de Paola nos ha enseñado a reconocer y a proponer la primacía de Dios en toda humildad. 

Padre Désiré, O. M. 
5/06/22 - Sevilla