«Se inclinó,
pero sólo vio los lienzos
y se volvió a su casa,
asombrado por lo sucedido»
(Lc 24, 12)
Yo también Señor
quiero vivir inclinándome,
para ver mejor, para reflexionar mejor,
para rendirme
desde mi nada ante tu todo,
para verte en mi prójimo
y tratarlo debidamente,
para ser en verdad humilde,
no para ser ensalzado
sino en plenitud siervo inútil.
Yo también veo los lienzos,
los que me mantienen amortajado en vida,
como muerto estaba el hijo pródigo,
como triste se fue el joven rico,
pero sé que tú eres la Vida
y que, aún con sus lienzos,
Lázaro abandonó la tumba.
Ayúdame Señor
quiero reconocer y desatar mis lienzos,
todo aquello que me aparta de ti.
No dejes que me vuelva a casa como si nada,
incluso apesadumbrado
con el mismo miedo de los discípulos
que andaban encerrados
como si tu Reino no fuera también mi misión,
como si tu Salvación no fuera
un regalo precioso que recordar a todos,
y hacerlo vida
y ponerlo por obra
y manifestarlo presencia tuya renovada
en medio de nuestra historia,
en medio de este valle de lágrimas...
Y déjame asombrarme cada día,
como María,
reconociendo las maravillas que haces en mí
y en los que me rodean,
alegrándome en la dicha perfecta
de tu Resurrección
que es, desde ya, la nuestra.
Déjame Señor inclinarme,
ver,
volver a tu casa
y asombrarme.
¡Feliz Pascua de Resurrección!
Enrique
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