8/5/25

HABEMUS PAPAM



V. Oremos por nuestro Papa León XIV

R. Que el Señor lo guarde, le dé larga vida, lo haga santo en la tierra
y no lo entregue a la voluntad de sus enemigos.

Padre nuestro. Ave María. Gloria.


OREMOS

Dios nuestro, pastor y guía de todos los fieles,
mira con bondad a tu siervo León XIV,
a quien constituiste pastor de tu Iglesia.

Te rogamos que lo sostengas con tu amor,
para que, con su palabra y su ejemplo,
conduzca al pueblo que le has confiado,
y llegue junto con él a la vida eterna.

Por nuestro Señor Jesucristo.

Amén.


4/5/25

IBSISSIMA VERBA (O CASI) DE SAN FRANCISCO DE PAULA SEGÚN EL ANÓNIMO

San Francisco de Paula - Telde (Gran Canaria)

[A un cardenal por las calles de Roma] “Los apóstoles de Jesucristo no iban con tanto boato” (II, 4).

[Como ermitaño] “Allí permaneció mucho tiempo como única mansión, ayunando, orando y disciplinándose” (III,1).

[El obispo de Consenza] “Además, le autorizó a recibir y vestir con su sayal eremítico a todos aquellos que santamente lo desearan y a darles una norma de vida” (III, 3).

[A los que le ayudaban en la construcción del convento de Paula] “Les recomendaba observar el sacramento del matrimonio y les dirigía muchas exhortaciones” (IV, 1).

[A los que vestían su sayal] “A ellos les dio una norma y un modo de vivir en pobreza, castidad y obediencia, observando vida cuaresmal por todo el tiempo de su vida” (IV, 2).

[Con respecto a la mujeres] “De manera especial recomendaba a sus religiosos que las evitaran como si de serpientes se tratara, sobre todo a las religiosas y a las que ostentan devoción, y solía decir que las mujeres y el dinero llevan a la concupiscencia e inflaman a los siervos de Dios” (IV, 3).

[Con respecto a un horno de cal] “Mandó a todos que se fueran a comer (…). “Echad, echad leña al horno” (V, 1).

[Sobre una cervatilla] “Y prohibió absolutamente a los presenten que la tocasen” (V, 3).

[A Antonio de Donato por ¿un incendio? en el valle] “Por caridad, vuelve a tu habitación” (V, 4).

“Mientras él oraba, el mudo recuperó instantáneamente el habla. Cuando amaneció, lo envió con sus padres a casa” (V, 5).

[De las avispas durante la construcción del convento de Paula] “Y mandó a los religiosos que se alejaran” (V, 6).

[Con unos pescados que le habían obsequiado] “Has llegado justo en el momento oportuno. Vamos los dos a lavarlos para ofrecérselos al Señor” (VI, 1).

[A fray Baltasar de Spigno] “Y el buen Padre le respondió que freía el pescado para dárselo a él” (VI, 2).

[Sobre un fugitivo asesino refugiado en el convento] “El buen Padre encomendó a sus religiosos que le cuidasen bien” (VI, 3).

[Al franciscano Antonio Scozzetta] “¡Caliéntate, hermano! Es necesario que se cumpla la voluntad de Dios” (VI, 4).

“No había persona que se llegase a él en busca de consejo o por cualquier aflicción que no volviese confortada, contenta y satisfecha de las respuestas que de él hubiese recibido” (VII, 1).

“Con sus hermanos religiosos era terriblemente exigente reprendiéndolos como con cara de león. (…) Sin embargo a los ausentes, si alguien les acusaba, aunque fueran culpables, trataba de excusarlos (…). Amonestaba con palabras dulces y buenas razones a los culpables. Amaba a sus perseguidores más que a los demás, dedicándoles palabras de afecto” (VII, 2).

“Nunca hablaba mal de nadie; antes bien, cogía ojeriza y reprendía severamente a quienes, gustosos, escuchaban a los detractores. (…) excusando a aquellos de quienes se hablaba mal” (VII, 3).

“En todas sus obras tenía en sus labios la palabra “caridad”, diciendo: “Hagámoslo por caridad; vayamos por caridad” (VII, 4).

“El buen Padre le preguntó si había vino en el frasco. (…) Entonces el buen Padre le dijo: “Por caridad, dámelo” (VIII, 1).

[En su celda por largo tiempo] “Pero una vez empezaron a romperla [la puerta], el buen Padre dio señales de que no estaba muerto” (VIII, 3).

[De un hombre imposibilitado en litera] “Habló con el buen Padre, y apenas abrió éste su boca, al instante se encontró perfectamente curado” (VIII, 6).

