30/10/16

XXXI DOMINGO ORDINARIO (CICLO C)


Lc 19:1-10

  • ¿Hacemos todo lo posible por ver a Jesús, por encontrarnos con Dios?
  • El no retenernos nuestra forma de vida, nuestros pecados, el cambio siempre es posible
  • Llamados a la conversión constante
  • ¿Qué necesito cambiar? ¿De qué me tengo que convertir? ¿Qué debo reparar?
  • Dejar atrás las habladurías, el creernos superiores.

23/10/16

XXX DOMINGO ORDINARIO (CICLO C)


Lc 18:9-14

  • ¿Nos tenemos por justos? ¿Cómo nos valoramos? ¿Hacemos autocrítica para mejorar?
  • ¿Nuestra actitud es la del publicano o la del fariseo?
  • El cumplimiento de la fe como mera rutina, como cumplir y "mentir"
  • La verdadera fe, sencilla, humilde, reconociéndonos necesitados de Dios e incapaces del todo sin Él
  • El que se ensalza será humillado, y el que se humilla ensalzado.

21/10/16

MÁXIMAS DEL BTO. NICOLÁS BARRÉ



La primera y principal ocupación del cristiano es combatir y destruir sus pasiones, y sobre todo la que domina más en él.
Entre las acciones heroicas del cristiano, una de las más nobles es la de confesarse a menudo, porque cada vez se vence y se supera a sí mismo.
No hay que desanimarse en el camino de la virtud, aunque se tenga una gran insensibilidad en los ejercicios de piedad, incluso en la confesión y la comunión.
Para hacer morir insensiblemente todos los vanos pensamientos del espíritu, conviene en las conversaciones entretenerse a menudo con Dios: “Si alguien habla, que sea como las palabras de Dios” (San Pablo).
Esta adoración divina (la de Jesús, Dios Hombre) produce sobre  todo el amor de Dios y del prójimo, sin que uno se dé cuenta. Este amor se hace muy grande, muy perfecto, excesivo. Llega a ser sin vana complacencia y sin amor propio”.
El que comienza tarde a conocer a Dios y a convertirse, viéndose ya avanzado en edad, debe redoblar el paso. Se recrea cual atleta corriendo su carrera.
El verdadero cristiano no busca las consolaciones sensibles y desea únicamente agradar a Dios. San Edmundo decía que hubiera preferido ir al infierno antes que cometer un pecado.
Uno de los mayores abusos de los cristianos, es que piensan más en enriquecerse para educar a sus hijos, que en tomar los medios para instruirles en el cristianismo.
Los padres y las madres están más obligados a dar buen ejemplo en su familia, a sus hijos y a sus criados, que hacer muchas obras buenas fuera de ella.
El cristiano debe estar convencido de que está más lleno de imperfecciones que todos aquellos que ve y conoce. Avanza en la perfección, cuando actúa con  esta persuasión interior.
Quien se ocupa de los deberes de su propio estado de la mañana a la noche, no ofende casi nunca a Dios.
Para avanzar en la perfección, hay que hacer el bien a todos sin cansarse, y esperar a verse maltratado y a sufrir.
Después de haber hecho algún acto de adoración, humildad, amor, etc., debemos pensar lo más sencillamente posible que es Dios quien nos ha dado ese amor, esta adoración, etc., y que esto viene de Él; y que nosotros le ofrecemos y devolvemos lo que Él ha querido darnos.
La buena oración y la buena mortificación van siempre al mismo paso. Las dos conducen a la destrucción de si mismo y a la apertura del corazón hacia el prójimo. He aquí a donde se dirige y a donde lleva el espíritu de Jesús. Quien no va allí vive de ilusiones.
Los cristianos deben alegrarse de que Jesucristo haya resucitado. Pero para ellos, deben más bien pensar en volver a los combates para establecer  aquí su Reino .
No hay que dar tantas vueltas sobre nosotros mismos. Vale más mirar a Dios y mantenernos ante Él, como pobres mendigos que esperan el socorro de su generosa misericordia, en una infinitud de miserias que nos agobian. También tenemos que levantar los ojos hacia la Santísima Virgen, los ángeles y los santos.
Si un cristiano puede alguna vez testimoniar alegría exterior, es cuando ve a Dios glorificado. Por lo demás, debe permanecer en una gran paz interior y es por este medio que debe conservar la visión de la presencia de Dios.
Para caminar con seguridad en su estado, es necesario en todas las cosas esenciales discernir según el espíritu de la fe.
