19/6/22

EN LA SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI


SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI

Jesucristo murió, resucitó y subió a los Cielos, pero también permanece presente en todos los sagrarios del mundo. Sigue estando vivo allí, es decir: con todo su ser de Hombre y todo su Ser de Dios, para ser alimento de nuestras almas. Este es el gran misterio que celebramos en la Fiesta de Corpus Christi.

La primera lectura del libro del Génesis nos presenta como Melquisedec, el rey de Salem, se ha puesto a los pies de Abrahán, ofreciéndole el pan y el vino. Y así el rey misterioso rompe con la costumbre de ofrecer animales a los sacerdotes para el culto divino.

El hecho de que en esa ofrenda de Melquisedec se usen las cosas sencillas de la tierra, apunta bellamente a Jesús antes de morir, quien dará su vida como ofrenda para alimentar nuestra vida espiritual.

El gesto de Melquisedec es así como un signo anticipado de los gestos del pan y el vino de Jesús en la última cena con sus discípulos.

En la segunda lectura. San Pablo recuerda a los cristianos de Corintios las tradiciones recibidas de nuestro Señor. Y una de esas tradiciones son las palabras y los gestos de la última cena.

Hay que reconocer que los gestos del Señor Jesús eran los que se hacían en cualquier comida judía. Pero lo importante son las “palabras” y el sentido que Jesús pone en los gestos. Jesús, en la noche “en que iba a ser entregado”, se “entregó” Él mismo a los suyos.

Lo verdaderamente interesante es que antes de que lo entregaran a la muerte y le quitaran la vida, él se ofreció, se entregó y dio su vida a los suyos en el pan y en el vino. 

Es como la ofrenda de pan y vino de Melquisedec a Abrahán en la primera lectura. Pero a diferencia de Melquisedec, Jesús mismo se ofreció y eso se hará hasta que vuelva, es decir hacer memoria para siempre.

Y la Eucaristía será el momento oportuno para hacer memoria según san Lucas en el Evangelio de hoy.

Lucas ha presentado la multiplicación de los panes como una Eucaristía donde el Señor acogía a la gente, les hablaba del Reino de Dios y los curaba de sus enfermedades.

Muchas personas necesitan la “eucaristía” como misterio de acogida de sus búsquedas, de sus frustraciones, de sus anhelos espirituales.

También la Eucaristía debe ser “experiencia del Reino” es decir ofrenda de amor gratuita de sí mismo, Caritas; ese Reino anunciado por Jesús es decir el Reino del Padre de la misericordia.

En este relato evangélico se ha visto como el poder del Señor multiplica el fruto dela tierra y del trabajo de nuestras manos para saciar el hambre dela gente.

El poder del Señor multiplica la eficacia del hombre y la transforma en ofrenda agradable a sus ojos a ejemplo del pan de los ángeles bajado del cielo.

La Eucaristía, sacramento de Cuerpo y la Sangre de Señor, es la experiencia donde lo viejo es superado.

Por eso, somos llamados como comunidad cristiana a encontrar fuerzas para ir rompiendo con lo antiguo, “convertíos” como lo anunciaba San Francisco de Paula, para formar el pueblo de la nueva alianza.

P. Désiré O. M. 
Convento de Sevilla.

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