“Lleva esto a la sorda y ésto, a la otra”. Y después añadió el buen Padre: “La sorda curará, pero después enfermará de nuevo del mismo mal; no obstante, al cabo de breve tiempo recuperará la salud; la otra, en cambio, no se podrá curar porque no tiene fe” (VIII, 7).

[De una abortera en Corigliano] “Sepas que aquella mujer ha cometido muchos delitos”. Poco después la mujer fue a hablar con el buen Padre, quien le dijo severamente: “¿No te bastan aún los delitos cometidos, que todavía quieres cometer más?”. Y reprendiéndola duramente, le dijo: “Por caridad, anda a confesarte” (VIII, 8).

[A un enfermo de un lugar entre Messina y Milazzo] “Y le enviaron una candela bendecida por el buen Padre” (IX, 1).

[A una señora mayor estéril] “Anda, vuelve a casa, que Dios proveerá” (IX, 3).

[A un religioso mordido por una serpiente] “Hemos recibido de Dios el privilegio por el que ninguna serpiente ni ningún veneno puedan hacernos daño” (IX, 6).

[Al marino maese Santo de Lochin, mordido por una serpiente] “Cuando la vio el buen Padre, vendó el dedo con corteza de retama y después le dijo: “Anda, vete” (IX, 7).

“Está fuera de duda que más de veinte años antes de ir a Francia el buen Padre ya dijo muchas veces a sus religiosos (entre los que me encontraba yo N. N.) que tendrían que ir a un país lejano cuya lengua no entenderían, ni aquéllos la suya. (…) Respondió: “¡Se ha de cumplir la voluntad de Dios!”. (…) Repetía esto tan a menudo que los religiosos se reían considerándolo un sueño” (IX, 9).

[Cuando se dislocó el fémur en un accidente construyendo el convento de Paula] “Por caridad, es necesario que el hermano cuerpo permanezca así por espacio de treinta o cuarenta días” (X, 1).

[A los obreros cuando se accidentó un carro de materiales durante la construcción del convento de Paula] “Por caridad, id a comer y después volvéis” (X, 2).

[Sobre una carbonera cercana al convento de Paula] “En seguida ¡echa tierra aquí encima! (…) El buen Padre mandaba preparar el carbón que servía al herrero” (X, 3).

[A un joven acusado de comerse unas brevas] “Haz tú lo mismo [meter las manos en lejía]; si no te has comido las brevas, no te quemarás como no me quemo yo” (X, 4).

[Mientras residía en el convento de Paterno] “Y llamó para pedir fuego. (…) y mandó a fray Pedro que devolviera los palos de pino [se llevó las brasas con sus propias manos] (X, 5).

[Un religioso] “Se le apareció dos veces en sueños y, despertándole, le dijo: “Vete a decir a tu madre y a tu padre que cumplan el voto que ellos hicieron por ti y que no lo demoren más” (X, 6).

[Cuando iba a ser arrestado por las tropas del Rey de Nápoles] “Por caridad, si ésta es la voluntad de Dios, me arrestarán, si no, nadie podrá hacernos mal alguno”. (…). Éste le acogió afablemente [al jefe de la galera] diciéndole que la fe del Rey era bien poca y que de nada serviría que él se presentara ante el Monarca. Después le dio algunas candelas: una para el Rey, otra para la Reina, otra para el Duque y otra para la Duquesa, amonestándoles severamente que no se enmendaban, Dios les castigaría” (X, 8).

[Invitó a comer al jefe de la galera] “El mismo buen Padre mandó traer vino, precisamente en una jarra, de las que se usan en Francia (…). Además mandó el buen Padre darles dos pequeñas tortas” (X, 10).