No basta haber dado todos los bienes y no tener ningún apego por sus parientes más que en Dios y por Dios. Hay que seguir a Jesucristo hasta la destrucción total del amor a nosotros mismos, y de la más pequeña pasión desordenada.
Jesús siempre bajó: del cielo, de la montaña, a la tumba, a los infiernos.
Referente a las injurias, hay que hacer lo que uno hace cuando llueve muy fuerte: se busca un resguardo, se para bajo un árbol, se deja pasar la tormenta sin decir nada. Después de esto, uno sigue su camino o su trabajo como si no hubiera pasado nada.
La virtud pide un campo de batalla: cuando falta la lucha se queda sin fuerzas.
El pecado, es el infierno comenzado; y el infierno, es el pecado consumado.
Pensando a menudo en Dios, el alma siente que Dios piensa en ella. Percibe por este medio que Dios la ama, y que ella esta obligada a amarle. Esta reciprocidad de amor le produce una alegría y una dulzura extrema; descubre también que es Dios quien, por una bondad infinita, ha comenzado: “Es Él quien nos ha amado el primero”, y que desde la eternidad nos ha amado: “Te he amado con un amor eterno”.
Además, pensando a menudo en Dios, se quiere mucho y por consiguiente se ama mucho. Y lo que arrebata al alma es que se sienta iluminada y fortalecida a medida que se esfuerza. Percibe que obra en todo con mayor facilidad y claridad, y ve claramente que todo esto viene de Dios: “Todo lo que nos es necesario viene de Dios”.
En la Sagrada Escritura, Dios dice sin cesar: “Yo soy todo, yo puedo todo, yo veo todo, yo hago todo, yo termino y acabo todo”. ¿Qué es el hombre? Nada, si quiere ser algo. Algo, si quiere ser nada.
Para destruir la vanidad de espíritu, hay que entrar en el espíritu de la Iglesia. Una gota de vinagre arrojada en un tonel de vino pierde su ser.
Cuando veamos a alguien pecar, no hay que reprenderle agriamente, sino ir a él con dulzura y decirle: “Hermano, ¿por qué ofendes a Dios? ¿Por qué quieres condenarte?
El gusto por la virtud no es la virtud, y el gusto de Dios no es Dios.
No se es santo mientras nos demos cuenta de los defectos del prójimo.
Hay que tender siempre al bien universal de la Iglesia, más que al bien particular.
Cuando se buscan los caminos altos y elevados, sólo se llena la imaginación, mientras que el corazón queda vacío. Los espíritus presuntuosos están siempre al borde de un terrible precipicio.
El corazón orgulloso y suficiente obliga a Dios a subir más alto y a alejarse. “Cuando el hombre busca engrandecerse, Dios tiende a alejarse aún más”. Por el contrario, un corazón humilde, cuanto más se rebaja, más se acerca Dios a él: “Resiste a los orgullosos, da su gracia a los humildes”.
En la oración, y para la oración, es muy bueno llenarse de espíritu, o de las virtudes de Jesús, o de las grandezas de Dios, sus atributos, etc.
No basta hablar de las cosas de Dios. Hay que hacerlo en el Espíritu de Dios, y por el Espíritu de Dios. De otra forma, el espíritu de vanidad se insinúa y corrompe todo. Para evitar este mal, antes y después de actuar, hay que permanecer recogido y dependiente del Espíritu de Dios.
El respeto al prójimo debe estar lleno de amor, y este amor es santamente crucificante.
Tendríamos que morirnos de vergüenza cuando simulamos amar a Jesús, siendo así que en realidad no le amamos en absoluto; ya que en verdad no amamos a sus miembros, y no tenemos afecto al prójimo, del que el más pequeño de entre ellos es su imagen.
Si amo verdaderamente a mi prójimo, el dolor de verle perecer debe apagar el gozo que experimento al verme sobre el camino de la salvación eterna.
El alma muerta en sí misma actúa para su prójimo con mucha más fuerza que para sí misma.
Esta disposición de adorar a Dios profundamente pone al alma en la práctica de la presencia de Dios, en una gran sabiduría y modestia en todas sus acciones, y en una paciencia actual en las contrariedades y adversidades, por respeto hacia la majestad soberana, delante de la cual uno se humilla perpetuamente en espíritu.

16/10/16

XXIX DOMINGO ORDINARIO (CICLO C)


Lc 18:1-8

  • Es preciso orar siempre y sin desfallecer
  • Dios siempre nos va a escuchar y hacer justicia, es mejor que el juez que atiende no por ánimo de hacer justicia sino por evitarse molestias
  • En nuestra profesión ¿somos honestos y servidores, o nos servimos corruptamente?