[Con una muchacha poseída] “El buen Padre le preguntó: “¿Quién eres?”. Él respondió: “Somos ciertas legiones especializadas”. El buen Padre le preguntó de nuevo: “¿Dónde están tus secuaces?”. Y el diablo le respondió: “En este bosque cercano, donde casi siempre se ve una bandada de cuervos”. Intervino de nuevo el buen Padre: “¿Adónde van?”. Replicó el diablo: “Los han enviado a destruir diferentes regiones de Italia”. “Y ¿quién les estorba en este proyecto?”, preguntó el buen Padre. El diablo repuso: “Nada pueden hacer mientras tú estés aquí; tu gran humildad se lo impide. Pero cuando tú marches, en seguida, lo llevaremos a cabo”. Aún le preguntó el buen Padre: “¿Quién te ha dado tanta osadía y tanta presunción para invadir y tener bajo tu dominio a esta pobre criatura de Dios?”. El diablo replicó: “No la he buscado yo; fue tras de mí y me metí en su cuerpo, lo cual me resulta tan agradable que no puedo salir de él”. Entonces el buen Hombre de Dios increpó al diablo diciendo: “Márchate, por caridad, y deja en paz a esta pobre hija”. A lo que el diablo le preguntó: “Y ¿dónde quieres que vaya?”. “Anda -dijo el buen Padre-, marcha al lugar que te has merecido desde la creación”. “Está bien -repitió el diablo-, me marcharé dentro de tres días”. “No -dijo con energía Francisco-, ahora mismo, debes irte, y no nos hagas perder más tiempo”. “Bueno, asintió el diablo, saldré por los ojos y me llevaré uno”. “No -interpuso rápidamente el buen Padre-, te prohibo hacer mal alguno a esta criatura de Dios”. Entonces añadió el diablo: “Bien, pues ¡dame alguna cosa!”. El buen Padre dijo entonces a un religioso que le ofreciera algunas ampollas de cristal. Pero el diablo no quería salir y por eso entretenía al buen Padre en vana conversación. Finalmente el buen Padre cogió a la muchacha por los cabellos y, dando la impresión de estar airado, mandó al diablo con gran energía que saliera del cuerpo. Y al instante el diablo obedeció, dejando a la pobre muchacha casi exánime. EL buen padre la reanimó y le dio de comer y de beber; y volvió a casa completamente curada (XI, 1).

[Con otra muchacha poseída] “Entonces el buen Padre mandó a dos religiosos para que conminaran a los demonios a alejarse de aquella pobre hija, y que no volvieran a molestarla, ya que así lo mandaba el Hombre de Dios. (…) Otros muchos poseídos obtuvieron la curación por las oraciones del buen Padre” (XI, 2).

[Con un mudo] “Permaneced aquí con vuestro hijo hasta que las candelas se hayan consumido”. Después el Padre se entregó a la oración” (XI, 3).

[Con un pariente suyo al que su madre impedía ser mínimo] “El buen Padre pidió lo llevaran a la Iglesia del convento para sepultarlo allí y así se hizo. (…) en el momento en el que los religiosos iban a depositarlo en la tumba, hacia el atardecer, el Padre lo impidió, y mandó que todos se retiraran a sus celdas. (…) durante la noche Dios lo resucitó por las oraciones del buen Padre. (…) “Si vieras a tu hijo con vida ¿le consentirías que se hiciese religioso?” (…) Entonces el buen Padre le dio un hábito al resucitado y lo acompañó a la iglesia (XI, 5).

[Resucita a un obrero muerto por una viga en las obras del convento] “Entonces el buen Padre después de consolarlos, les mandó que se fueran, y se quedó él solo (XI, 6).

“Un orfebre de Grenoble me contó que había visto el manantial que el buen Padre, con sus oraciones, había hecho brotar” (XII, 4).

“El Hombre de Dios entró a rezar en una iglesia; tanto tardaba que, cansado el enviado, mandó a algunos que le hicieran salir. (…). En efecto, poco después, concluidas sus oraciones, encontraron al buen Padre delante del altar mayor, por donde habían pasado tantas veces buscándolo” (XII, 5).

“Al atravesar la Provenza por el Delfinado y los territorios de Vienne y de Lyon, muchas personas recobraron la salud mediante sus oraciones” (XII, 6).

[Con los regalos del rey francés] “Lo devolvió todo, sin reservarse nada; más aún, encargó decir al Rey que era mejor que restituyera el bien ajeno, antes que hacerse labrar tales objetos de oro y plata; y que no era propio del estado religioso eremítico el uso de vasos de plata; quería le enviase nada más que tasas de madera” (XII, 6).

[Con nuevos regalos del rey francés, incluida una imagen de oro de la Virgen] “Pero el buen Siervo de Dios se la devolvió manifestándole que su devoción no se fundaba en el oro o en la plata, sino sólo en la Virgen, que reina en el cielo con su divino Hijo. Dijo al enviado del Rey que ya tenía una estampa de papel y que esa le bastaba. (…). Pero buen Padre negándose [el rey insiste hasta tres veces], recordaba al Rey que ya tenía sus propios limosneros, distribuyera de sus limosnas según su criterio” (XII, 7).

[El rey mediante uno de sus médicos le ofrece un birrete lleno de escudos] “Pero el buen Padre, guiado siempre por el Espíritu Santo, rehusó aceptar aquellas monedas, como si se tratara de estiércol; y añadió con voz firme: “Señor, restituya estos escudos de oro a quien los habéis sustraído antes” (XII, 8).

[Al rey de Francia] “El buen Padre nunca la consintió, ni para él ni para su compañero, sintiéndose ya satisfecho con una pocas sardinas. (…). Tanto se arrepintió de sus pecados, que se despojaba den presencia del buen Padre para darse ásperas disciplinas. Esto le realizaba, en cierto modo, tras el consejo del buen Padre (XIII, 1).

[La familia real] “Todos ellos los encomendó al Siervo de Dios, suplicándole que orase a Dios por ellos. Así lo hizo Francisco, que fue muy solícito en mantenerlos en el temor de Dios” (XIII, 2).

[Al rey francés Carlos VIII] “y pedía frecuentes consejos sobre sus asuntos al Hombre de Dios” (XIII, 2).

“Mucho antes de la destrucción de Bretaña, el Hombre de Dios preanunció semejante acontecimiento y procuró evitarlo en cuanto pudo. A tal fin interpuso sus buenos oficios para concluir el matrimonio del duque de Bretaña enviando a dos religiosos con sendos mensajes para el Rey y para el Duque. (…). Mas aunque por entonces el buen Padre vio frustrados sus esfuerzos, con todo añadió: “El Rey se casará con la hija del Duque de Bretaña”. Y así fue. (…). Muy pronto fue ésta con el Rey a visitar al buen Padre. “Demasiado tarde se ha celebrado vuestro matrimonio” -les dijo-, con todo, predijo a la Reina que tendría tres hijos y una hija, que realizarían cosas grandes si el Rey y la Reina observaban la santa ley de Dios. Pero añadió también que si no la observaban, Dios arrancaría esta vid con todos sus sarmientos” (XIII, 3).

[De la batalla de san Alvino] “Se cree piadosamente que el Rey consiguió la victoria por las oraciones del buen Padre” (XIII, 4).

[En el conflicto de Fornay] “Píamente se cree que el buen Padre orase con todo el afecto a Dios por el Rey, para que lo librase de las manos de los enemigos que le perseguían a muerte” (XIII, 5).

[En el momento de presentar la Regla para su aprobación] “En la que prescribía a sus religiosos la abstinencia de carne (…). E hico que dos frailes se preparan para acudir ante el Papa Inocencio VIII a fin de que aprobara la Regla (…). El buen Padre revocó dicho viaje. Es que Dios le había revelado que su primera intención, esto es, aquella de prescribir a sus religiosos la vida cuaresmal, era, sin duda, buena” (XIII, 7).

[Durante una grave enfermedad del santo le aconsejan recibir la Comunión] “Pero el buen Padre dijo: “¡No os preocupéis, el próximo jueves (día en que se consagra el santo crisma) comulgaremos todos” (XIII, 9).

[A la Señora de Bourbón estéril] “Señora, no se preocupe por eso; antes de que yo me vaya de Francia, tendrá un hijo”. En otra ocasión el buen Padre escribió a dicha Señora: “Señora, sea asidua en dar gracias al Rey de Reyes, que dentro de poco dará luz a un hijo”. Entonces dije yo al buen Padre que era peligroso escribir en esos términos, ya que si tal promesa no se verificaba sería un escándalo para la Orden. Pero el buen Padre añadió: “Dejemos a Dios obrar por su cuenta” (XIII, 10).

[La Reina Ana enferma] “Se encomendó a las oraciones del buen Padre, quien le envío tres manzanas” (XIII, 11).

“Ocultaba su santidad aquel santo Hombre ofreciendo a los enfermos pan bendecido y candelas bendecidas; con esto y mediante sus oraciones y el auxilio de Dios que le asistía, sanaban completamente. Hay que subrayar no obstante, que cuanto Francisco encomendaba a los enfermos era precisamente lo opuesto al arte médica. Esto era así para que al sanar reconocieran que Dios es el médico supremo tanto del alma como del cuerpo” (XIII, 12).

[A la hermana de fray Mateo] “El buen Padre le envío algunas hierbas secas por medio de fray Mateo” (XIV, 8).

[Una mujer en Amboise habiendo perdido los sentidos] “Éste le hizo recitar el Padrenuestro y el Credo, y al día siguiente la halló curada” (XIV, 9).

[El obispo de Grenoble] “Con no poca dificultad se abrió a él y le confió sus penas. Hecho esto salió de allí consolado” (XIV, 11).

[Al cardenal Ascanio] “El buen Padre le encomendó que tuviera esperanza y confiara en el Señor, que aceptase con santa resignación cuanto le había sucedido, ya que en breve conseguiría la libertad” (XIV, 14).