10/10/16

SAN DANIEL COMBONI

10 de octubre


San Daniel Comboni, obispo y terciario mínimo
(1831-1881)

Daniel Comboni: hijo de campesinos pobres, llegó a ser el primer Obispo de Africa Central y uno de los más grandes misioneros de la historia de la Iglesia.
La vida de Comboni nos muestra que, cuando Dios interviene y encuentra una persona generosa y disponible, se realizan grandes cosas.

Hijo único - padres santos 
Daniel Comboni nace en Limone sul Garda (Brescia, Italia) el 15 de marzo de 1831, en una familia de campesinos al servicio de un rico señor de la zona. Su padre Luigi y su madre Domenica se sienten muy unidos a Daniel, que es el cuarto de ocho hijos, muertos casi todos ellos en edad temprana. Ellos tres forman una familia unida, de fe profunda y rica de valores humanos, pero pobre de medios materiales. La pobreza de la familia empuja a Daniel a dejar el pueblo para ir a la escuela a Verona, en el Instituto fundado por el sacerdote don Nicola Mazza para jóvenes prometedores pero sin recursos.
Durante estos años pasados en Verona Daniel descubre su vocación sacerdotal, cursa los estudios de filosofía y teología y, sobre todo, se abre a la misión de Africa Central, atraído por el testimonio de los primeros misioneros del Instituto Mazza que vuelven del continente africano. En 1854, Daniel Comboni es ordenado sacerdote y tres años después parte para la misión de Africa junto a otros cinco misioneros del Istituto Mazza, con la bendición de su madre Domenica que llega a decir: «Vete, Daniel, y que el Señor te bendiga».

En el corazón de Africa - con Africa en el corazón 
Después de cuatro meses de viaje, el grupo de misioneros del que forma parte Comboni llega a Jartum, la capital de Sudán. El impacto con la realidad Africana es muy fuerte. Daniel se da cuenta en seguida de las dificultades que la nueva misión comporta. Fatigas, clima insoportable, enfermedades, muerte de numerosos y jóvenes compañeros misioneros, pobreza de la gente abandonada a si misma, todo ello empuja a Comboni a ir hacia adelante y a no aflojar en la tarea que ha iniciado con tanto entusiasmo. Desde la misión de Santa Cruz escribe a sus padres: «Tendremos que fatigarnos, sudar, morir; pero al pensar que se suda y se muere por amor de Jesucristo y la salvación de las almas más abandonadas de este mundo, encuentro el consuelo necesario para no desistir en esta gran empresa».
Asistiendo a la muerte de un joven compañero misionero, Comboni no se desanima y se siente confirmado en la decisión de continuar su misión: «Africa o muerte!».
Cuando regresa a Italia, el recuerdo de Africa y de sus gentes empujan a Comboni a preparar una nueva estrategia misionera. En 1864, recogido en oración sobre la tumba de San Pedro en Roma, Daniel tiene una fulgurante intuición que lo lleva a elaborar su famoso «Plan para la regeneración de Africa», un proyecto misionero que puede resumirse en la expresión «Salvar Africa por medio de Africa», fruto de su ilimitada confianza en las capacidades humanas y religiosas de los pueblos africanos.

Un Obispo misionero original
En medio de muchas dificultades e incomprensiones, Daniel Comboni intuye que la sociedad europea y la Iglesia deben tomarse más en serio la misión de Africa Central. Para lograrlo se dedica con todas sus fuerzas a la animación misionera por toda Europa, pidiendo ayudas espirituales y materiales para la misión africana tanto a reyes, obispos y señores como a la gente sencilla y pobre. Y funda una revista misionera, la primera en Italia, como instrumento de animación misionera.
Su inquebrantable confianza en el Señor y su amor a Africa llevan a Comboni a fundar en 1867 y en 1872 dos Institutos misioneros, masculino y femenino respectivamente; más tarde sus miembros se llamarán Misioneros Combonianos y Misioneras Combonianas.
Como teólogo del Obispo de Verona participa en el Concilio Vaticano I, consiguiendo que 70 obispos firmen una petición en favor de la evangelización de Africa Central (Postulatum pro Nigris Africæ Centralis).
El 2 de julio de 1877, Comboni es nombrado Vicario Apostólico de Africa Central y consagrado Obispo un mes más tarde. Este nombramiento confirma que sus ideas y sus acciones, que muchos consideran arriesgadas e incluso ilusorias, son eficaces para el anuncio del Evangelio y la liberación del continente africano.
Durante los años 1877-1878, Comboni sufre en el cuerpo y en el espíritu, junto con sus misioneros y misioneras, las consecuencias de una sequía sin precedentes en Sudán, que diezma la población local, agota al personal misionero y bloquea la actividad evangelizadora.

La cruz como «amiga y esposa» 
En 1880 Comboni vuelve a Africa por octava y última vez, para estar al lado de sus misioneros y misioneras, con el entusiasmo de siempre y decidido a continuar la lucha contra la esclavitud y a consolidar la actividad misionera. Un año más tarde, puesto a prueba por el cansancio, la muerte reciente de varios de sus colaboradores y la amargura causada por acusaciones infundadas, Comboni cae enfermo. El 10 de octubre de 1881, a los 50 años de edad, marcado por la cruz que nunca lo ha abandonado «como fiel y amada esposa», muere en Jartum, en medio de su gente, consciente de que su obra misionera no morirá. «Yo muero –exclama– pero mi obra, no morirá».
Comboni acertó. Su obra no ha muerto. Como todas las grandes realidades que « nacen al pie de la cruz », sigue viva gracias al don que de la propia vida han hecho y hacen tantos hombres y mujeres que han querido seguir a Comboni por el camino difícil y fascinante de la misión entre los pueblos más pobres en la fe y más abandonados de la solidaridad de los hombres.

Fechas más importantes 
— Daniel Comboni nace en Limone sul Garda (Brescia, Italia) el 15 de marzo de 1831. 
— Consagra su vida a Africa en 1849, realizando un proyecto que lo lleva a arriesgar la vida varias veces en las difíciles expediciones misioneras desde 1857, que es cuando va por primera vez a Africa. 
— El 31 de diciembre de 1854, año en que se proclama el dogma de la Inmaculada Concepción de María, es ordenado sacerdote por el Beato Juan Nepomuceno Tschiderer, Obispo de Trento. 
— En 1864 escribe un Plan fundado sobre la idea de « salvar Africa por medio de Africa », que demuestra la confianza que Comboni tiene en los africanos, pensando que serán ellos los protagonistas de su propia evangelización (Plan de 1864). 
— Fiel a su consigna « Africa o muerte », no obstante las dificultades sigue con su Plan fundando, en 1867, el Instituto de los Misioneros Combonianos. 
— Voz profética, anuncia a toda la Iglesia, sobre todo en Europa, que ha llegado la hora de evangelizar a los pueblos de Africa. No teme presentarse, como simple sacerdote que es, a los Obispos del Concilio Vaticano I, pidiéndoles que cada Iglesia local se comprometa en la conversión de Africa (Postulatum, 1870). 
— Demostrando un valor fuera de lo común, Comboni consigue que también las religiosas participen directamente en la misión de Africa Central, siendo el primero en tomar tal iniciativa. En 1872, funda un Instituto de religiosas dedicadas exclusivamente a la misión: las Hermanas Misioneras Combonianas. 
— Gasta todas sus energías por los africanos y lucha con tesón para que sea abolida la esclavitud. 
— En 1877, es consagrado Obispo nombrado Vicario Apostólico de Africa Central. 
— Muere en Jartum, Sudán, abatido por las fatigas y cruces, en la noche del 10 de octubre de 1881. 
— El 26 de marzo de 1994, se reconoce la heroicidad de sus virtudes. 
— El 6 de abril de 1995, se reconoce el milagro realizado por su intercesión en una muchacha afrobrasileña, la joven María José de Oliveira Paixão. 
— El 17 de marzo de 1996, es beatificado por el Papa Juan Pablo II en la Basílica de San Pedro de Roma.
— El 20 de diciembre 2002, se reconoce el segundo milagro realizado por su intercesión en une madre musulmana del Sudan, Lubna Abdel Aziz. 
— El 5 de octubre de 2003, es canonizado por el Papa Juan Pablo II en la Basílica de San Pedro de Roma.

http://www.vatican.va/news_services/liturgy/saints/ns_lit_doc_20031005_comboni_sp.html

9/10/16

XXVIII DOMINGO ORDINARIO (CICLO C)


Lc 17:11-19

  • ¿Cuáles son nuestras "lepras"? ¿Vamos al encuentro del Señor o nos creemos autosuficientes?
  • ¿Cómo es nuestra vivencia cristiana, nuestra práctica católica? Ellos fueron a presentarse a los sacerdotes como Cristo les pidió. ¿Cuál es nuestra implicación en la Iglesia?
  • El ser agradecidos a Dios, por todo y en todo momento
  • El romper con los prejuicios (sólo el samaritano -el repudiado en la época- se comportó adecuadamente)

2/10/16

XXVII DOMINGO ORDINARIO (CICLO C)


Lc 17:5-10

  • ¿Qué tal va nuestra fe? ¿Nos fijamos si crece en profundidad? ¿Lo pedimos al Señor?
  • La fe hace que todo nos sea más fácil (como si todo trabajara para nosotros)
  • La fe también nos hace darnos cuenta de que somos servidores de Dios "siervos inútiles, pero más que amados"